Dijo el Señor Obispo Don Javier Osés en la misa gregoriana de la Catedral, el día
uno de Marzo de 1997 : ”Todo es templo para alabar a Dios. El Templo lo
habitamos todos, en esta Catedral de piedras, como nosotros somos piedras de la
Iglesia”. Efectivamente, todo es templo para alabar a Dios, pues muchos
oscenses, que son piedras de la Iglesia, lo alaban cuando caminan por los
montes y por su misticismo se sienten hijos
de Dios en todos los lugares por donde pasan. Y si alguno no se siente unido
con Dios, de repente siente que le
pregonan la presencia del Ser Supremo desde la Catedral , que se contempla
desde grandes distancias o desde San Lorenzo, Santo Domingo o por la pequeña capilla de San Antón de Casa
Güerri, en la Calle de San Lorenzo, por la que camina. Por la parte oriental de la capital enseguida
se observa el antiguo Castillo-Monasterio de Montearagón y cerca de Loporzano, debajo del Pantano de Vadiello, se ve, rodeada
de olivos, la Ermita de la Virgen del Viñedo. Si sube por el Norte puede
meditar sobre el convento de San Miguel y sobre la Virgen de Cillas o pedirle a
Santa Lucía que le conserve la vista. Si va caminando por el Poniente desde la
histórica Ermita de San Jorge, acaba su paseo
en la Ermita de Loreto. Y por el Sur verá la románica Ermita de los
Dolores de Monflorite, unida en otros tiempos al Convento de frailes que
ocupaban el edificio, que más tarde se
convirtió en la Zona. Vayas por donde vayas, te encontrarás oscenses que
visitan esas ermitas y presidiendo desde arriba en la Capilla de la Catedral, está
el Santo Cristo de los Milagros, “ardiente llamarada “, como lo llama el
profesor Buesa, que reparte la luz sobre todos los templos que he citado y como
dice Don Javier Osés, sobre “Todo el Monte de Huesca que es templo para alabar
a Dios”.
Pero no sólo en la actualidad los
oscenses van de ermita en ermita alabando al Señor, como los romeros, sino que he visto romerías y
peregrinaciones de las gentes de Huesca y de su Comarca. Unas veces iban a
Loreto, que casi llegó a encontrarse en ruinas, hasta que lo restauraron y otras
a la Ermita de Jara, reconstruida totalmente, movidos por la
devoción del hortelano Daniel Calasanz y
de otros oscenses.
Pero ya casi no nos acordamos de
antepasados oscenses, que recorrieron todas las ermitas citadas y tenemos en
los años ya lejanos de 1.658 a la Madre
Berride, nacida en la Plaza de San
Martín en una casa que tenía una terraza
y desde ella, se veía la Ermita de
Salas. Tenía por entonces la ilusión de ir a despedirse de la Virgen de Salas y
su hermana se vio en la obligación de ayudarle a subir a la terraza, para
despedirse de la Virgen y rezarle una
oración. Por la cara norte, miró hacia la Catedral, para decirle al Santo
Cristo : ¡hasta pronto!. Es que la madre Berride amaba tanto a Cristo, Dios y
Hombre Verdadero, que en la iglesia de Santa María de Foris, que también está
en restauración, había un hermoso Niño Jesús
y ella se lo quería llevar consigo. Su madre le dijo que Jesús se había entregado
a toda la humanidad y ella podría amarlo siempre. Así ocurrió porque si de niña
amaba al Niño Jesús, de mayor estaba unida al Santo Cristo de los Milagros, al
que pedía por la paz durante la Guerra de Sucesión y para que lloviera, para
que se fructificaran las cosechas, que
evitaran pasar hambre a los oscenses. En cierta ocasión acudió con el pueblo de
Huesca a la Ermita de Loreto, para pedir la lluvia. Esta cayó tan copiosa que
las autoridades, se quedaron a dormir en Loreto, pero la Madre Berride,
aguantando la lluvia volvió caminando a su casa de la Plaza de San Martín.
Cuando hay que ir a rezar al Santo Cristo, acuden a su capilla multitud de
oscenses y de vecinos del Somontano y en cierta ocasión cuando por la noche
caminaban de romeros algunos vecinos de Siétamo, al llegar a las Casetas de
Quicena, cayó una fuerte tormenta. Se refugiaron los peregrinos bajo los aleros
de una de las casetas del Barrio, pero salió uno de sus dueños y los hizo entrar
en su domicilio. En otras circunstancias iba a visitar al Santo Cristo de los
Milagros a su Capilla y entraba en éxtasis, en que pasó en algunas ocasiones,
varias horas. Gozó desde niña del Niño Jesús, en la Iglesia que está al lado
del antiguo Hospicio, hasta vivir éxtasis, acompañando al Santo Cristo de los
Milagros en la Catedral. Pero, como buena oscense, recorrió la Ermita de Santa
Lucia, la de Los Dolores de Monflorite y entre muchas más, la del Virgen del
Viñedo, en Castilsabás.
Según los racionalistas, cuando se acaba la
razón comienza el sinsentido, pero Don Javier Osés, se daba cuenta de que,
empieza el misticismo. Lo mismo le ocurría a la Madre Berride porque ella se
daba cuenta de que el fin de la
racionalidad no conduce al sinsentido, porque, con su misticismo veía
que no se acababa la vida de la humanidad con la muerte de los que a sí mismos
se llamaban racionalistas. Murió Cristo,
pero resucitó. Y como creía en la
continuidad de la vida humana, paralela a la vida eterna, profetizó que se
crearía un convento de Dominicas Terciarias, que enseñaría y educaría a las
niñas. Efectivamente sus seguidoras, como
la Madre María Lay, a los trece años de su muerte, abrieron el convento
de Santa Rosa, pues un sacerdote, pariente de mi abuelo Ignacio Zamora Blasco, dio el dinero para
comprar una casa. La razón no se ha perdido porque el Señor es
la Razón Absoluta y se hizo hombre, se hizo el Redentor de los hombres y es
venerado por los oscenses en el Santo Cristo de los Milagros, porque el
misticismo ayuda al hombre a alcanzar, algún día la Razón. Esto parece que
expresa la oración al Espíritu Santo, cuando dice: “Envía, Señor tu Espíritu y
todas las cosas serán creadas y renovarás la faz de la Tierra”. Y entre los
oscenses la mística los acerca a la
ermita de Los
Dolores de Monflorite, a la iglesia de Santo Domingo, a la Virgen del Viñedo
Somontanés, a la hermosa ermita de Salas y a Loreto, como la madre Berride, acudía
a todas ellas a venerar a la Virgen y amarla como ella la amaba. Porque la Madre Berride sentía en su corazón
místico, una llamada, que la llevaba “a comulgarse a la iglesia Catedral y le
infundió un especial amor a la Capilla”, donde los oscenses adoramos al Santo
Cristo de los Milagros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario