sábado, 4 de marzo de 2023

Lucien Briet y el agua

 


Pantano Montearagón


En estos tiempos, constantemente se nos advierte a los ciudadanos del peligro que supone la escasez de agua. Incluso este año de 2008, contemplando el paso de la cabalgata de los carnavales el día dos de Febrero, un grupo de personas  disfrazadas con túnicas, llevaban sobre ellas, trozos de tela en los que ponía “el agua es vida” y en otros “es preciso cerrar los grifos”.   Antes, muchos pueblos no tenían fuente o no manaba a temporadas y ahora en las enormes ciudades, todos los ciudadanos disponen de fuentes artificiales, que son sencillamente, los grifos. Antes, en las casas disponían de cántaros y de tinajas; en  las balsas acumulaban el agua de la lluvia, que recogían no sólo la procedente de las canales de los tejados,  sino la que bajaba por el suelo de las calles. Ahora se riegan parques y jardines e incluso campos de golf. Pero la advertencia actual de que “el agua es vida”, la pregonaban ya hará unos cien años. El año 1909, publicaron en Bagneres de Bigorre,  el libro escrito en francés por Lucien Briet,  titulado “Les gorges du Flumen et le Salto de Rodán” que dice lo siguiente: en Campodarbe, a seis kilómetros de Boltaña y a una altura de 1049 metros “el agua falta hasta el punto, que durante el verano, sus habitantes se ven obligados a ir a buscarla al río Fuebolas”.Un tal Cavero, acogió en su casa al explorador del Pirineo Lucien Briet y éste escribió que le “mostró con orgullo una cisterna alimentada por goteo de las tejas de sus tejados”. Menos mal que todavía quedan hombres prudentes, como Rafael, que en Siétamo, ha construido una hermosa casa y recoge las aguas de sus tejados en un depósito. Un particular se preocupa de retener el agua, para usarla cuando tenga necesidad de ella, pero la Nación no se preocupa de levantar pantanos ni de tender conducciones, en tanto las aguas sobrantes del Ebro se van al mar, sin ser útiles a los aragoneses ni a los levantinos. En Aragón nos pasamos el tiempo reclamando las aguas del Ebro, pero sin hacer nada para retenerlas y utilizarlas y van pasando los años y regarán el Levante, sin que nosotros hayamos hecho obras para regar lo nuestro. No me refiero sólo al pantano de Yesa y a su recrecimiento, sino también a la creación de otros menores, como el que pidió el Ayuntamiento de Siétamo más abajo del pantano de Vadiello, que compensaría la injusticia de que Huesca capital se apoderara del pantano que pidieron los pueblos regados por el Guatizalema. En el río Alcanadre todavía se  está estudiando su aprovechamiento, pero  no se habla de hacer tres balsas para que rieguen en Ibieca, en Aguas y en Liesa y que se llenarían con un azud en el Alcanadre a la altura de Pedruel, que por la misma conducción, bajaría el agua por Santa Cilia de Panzano y  se podría rellenar el pantano del Flumen. Tanto le impresionó a Briet el aspecto vegetal de la Sierra de Campodarbe,  que decía:  “no me hartaría de repetir a los aragoneses que conserven con cuidado los bosques que les quedan. Todo árbol destruido por ellos, será para siempre perdido para ellos”.Quedé sorprendido porque a mí me había ocurrido lo mismo, con la Serreta de Montearagón,  a la que veo y he visto desde hace más de setenta años, despojada de sus carrascas e incluso pinos que estaban alrededor del Monasterio y he contemplado, cuando era joven, las llamas que los pastores encendían en aquellas laderas, al llegar el invierno para que en primavera brotara la hierba verde para comer el ganado, pero “ los montañeses, bajo las amenazas de la sed, tendrán que abandonar su suelo natal o vivir igual que en otro Sahara”. A Lucien Briet, un gran hombre, no le hicieron caso, a pesar de “hartarse de repetir a los aragoneses que conservaran con cuidado los bosques que les quedaban”. Yo, había sentido su inquietud, porque varias veces he escrito el caso del Sahara de Montearagón y comprendo que si a Briet no le hicieron caso, a mí,  que no soy nada, ¿cómo a mí,  me lo iban a hacer?. Si rellenaran el pantano de Montearagón con aguas de La Peña y del Alcanadre, se podría tornar verde, con un sistema de riego por aspersión, el diabólico aspecto de la asquerosa Serreta, vergüenza de Huesca.

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