Baltasar Gracián en su obra El
Criticón, dio vida a Critilo y a
Andrenio. Comienza su obra con el naufragio de Critilo y su salvador el
ignorante Andrenio, al que después formó
Critilo para salvarlo de los múltiples posibles naufragios morales, a
los que da ocasión la vida humana. Esta actitud dicen que les llevó a la
inmortalidad junto con su creador Baltasar Gracián, pues en El Criticón explica “la relación que va a darse…entre Andrenio,
sólo crecido en la naturaleza, niño sin saber hablar aún, y Critilo,
experimentado en la prudencia y mostrador de ella”.
Gracián sin comparar a Andrenio
con Rómulo y Remo, también criados por las fieras, concretamente por lobos, se
ve impulsado por las clásicas epístolas de Séneca a Lucilio y parece compartir
con Erasmo el Elogio de la Locura, para demostrar “ el carácter ficticio y
engañoso que presidía la universal locura humana”. Escribe “hay a veces entre
un hombre y otro casi tanta distancia como entre el hombre y la bestia, si no
en la sustancia, en la circunstancia, si no en vitalidad, en el ejercicio de
ella”.Coincidía este pensamiento con los principios de la Contrarreforma, que
del pecado original hacía una clara condición de los humanos. Ya se habían
pasado con los siglos aquellos viejos “dichosos tiempos”, que Cervantes había
ya dado por acabados, al terminarse aquella época en que los hombres “ no
conocían las palabras tuyo y mío”.
Gracián ante tan graves problemas que se presentaban al hombre,
sintió la necesidad de escribir, ya que su vocación se lo pedía y resultó ser
un gran escritor, basándose en los escritores antiguos, como Séneca, Tácito,
Platón, Aristóteles, Marcial y en los refranes recogidos por el pueblo a lo
largo de los siglos y trató de educar los “ojos del alma”, para que existieran
muchos seres humanos que supieran sobreponerse al mal comportamiento, porque
“hay a veces entre un hombre y otro casi tanta distancia como el hombre y la
bestia; si no en vitalidad, en el
ejercicio de ella”. Se preocupa Gracián
de que los hombres puedan leer sus libros, pues necesitan conocimientos
para defenderse de los otros y por eso no elige para combatir la injusticia
humana procedimientos como el “apartamiento”, la elevación del espíritu ni el
recogimiento ni exalta el espíritu del Evangelio.
Pero Baltasar Gracián al darse
cuenta de la maldad del enemigo de Lorenzo, que era “justo equitativo y
saludable” se da cuenta de que tiene necesidad de convertirse en un héroe
evangélico, pues dice: ” no puede la grandeza
fundarse en el pecado, que es nada, sino en Dios que lo es todo”.Y al final de
su Oráculo Manual y Arte de Prudencia dice que al hombre “tres eses hacen dichoso: santo, sano y sabio”.
Pero el mismo Gracián reconoce
que hay personas perversas, que hacen que la diferencia con otras discretas con
su voluntad y entendimiento, que ven crecida su discreción con su juicio y su
ingenio, al decir: ”hay a veces entre un hombre y otro casi tanta distancia
como entre el hombre y la bestia; si no en la sustancia, en la circunstancia,
si no en vitalidad, en el ejercicio de ella”.
Y en los diálogos que tenía con
su perseguidor, Lorenzo utilizaba su sabiduría y su discreción, que no eran
atendidas por él y su sabiduría y su discreción se veían atacadas por los tormentos,
que tuvo que aguantar imitando a Cristo, como “la cárcel, azotes con
escorpiones, varas y cordeles emplomados, planchas de hierro hechas ascua. Por
último fue asado vivo en unas parrillas, donde consumó el martirio”.
San Lorenzo fue hijo de los santos
Orencio y Paciencia y le dieron una educación muy cristiana y correspondió a
ellos con “una inclinación como nativa a todo lo que era virtud”. Su corazón
era tan “noble, intrépido y generoso”, que Baltasar Gracián encontró “en
nuestro cristiano un héroe”.
Y así lo alaba y proclama como
héroe con su estilo exageradamente barroco en su obra El Héroe: ”Mas apreciando
los héroes verdaderos, equivocan en Augustino (San Agustín) lo augusto con lo
agudo y en el lauro (Lorenzo) que dio Huesca para coronar a Roma compitieron la
constancia y la agudeza”. La palabra Lauro está relacionada con el laurel, que
ya entonces y ahora sigue empleándose para fabricar coronas triunfales para los
santos y para los héroes en general. Dice que Huesca dio un Lauro o un Lorenzo
para coronar a Roma, donde en la iglesia
de San Lorenzo compiten “la constancia y la agudeza”, por ejemplo en el mármol
que los fieles romanos exhibieron, manchado con la sangre del mártir San
Lorenzo, hace ya cerca de dos mil años y que aún ahora está expuesta a los
fieles.
Hay que admirar
también la “constancia y la agudeza” de los oscenses, que en un cuadro de la
sacristía de San Lorenzo, pensaron pintar a San Sixto con San Orencio y Santa
Paciencia, donde hoy se encuentra
situada la Ermita de Loreto, donde cultivaban sus tierras. Estaban allí
entregando a San Sixto a su querido
hijo, al que vino a buscar ese San Sixto II, que fue Papa. También demuestra
agudeza la ciudad de Huesca al representar el fuego que abrasó a San Lorenzo,
dándole a la fachada de su iglesia la forma de una parrilla.
El mismo Gracián se da cuenta de
que entre los héroes hay algunos en los que “reina el corazón, en otros la
cabeza; y es punto de necedad querer uno estudiar con el valor y pelear otro
con la agudeza”
Como héroe, reconocido por
Gracián, poseía “un corazón noble, intrépido y generoso”, pero San Lorenzo
además pensó en la doctrina “que cura sorderas espirituales y protege a los
cristianos contra las pérfidas doctrinas de los malvados”.
Hemos visto como San Lorenzo era
santo, pero también era sano, pues había nacido en tierras vasco-ibéricas, que
más tarde crearían el Reino de Aragón al “ que los extranjeros llaman la buena
España”.”¿Qué te parece de esta nueva región?-dijo Critilo-.¿No percibes qué
aires estos tan puros?.Así es, respondió Andrenio.¡Qué buen puesto éste para
tomar alimento y asiento!”. San Lorenzo estaba acostumbrado a repartir
alimentos entre los pobres de Roma y
tenía no sólo cuidado para que sus prójimos pudieran comer, sino que observando
uno de los cuadros de la sacristía, se ve como se preocupaba por su higiene y
por la limpieza de sus ropas, al contemplar a San Lorenzo arrodillado en el
suelo, en el que lava a un ser humano, no sólo como su prójimo sino como hijo
de Dios, como él mismo.
Y como hermanos consideró a los
habitantes de su ciudad natal, la Osca
que estaban romanizando y también a ellos quiso combatirles el hambre del
espíritu, pues a ellos les envío el Santo Grial, para que comieran y bebieran
el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Y los oscenses conservan la tradición de estas
historias y leyendas, como lo dejan ver, cuando la Cofradía del Santo Cáliz
sale cada año en la procesión del Viernes Santo.
Y se ve también esa constancia
leyendo la Crónica del Alba de Sender, en la que coincide con Baltasar Gracián
al decir que “los tres hombres y mujeres más necesarios al fundamento de la
grandeza son los santos, los poetas y los héroes”.Añade:”De tres clases de
hombres (y mujeres), está hecha de fortuna y de gloria esta tierra. Los unos con
... su corazón amoroso de Dios y de los hombres…su disposición a ayudar
a los demás y vivir sin tener más presencia que la sombra de las virtudes.
Estos hombres son los santos”.
Y son constantes los oscenses en
el culto a San Lorenzo, porque siempre se ven personas que suben a Loreto a
rezarle al santo y cuando pasan por la Torre de Farina, ante una cruz que hay
al lado del camino, se vuelven de espaldas y lanzan piedras sobre la base de la
Cruz, como aquel que quiere hacer olvidar lo que se hizo sufrir al santo. Y en tiempos de Felipe II, imitándole en la
elevación del Monasterio del Escorial, levantaron, con su ayuda, el Monasterio
de Loreto.. Y es que hay una identificación de los oscenses con su Patrono,
porque ven en ´´ él un vencedor” y no
sólo con laurel, sino con albahaca; el pueblo quiere mantener verde, como las
flores el recuerdo de San Lorenzo y para ello renueva su verdor, llenando de
albahaca todas sus imágenes y arrojándosela cuando pasa su imagen en la
procesión laurentina. Y es que esa albahaca con su color y con su aroma
recuerda a los oscenses que es como un remedio “eficaz de muchos males”, contra
los que el santo lucha, entre otros “cura las sorderas espirituales y protege a
los cristianos contra las pérfidas doctrinas de los malvados”.
Y no sólo manejan los oscenses la
albahaca ante las imágenes y en la procesión, sino que la llevan los mozos en
el bolsillo de su blanca camisa y las mujeres en el pelo, cuando van a los
toros y a las fiestas. Pero lo que más impresiona es ver como en tanto que prolifera
el color verde y el aroma de la albahaca, en la iglesia de San Lorenzo y en
todas las calles de Huesca, cuando vas
el día diez de Agosto al Cementerio, se ven ramos de esa albahaca por multitud
de tumbas de oscenses, ya pasados por este mundo, pero que sus hermanos y
amigos y descendientes los quieren tener unidos a su Santo Patrono San Lorenzo.
Ellos, allá arriba ya gozan de su
presencia, pero la albahaca en el Cementerio, une a los oscenses vivos con San
Lorenzo.
Los héroes y los santos son
inspiradores del arte y al llegar San Lorenzo se escuchan orquestas, bandas de
música y el pueblo canta jotas y la danza se pasea por las calles de Huesca y
los danzantes golpean con sonidos metálicos sus espadas y con sonido de golpes
de madera sus palos y saltan y se contraen y se estiran al son de la música,
que entusiasma a la gente y entra en un éxtasis de gozo cuando llegan los
danzantes y se ríen y lloran y gritan
con entusiasmo y al pasar, esperan que vuelva otro año, para unirse al Santo,
para volver a pedirle sus gracias, que las obtienen porque tienen fe en el
héroe y santo oscense y con él se identifican.
Según escribe Joaquín Lomba, en
Aragón ha habido varios hombres de distintas religiones que se han esmerado en
ser maestros del espíritu. Tenemos en primer lugar a Avempace, musulmán de
Zaragoza, donde nació el año mil ochenta y cinco. Fue el filósofo que dio
cuenta a Oriente y a Occidente de las doctrinas de Aristóteles. En su obra El
Régimen del Solitario dice: ”Con la corporeidad el hombre es un ser existente,
por la espiritualidad, es más noble; y por la intelectualidad es un ser divino
y perfecto. Así pues, el que tiene sabiduría, es necesariamente un ser perfecto
y divino”.Este Avempace influyó en la obra del Criticón de Baltasar Gracián.
Abu-Fahm ibn al-Tabban era otro
zaragozano que escribió: ”La razón y la fe son dos luminares-que el alma humana
restauran y sus ojos aclaran.-Enseñaron los entendidos varones de consejo,-que
la razón es el luminar del alma,-y le proporciona en todo momento escondida
luz;-gira a su alrededor a fin de enseñarle-a andar del Señor por los rectos
viales”.
Vemos como los musulmanes
coinciden con Baltasar Gracián en el estudio de los libros que se cuidan de la
razón y de la fe.
El Alcalde de Huesca envió al
Príncipe de Asturias el Criticón, para que pensara racionalizando sus
pensamientos.
Vemos como ahora que vienen de
nuevo a España muchos musulmanes y se está estudiando la forma de que estudien
su religión; en cambio se están estableciendo dificultades para la enseñanza de
la fe en la que creyó San Lorenzo.
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