Hoy he madrugado y me he sentado delante de la
Televisión para ver y escuchar las últimas noticias. He dado en el enchufe en
un aparato de luz, con su acristalada tulipa, tallada con bonitos adornos.
He escuchado y
mirado a la pantalla de la Televisión y sólo he oído y visto desgracias
producidas por el odio terrorista y el descuido de los conductores en las
carreteras. He desconectado la Tele y me ha producido una sensación de belleza
y de paz, la proyección de los adornos tallados en la tulipa, en la pared del
salón, que parecía un conjunto como de estrellas, que la adornaban, como las
del cielo le dan belleza y misterio a la noche.
He abierto un libro del siglo XIX y he encontrado la
reproducción en colores de un retrato de Santa Teresa de Jesús y de la misma
forma que la tulipa me produjo sensación de bienestar, el rostro de la Santa,
parecía que su inteligencia desprendía meteoros brillantes, que “trazaron
luminosa estela que ha guiado a la humanidad”.
La Televisión me hacía vivir "el genio de la
guerra junto con el espíritu de discusión, que se aunaron en el mismo palenque
para romper todas las trabas sociales, tanto en el orden físico, como en el
moral”. Me distraía de aquellas preocupaciones, la contemplación de la
proyección de las estrellas de la tulipa en los muros de la casa. Pero aquellas
distracciones no apagaban las preocupaciones de las desgracias, que había
contemplado y escuchado en la Tele, como le pasaba a la niña Teresa, que leía
los libros de caballerías, que más tarde le dieron a Cervantes la oportunidad
de lanzar al público su poema gigante de Don Quijote de la Mancha. Acabó con
aquellas novelas que no dirigían por el buen camino la educación moral e
intelectual de la futura Santa.
Hay consuelos que son agradables, pero que no
resuelven nada, como la proyección de la tulipa y hay otros como las lecturas
de Teresita, que conducían al mal.
Pero el Señor amaba a Teresa y le mandaba pruebas,
como la muerte de su padre, igual que a cualquier ser humano, religioso o
seglar se le mueren sus parientes más
próximos; difuntos que nos reconcilian con Dios para siempre. Si, seguimos
amando al Señor, a pesar de que la gente, en general sonríe indiferente ante la
vida piadosa de las religiosas, pero “ su espíritu victorioso sigue trepando
por la escala de Jacob al trono inmenso de la bondad infinita”.
Y Teresa usaba los medios, que para eso le deparaba
en sus manos un Cristo, obra de una mano de artista, inspirada por un estímulo
celestial y con el Cristo conoció las Confesiones de San Agustín, obra de un
genio y como su mente también era genial, vivió doblemente inspirada por el
arte del Cristo y arrebatada por la “poderosa voz de la inspiración y de la
filosofía de San Agustín”.
El mismo día que pude leer la vida de Santa Teresa,
subí a la Catedral de Huesca y en su cara Sur, hay un pórtico sin rejas
protectoras y está a veces sucio y en el que siempre que puedo voy a contemplar
y a rezarle al Cristo, que lo preside. Es original y llama la atención, aunque
pocos se lo miran, pero aquel día, al llegar a sus pies, encontré una señora
que le estaba rezando.
Hablé con ella y coincidió conmigo en lo sucio y
abandonado que se encuentra dicho pórtico, a pesar de la devoción que movía en
su corazón.
Y acabo con la
frase del viejo libro que dice
así: "¿no es verdad, mi amada patria, que es una impertinencia contaros a
la española estos acontecimientos españoles, conducidos por la mano de una monja de la vieja España?.
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