El profesor Julio Contreras, de
la Universidad Nacional de Pilar, ciudad del Paraguay, en la conferencia que
pronunció en la Diputación Provincial de Huesca, dijo que más que pronunciar alabanzas
y odas a los grandes hombres, lo que se debe hacer es ocuparse de su tarea, de
su forma de ser y de su comportamiento y de su obra. Ahora los aragoneses
estamos admirando su obra y noa a él o a sy familias preocupan los
acontecimientos de su vida, pero ya hace años que yo bajaba al pueblo donde
nació Félix de Azara a ver la casa donde nació. Un señor, que supongo sería el
encargado de la casa y del patrimonio de la familia descendiente de los Azara,
me dio explicaciones sobre el ya antiguo coche de caballos, que descansaba en
el patio de la casa, sin prisas de largos viajes, que su hermano José Nicolás,
embajador en Francia, hacía a París tirado por caballos, que como seres vivos,
se habrían muerto y nadie tenía memoria de ellos. Aquella casa ha sido después
reformada y desde la antigua saldría José Nicolás hacia Huesca, pasaba por el
pueblo donde había nacido su buen amigo el Conde de Aranda y con cierta
frecuencia visitaba al compañero que con él, convivió en París y con quien se escribía
cartas. Según escribe Severino Pallaruelo:”Se detenía en el palacio de los
condes. Admiraba los salones. Allí había libros y estampas, telas exóticas y
muebles hermosos…ambiente donde desarrollar…debates acerca de la felicidad el
género humano”. Estas palabras se encuentran en el libro “Bardaxí”, que estuvo
casado con la única hermana de Félix y de José Nicolás. No sé si viajaría
alguna vez Félix con su hermano, porque casi no tuvieron tiempo de conocerse en
sus años jóvenes, pero se cumplieron los deseos familiares al volver de América, ya que viajó a ver a su
hermano a París. Yo, que de niño antes de la Guerra contemplaba el patio, las
escaleras y algún salón del Palacio de los Condes, ahora veo las ruinas de
dicho Palacio, del que conservo una mesa y dos sillas y he visto como
desaparecía una gran cuna colgada en un muro del Castillo.
Vivió Félix veinte años en la
selva que hoy pertenece a Brasil, a Paraguay, a la Argentina y a Uruguay y en
ella conoció multitud de hermosos y raros animales y plantas, cuyas vidas
estudió, en lugar de dedicarse a hacer fortuna. Cuando marchó sentía en su
corazón el separarse del río Paraná, de las plantas, de los indios mbayás y de
los guaraníes y de animales como los tuís y de los ñandús. Corrigió algunos
errores del Conde de Bufón y fue un maestro de los naturalistas europeos, pero
a medida que iba avanzando por el océano hacia España, recordaba aquellas
bandadas de aves de colores y aquellas cascadas y se mezclaban sus recuerdos
con los del paisaje del Somontano, desde Barbastro hasta Huesca, pasando por
Barbuñales. Fue amigo de Goya, que dejó un magnífico retrato de Félix de Azara.
El catedrático don Julio
Contreras, nacido en Argentina y de origen catalán, resalta la cultura
aragonesa, tratándola de prototípica de España y tal vez le inclinó por los
aragoneses el nombre de la ciudad paraguaya
donde trabaja y que se llama Pilar. Cita a los almogávares y después a
Goya, a Luzán, a Laín Entralgo, a los Azaras, a Ramón y Cajal, a Sender y a los
Sauras, entre los que yo recuerdo. Dice que tal vez se entiende esta afirmación
por la dureza del clima y de las rocas, esa vegetación magra, que influirían,
por ejemplo en Ramón y Cajal y en Félix de Azara.
Recordaba la visita que hace poco
tiempo hizo junto con otros amigos a la tumba de Félix de Azara, que se
encuentra en la cripta de los hermanos Lastanosa. Le pareció un lugar triste
porque había poca luz y la tumba era pequeña y estaba al lado de dos enormes
estatuas de los hermanos Lastanosa. Hubiera quedado más alegre su tumba si hubiera estado en el territorio
de Barbuñales, más iluminado por el sol, ya que hubiera recordado ese sol
brillante que luce en el Paraguay. Una
impresión parecida le produjo a mi difunto amigo Angel Claver. ¡Que los
jóvenes sigan el ejemplo de Félix de Azara!
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