Hace escasos días, conocí a
Dominica Novellón Cernuda, en el paseo del Parque Erreniaga, que cruza el
centro de la ciudad de Zizur Mayor. En ese breve espacio de tiempo, me aclaró
que tenía un espíritu poético, bondadoso y pleno de conocimientos teóricos y
prácticos. Pero me causó otra gran satisfacción paralela a la de su persona,
con su revelación de que era sobrina del sublime poeta de la
generación del 27, Luis Cernuda.
Este encuentro con Dominica,
aconteció en uno de los últimos días del mes de octubre de 2013, y después de presentarme, con su corazón, bondadoso, poético, y familiar, entre otras muchas las cualidades de su glorioso tío Luis Cernuda, yo me marché
a mi residencia y empecé a leer su “poesía abismal, profunda, existencial”,
como la llama el periodista Ignacio
Camacho. Este escritor, declara en el diario
ABC, del cinco de Noviembre, qué : “No hay en la poesía española, quizá
desde Quevedo, una voz tan conmovedora, intensa, propia y desgarrada como la de
Luis Cernuda” y con esa voz se lamenta de su salida de España y de su
ostracismo o su sentido de estar ausente de una España, mediocre
intelectualmente y políticamente, con una existencia plena de sectas rojas , blancas, azules y de todos los
colores. Luis Cernuda se castigaba a sí mismo, con esa emigración, de las
dolores que sufría de desolación y de tristeza, al ver y contemplar el ambiente
miserable, regido por los diablos que sembraban de tristeza a todos, como se
pueden recordar las lágrimas de Belchite
y aquellos comandantes falsos, creados por algún sindicato y la sangre
derramada por unos y por otros. ¿Cuánta
hambre tuvieron que sufrir,
algunos españoles muertos de hambre? ,
porque concretamente en Belchite, con sus labios y sus lenguas aspiraban la
sangre de otros españoles muertos.
Coincide el cincuenta aniversario
de la muerte de Luis Cernuda, muerto en Méjico en 1963, el día 5 de Noviembre, del que me he enterado por el
ABC, del tres de noviembre de este año
de 2013, con mi artículo del día 4 del mismo mes y año que se titula : ”La
siega en el año 1936, en Las Valles de Siétamo”.
Empieza la noticia del
cincuentenario de la muerte de Luis Cernuda, Manuel de la Fuente, con estas palabras:
”El odio y destrucción perduran siempre-sordamente en la entraña-toda hiel
sempiterna del español terrible,-que acecha lo cimero-con su piedra en la mano”.
Describe con realismo aquel dolor, que producían en sus compañeros españoles,
las muertes continuas de sus enemigos
unas veces y otras de sus amigos. Porque a su amigo Federico García Lorca,lo
fusilaron los de un bando, mientras otro
bando, asesinaba a su también amigo José
María Hinojosa.
Y si en España se mataban
mutuamente unos y otros, en mi pueblo de Siétamo, a los pocos días de comenzar la siega , llegaron las
cuadrillas de guerrilleros de mil bandos distintos y al “Padre Jesús”, cuyo
nombre ignoramos los sietamenses, le dijeron que gritara :Viva la revolución ,
a lo que él, contestó gritando: Viva Cristo Rey.
Tenía razón Luis Cernuda, cuando
se quedó en la Guerra y después de ella, “desasosegado y hasta rencoroso con su
vieja Patria, a la que alguna vez llamó esa tierra de cabreros”. Pero no sólo
los cabreros podían en ciertas ocasiones mostrarse violentos, sino que en
pequeños pueblos como Siétamo, murieron fusilados cientos de hombres y
mujeres y no se han contado aquellos muertos que descansan en la tierra de sus
montes, a causa de las bombas de artillería,
de aviación, de ametralladoras y de fusiles. En mi artículo de “La siega en el año 1936, en Las
Valles de Siétamo”, aquellos segadores eran buenos ciudadanos, tanto que uno de
ellos, recogió el pañuelo que yo había manchado con la “sangre verde de un
insecto” y cuando llegó a Siétamo, lo
entregó en casa de mi familia. Tú, también encontraste muertos por la Guerra,
igual que los segadores de Siétamo, y tu espíritu poético, de una sensibilidad
extrema escribía, poesías en 1936 sobre la crueldad salvaje de la Guerra, e
incluso criticaba los excesos de sus correligionarios. Y agradecía a un amigo con
estos versos. “Gracias, compañero, gracias-por
el ejemplo. Gracias porque me dices-que el hombre es noble._ Nada importa que
tan pocos lo sean:-Uno, uno tan sólo basta-como testigo irrefutable-de toda la
nobleza humana”.
Muchos poetas le han escrito con
motivo de su cincuentenario. Me gusta leer el verso inédito de Herta Müller,
que le dirige a Cernuda estas palabras: “El primer pájaro que yo vi-era un
pañuelo en el viento-ningún engaño-sólo presente en demora.
Cómo coincide el primer pájaro-
pañuelo de Herta Müller, con el pañuelo con sangre verde, que abandoné en el
monte de Siétamo y era un anuncio en el mes de Julio de 1936, de un enorme
derramamiento de sangre, que ha hecho a Cernuda, lamentar como se expresa Ignacio Camacho “con una
voz tan conmovedora, intensa, propia y desgarrada”.
Mucha pasión la que me has transmitido, me ha gustado mucho la entrada (aunque hay un uso inapropiado de las comas, debo decir)
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