lunes, 9 de diciembre de 2013

La Historia va pasando, y ¿qué queda?

Lasaosa (Huesca)

Me he encontrado en un Bar, a Saturnino Lloro, nacido en el pueblo del Río Guarga, llamado Lasaosa. Este pueblo ya desapareció hace unos años, aunque, a veces, lo habitan unos zaragozanos. Son gentes que extrañan la vida en las ciudades, pero que Saturnino no se explica cómo pueden vivir en una tierra, que ellos, no utilizan para producir alimentos,  ni para criar animales. Ahora ya no puede Saturnino investigar esas vidas misteriosas de unos zaragozanos, que no tienen productos con los que comerciar, porque no llegan por ahí  comerciantes que los compren. Además Saturnino ya tiene ochenta y cuatro años y no puede subir a la ribera del río Guarga. Se sabe que han arreglado algunas casas, en cuyos hogares combaten el frío, con la leña que abunda en Lasaosa. Pero uno se pregunta, los alimentos y la gasolina, ¿de dónde los sacan?. Es la de este pueblo una vida misteriosa porque ya,  en tiempos de San Urbez, éste dejó una huella de sus abarcas, en una peña, que todavía se puede contemplar. Esto de las abarcas, puede servir de ejemplo a los zaragozanos, para calzar sus pies, pero,  sin embargo, no se les ve nunca que calcen sus pies con abarcas. El ya mayor y sensato político y abogado oscense, Señor Baso, que vive en Madrid, procede de una familia, que  ya hace muchísimos años, poseía una tienda en el Coco Bajo, que se llamaba El Bebé, donde no sólo vendieron abarcas, sino que  las fabricaron. La elegancia del Señor Baso, podía contrastar con su proximidad a las abarcas, pero no causan en su personalidad un mal efecto, porque no sólo, esos calzados los ha conocido, sino que sabe de memoria toda su historia en Huesca. Cuando hablo con él, al llegar a Huesca, se apodera de mí, una pena en  el  alma, porque no me queda tiempo para preguntarle sobre la Monarquía y la República y los gobiernos y las personas, que influyeron en nuestra ciudad, para su bien o para su mal.  Él podría hacernos una distinción entre las abarcas de San Urbez y los “calceros” que dejó marcados sobre una roca allá en Lasaosa. Han pasado desde entonces miles de años  y sin embargo, allí están las huellas de la vida de San Urbez, durante  el año novecientos, antes del año mil. Pero no sólo se le puede preguntar al Señor Baso por las abarcas, sino que se le puede pedir, que nos cuente como era aquel vaso, que contenía reliquias, que fueron de la Venerable Madre Berride, Monja de Santa Rosa. En su casa dejaron las monjas el relicario, por si acudían al Colegio de Santa Rosa, a  profanarlo. Su familia,  como he dicho, vivía en el Caso Bajo, cerca de Santa Rosa. Acabó la persecución y se terminó la Guerra Civil, dejaron las monjas el convento y se fueron a vivir, al nuevo Colegio de Santa Rosa. Creo que en la capilla, están sepultadas la Madre Berride y una santa compañera, acompañadas por el Relicario de la Madre Berride.   
 ¿Cómo han pasado tantos hombres durante tantos años?. Santa Rosa, el viejo convento ha desaparecido y los habitantes de Lasaosa, que durante tantos años vivieron en dicho pueblo, del que algunos emigraron a la Argentina, se encuentra vacío. Sólo en ocasiones es visitado por zaragozanos. En cierta ocasión, uno de esos habitantes, bajaba montado en un automóvil, por esas cuestas, por  las que se sale de uno de los desaparecidos pueblos, que se encuentran, subiendo a Monrepós. Se le acabó la gasolina y el coche se le paró. ¡Qué feliz iba ser en dicho pueblo, pero que triste se quedó al encontrarse, sólo y olvidado en una cuneta de la carretera!. 
Pero en Lasaosa,  como en los demás pueblos de la Guarguera, a pesar de emigrar muchos de sus habitantes y de luchar en las sucesivas guerras, que han creado el odio y la lucha entre ellos, siempre quedaba gente, que allí mismo  permanecían viviendo. Se casaban con otros u otras, hijos de los pueblos vecinos, como los de San Esteban , de Solanilla, de Gésera, de Grasa, antes de Garasa, Yéspola y Bellarra, de nombre totalmente vasco. En esa tierra a orillas del río Guarga, vivían labrando sus escasas tierras, pastoreando los montes y cortando leña, para combatir el frío invernal y si podían, vendían alguna partida de ella.
Pero pasaron muchos años, durante los cuales,  han dejado Iglesias, que se pueden ver todavía, derrumbadas sobre el suelo. Quedan también Casas-Nobles, como Castillos de antiguas familias, como la de Villacampa, que vivía en Laguarta. Aquellas Iglesias que habían levantado con gran sacrificio, porque había pueblos con dos casas, que las habían construido como hermosos templos. En esos templos rezaban cada día, pero para la Fiesta de San Urbez, que tenía sus templos en Nocito, las Cofradías, se unían y cantaban, como todavía se acuerdan  muchos hombres de distintos pueblos, del sermón que en Nocito pronunció el Párroco de Angüés,  Javierre, hermano del Cardenal, nacido en Siétamo.
Pero Saturnino Lloro, natural de Lasaosa, hace ya  unos cincuenta años, que abandonó su pueblo y se puso a trabajar en Huesca, con la familia del Veterinario David Mairal. Ha visitado casi todos los pueblos de la Guarguera, pero en Lasaosa , ya no ha estado más. En Huesca ha convivido con su historia y conoce a todas las personas que nombro en este relato. Por ejemplo a Fernando Bergua, el herrero de la Calle de Goya, que conoce la historia del notable Abogado Baso. El republicano  Manuel Abad, del que dicen que nació en Siétamo, y fue el que dirigió la Revolución republicana en la provincia de Huesca, en 1848. Después de recorrer Ayerbe,  Bolea, fue sitiado en Siétamo. Mis abuelos le ofrecieron huir de sus perseguidores, pero él se negó. Mi abuela lo cogió del brazo y se lo entregó al capitán, que dirigía la tropa. Le dijo que no lo fusilaran y el capitán, buena persona,  le dijo que no. Pero al poco tempo lo fusilaron con catorce republicanos en el Cementerio de Las Mártires de Huesca. Fernando Bergua, gran conocedor de la ciudad de Huesca y de sus pueblos, me lo contó, diciéndome que era pariente de Manuel Abad. Este  escrito es un resumen de la Historia de los muertos, que todavía no se ha acabado. Me dijo que también conocía a un señor, que se casó con una señora nacida en Lasaosa, que se casó con Don Aurelio Bosor, crítico musical, que hacía las crónicas de la música, que se escuchaba en Huesca. El mismo Fernando, le dejó a un amigo suyo, llamado Fernando Llorens, un libro sobre San Urbez y sus amados Santos Justo y Pastor, porque su hija, promovía las figuras de San Urbez y de los santos Justo y Pastor.

Saturnino Lloro tiene ochenta y cuatro años de edad y hace cincuenta que se fue de Lasaosa, pero su recuerdo lo lleva dentro de sí mismo.     

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