Lasaosa (Huesca) |
Me he encontrado en un Bar, a
Saturnino Lloro, nacido en el pueblo del Río Guarga, llamado Lasaosa. Este
pueblo ya desapareció hace unos años, aunque, a veces, lo habitan unos
zaragozanos. Son gentes que extrañan la vida en las ciudades, pero que
Saturnino no se explica cómo pueden vivir en una tierra, que ellos, no utilizan
para producir alimentos, ni para criar
animales. Ahora ya no puede Saturnino investigar esas vidas misteriosas de unos
zaragozanos, que no tienen productos con los que comerciar, porque no llegan
por ahí comerciantes que los compren.
Además Saturnino ya tiene ochenta y cuatro años y no puede subir a la ribera
del río Guarga. Se sabe que han arreglado algunas casas, en cuyos hogares
combaten el frío, con la leña que abunda en Lasaosa. Pero uno se pregunta, los
alimentos y la gasolina, ¿de dónde los sacan?. Es la de este pueblo una vida
misteriosa porque ya, en tiempos de San
Urbez, éste dejó una huella de sus abarcas, en una peña, que todavía se puede
contemplar. Esto de las abarcas, puede servir de ejemplo a los zaragozanos,
para calzar sus pies, pero, sin embargo,
no se les ve nunca que calcen sus pies con abarcas. El ya mayor y sensato
político y abogado oscense, Señor Baso, que vive en Madrid, procede de una
familia, que ya hace muchísimos años,
poseía una tienda en el Coco Bajo, que se llamaba El Bebé, donde no sólo
vendieron abarcas, sino que las
fabricaron. La elegancia del Señor Baso, podía contrastar con su proximidad a
las abarcas, pero no causan en su personalidad un mal efecto, porque no sólo, esos
calzados los ha conocido, sino que sabe de memoria toda su historia en Huesca.
Cuando hablo con él, al llegar a Huesca, se apodera de mí, una pena en el
alma, porque no me queda tiempo para preguntarle sobre la Monarquía y la
República y los gobiernos y las personas, que influyeron en nuestra ciudad,
para su bien o para su mal. Él podría
hacernos una distinción entre las abarcas de San Urbez y los “calceros” que
dejó marcados sobre una roca allá en Lasaosa. Han pasado desde entonces miles
de años y sin embargo, allí están las
huellas de la vida de San Urbez, durante
el año novecientos, antes del año mil. Pero no sólo se le puede preguntar
al Señor Baso por las abarcas, sino que se le puede pedir, que nos cuente como
era aquel vaso, que contenía reliquias, que fueron de la Venerable Madre
Berride, Monja de Santa Rosa. En su casa dejaron las monjas el relicario, por
si acudían al Colegio de Santa Rosa, a profanarlo. Su familia, como he dicho, vivía en el Caso Bajo, cerca de
Santa Rosa. Acabó la persecución y se terminó la Guerra Civil, dejaron las
monjas el convento y se fueron a vivir, al nuevo Colegio de Santa Rosa. Creo
que en la capilla, están sepultadas la Madre Berride y una santa compañera,
acompañadas por el Relicario de la Madre Berride.
¿Cómo han pasado tantos hombres durante tantos
años?. Santa Rosa, el viejo convento ha desaparecido y los habitantes de
Lasaosa, que durante tantos años vivieron en dicho pueblo, del que algunos
emigraron a la Argentina, se encuentra vacío. Sólo en ocasiones es visitado por
zaragozanos. En cierta ocasión, uno de esos habitantes, bajaba montado en un
automóvil, por esas cuestas, por las que
se sale de uno de los desaparecidos pueblos, que se encuentran, subiendo a
Monrepós. Se le acabó la gasolina y el coche se le paró. ¡Qué feliz iba ser en
dicho pueblo, pero que triste se quedó al encontrarse, sólo y olvidado en una
cuneta de la carretera!.
Pero en Lasaosa, como en los demás pueblos de la Guarguera, a
pesar de emigrar muchos de sus habitantes y de luchar en las sucesivas guerras,
que han creado el odio y la lucha entre ellos, siempre quedaba gente, que allí
mismo permanecían viviendo. Se casaban
con otros u otras, hijos de los pueblos vecinos, como los de San Esteban , de
Solanilla, de Gésera, de Grasa, antes de Garasa, Yéspola y Bellarra, de nombre
totalmente vasco. En esa tierra a orillas del río Guarga, vivían labrando sus
escasas tierras, pastoreando los montes y cortando leña, para combatir el frío
invernal y si podían, vendían alguna partida de ella.
Pero pasaron muchos años, durante
los cuales, han dejado Iglesias, que se
pueden ver todavía, derrumbadas sobre el suelo. Quedan también Casas-Nobles,
como Castillos de antiguas familias, como la de Villacampa, que vivía en
Laguarta. Aquellas Iglesias que habían levantado con gran sacrificio, porque
había pueblos con dos casas, que las habían construido como hermosos templos.
En esos templos rezaban cada día, pero para la Fiesta de San Urbez, que tenía
sus templos en Nocito, las Cofradías, se unían y cantaban, como todavía se
acuerdan muchos hombres de distintos
pueblos, del sermón que en Nocito pronunció el Párroco de Angüés, Javierre, hermano del Cardenal, nacido en
Siétamo.
Pero Saturnino Lloro, natural de
Lasaosa, hace ya unos cincuenta años,
que abandonó su pueblo y se puso a trabajar en Huesca, con la familia del
Veterinario David Mairal. Ha visitado casi todos los pueblos de la Guarguera,
pero en Lasaosa , ya no ha estado más. En Huesca ha convivido con su historia y
conoce a todas las personas que nombro en este relato. Por ejemplo a Fernando
Bergua, el herrero de la Calle de Goya, que conoce la historia del notable
Abogado Baso. El republicano Manuel
Abad, del que dicen que nació en Siétamo, y fue el que dirigió la Revolución
republicana en la provincia de Huesca, en 1848. Después de recorrer Ayerbe, Bolea, fue sitiado en Siétamo. Mis abuelos le
ofrecieron huir de sus perseguidores, pero él se negó. Mi abuela lo cogió del
brazo y se lo entregó al capitán, que dirigía la tropa. Le dijo que no lo
fusilaran y el capitán, buena persona, le dijo que no. Pero al poco tempo lo
fusilaron con catorce republicanos en el Cementerio de Las Mártires de Huesca.
Fernando Bergua, gran conocedor de la ciudad de Huesca y de sus pueblos, me lo
contó, diciéndome que era pariente de Manuel Abad. Este escrito es un resumen de la Historia de los
muertos, que todavía no se ha acabado. Me dijo que también conocía a un señor,
que se casó con una señora nacida en Lasaosa, que se casó con Don Aurelio
Bosor, crítico musical, que hacía las crónicas de la música, que se escuchaba
en Huesca. El mismo Fernando, le dejó a un amigo suyo, llamado Fernando
Llorens, un libro sobre San Urbez y sus amados Santos Justo y Pastor, porque su
hija, promovía las figuras de San Urbez y de los santos Justo y Pastor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario