Mi primo Roberto, ya ha llegado
a una edad, que recuerda la eternidad, porque ya ha alcanzado los ochenta y
nueve años de edad. Al entrar en su casa,
lo primero que he visto, ha sido un enorme libro de 1865, que heredó de su
padre y Roberto ha depositado sobre un atril. ¡He visto cómo Roberto apoyaba su
eternidad con la obra de Dante Allhigieri, escrita por los años de 1304 !. Sí, porque
la obra trata del Infierno, del Purgatorio y del Cielo y es una de las más
famosas de la literatura italiana y de la mundial. Se encuentran entre sus
folios, unos dibujos impresionantes, de escenas eternas del Cielo, del Infierno
y menos del Purgatorio, que fueron creadas por pintores de fama universal,
entre los que se encuentra, en ediciones modernas, el español Dalí. Son dichos cuadros
de un color oscuro por haberlas transmitido con láminas de plomo. Esa oscuridad
hace crecer el respeto a la eternidad, como repartirían algún grado de alegría,
si se hubieran conservado en alegres colores.
Cuando veo a Roberto,
contemplo su figura humana y me quedo admirado, reflexionando sobre un hombre, que por su edad, cuando se
encuentra ya próximo a la otra vida, te habla con entusiasmo de la vida que ha
vivido, amando el deporte, el turismo altoaragonés, desde los pueblos del
Pirineo, hasta los Monegros, con el Monasterio de Sigena y la Cartuja de
Lalueza. Si algunos al escuchar sus vivas palabras, tiene alguna duda, sale de ella, al coger en sus manos paquetes
de fotografías, que te hacen ver los verdes prados del Pirineo y sus altas
montañas, hasta los desiertos de los Monegros, que sus parientes los hermanos
Almudévar, han colaborado con otros soñadores, inspirados por Joaquín Costa, en
la colonización de unos regadíos apasionantes.
Pero Roberto no amaba solamente
su tierra altoaragonesa, sino que volaba con sus conocimientos por todos los
países del Mundo. Y ¿cómo realizaba ese sueño de visitar lejanas tierras?.
Sencillamente, porque vi un archivo enorme de álbumes de sellos de correos y al
repasarlos, aparecen ante mis ojos, los
reyes que quedan en el mundo, los gobernantes democráticos y los caciques que
dominan a muchos millones de seres humanos, en unos paisajes verdes unas veces
y otras desérticos. Roberto ha soñado durante su larga vida, conseguir la
felicidad de aquellas gentes, que vivían y morían y ha pensado en la
instalación de industrias, que aliviaran sus vidas. Él se da cuenta de que no
ha llegado a ser total todavía, el progreso material y espiritual a este mundo
y cuando abre el libro, que le dejó su padre, con los impresionantes dibujos
del Cielo , del Infierno y del Purgatorio, contempla las figuras celestes, como
las de los condenados al Infierno, comentadas en verso por
Dante Allighieri. Dante entonces, como ahora Roberto, a veces sentían tristeza
al observar aquellos demonios cornudos y
con colas colgantes, que todavía hacen
sufrir a los humanos. Y Roberto Pérez, expone para sí mismo y para los suyos “La
Divina Comedia”, sobre un atril, para contemplar la comedia del Mundo, en la
que también él, actúa.
Pero Roberto, no sólo no ha
abandonado, la “Divina Comedia” sino que allí lo encuentras, observando aquellos
oscuros cuadros, que le hacen reflexionar. Pero él, con su figura optimista,
dotada de un bigote que lleva sobre su labio superior, desde los dieciocho años
de edad, pronuncia sus palabras y yo
escucho, a través de ese filtro bigotil, historias que hacen vibrar a su
mostacho, y después de él, conmueven los
sentimientos del corazón de su esposa,
de su hijo, de sus sonrientes hijas y de sus nietos y nietas, cuyos retratos
pictóricos, cuelgan en el luminoso salón de su domicilio.
Pero yo, no sólo he sentido
esos sentimientos de la vida ordinaria, sino que durante la Guerra Civil, al mismo
tiempo que Roberto, sentimos las miserias de las luchas y de las muertes de
nuestro parientes, los Vallés. ¡Cómo recuerdan los dibujos del Infierno y del
Cielo, el martirio que sufrieron nuestra pariente, madre de Jesús Vallés
Almudévar y de su hijo Luis, hermano de Jesús,
que fueron fusilados, en la carretera, cerca de Bespén, por individuos
infernales, como los que escribió Dante en la “Divina Comedia”, en cuyo libro
se pintaron dibujos terribles de los demonios del Infierno, queriendo apartar
del Cielo a los seres humanos, hijos de
Dios, como los Vallés de Fañanás.
El padre de Roberto era un
hombre que tenía en cuenta los dibujos de Dante y amaba el trabajo, pero no actuaba
como aquellos antiguos, que esclavizaban a la gente para producir riquezas para
ellos o como aquellos dictadores en el Oriente de Europa, que obligaban a trabajar a los obreros, horas y
horas, para extender sus ideas por el mundo. Los países civilizados estimularon
el deporte para equilibrar el trabajo con la salud y Don Roberto estimuló en su
hijo, la práctica del deporte y Roberto, hijo, cultivaba el amor de sus antecesores, es
decir de su padre y de su madre,
inclinándose al Baloncesto, deporte que llegó a amar, como amó las riquezas de
la Naturaleza. Y así como guardaba las fotografías de los paisajes y rebaños
montañeses, tiene expuestas, en un espacio, encima del libro sagrado de Dante,
las medallas que ganó en su deporte favorito. Esas medallas son muchas de ellas,
de oro y de plata.
Yo recuerdo, cuando era niño,
como acudía al Parque del Deporte de Almazán, a verlo lanzar pelotas en el aro de sus rivales. Pero Roberto conserva sus recuerdos con figuras de todas las actividades
de las que ha sido protagonista, y de todos los paisajes que ha visitado por el
Mundo. En primer lugar me ha dejado admirado al contemplar esas medallas de oro
y de plata, que son símbolos de los triunfos deportivos, que obtuvo para él mismo
y para el Deporte Oscense.
Pero, como he dicho, era y
sigue siendo, un admirador de la Naturaleza y no se conformaba únicamente con
aumentar el número de los partidos que ganaba con sus compañeros, en el Parque
del Deporte, sino que siempre que podía, con su coche viajaba con Laliena y
otros numerosos amigos y recordaba su vida con fotografías extraordinarias, que
todavía conserva muy bien ordenadas en sus archivos y que son, como su imagen,
recuerdos de la eternidad. Porque, observando esas fotografías, se da, el que
las mira, cuenta de la belleza de aquellos bosques y prados verdes, que pueden
convertir a los que los examinan, en niños que se sienten con las numerosas
mariposa que los gozan, igual que pequeñas partes de esa Naturaleza. Me dice
Roberto, que muchos de esos paisajes han desaparecido, con lo que a mí, me
queda la convicción de que él es un conservador de la Naturaleza, tal vez
eterna. Este conservador, a pesar del disgusto de contemplar las ruinas de
aquellos pueblos y aldeas, siente en su corazón que resurgirán, con la
esperanza de una resurrección del Alto
Aragón, porque él ha visto y ve con sus propios ojos, como a pesar de haber
caído edificios de noble figura, ahora se da cuenta de cómo muchos resucitan,
porque son reconstruidos por personas, que sienten y han sentido sus
mayores, y otros por la gigantesca belleza que les ha hecho gozar de su
Naturaleza.
Muchos de los que vivían en aquella Montaña,
han reparado sus casas y peregrinan a ellas, como un señor del pueblo de
Sarvisé. Allí nació y estuvo hasta los catorce años, que lo llevaron a Huesca a
estudiar. Se hizo Périto Agrícola en Pamplona y después ejerció su carrera en
Lérida, en Madrid y en Extremadura. Se
jubiló hace escasos años y vino a Huesca, para ayudar a sus hijo e hija y a sus
nietos, pero todos los fines de semana, peregrina acompañado por su esposa a
Sarvisé, a la casa donde murieron sus padres. No los pueden ver en su casa
natal, pero todas las semanas van a visitarlos al cementerio de Sarvisé. Este
caballero es uno de tantos, de los que han arreglado sus domicilios montañeses,
igual que otros que los han levantado, para hacer resucitar sus amadas tierras
pirenáicas.
Muchos de los que se fueron o
expulsaron, como los vecinos de Jánovas y La Velilla , a orillas del río Ara,
no han podido aguantar el dolor que les produjo el abandono de tales pueblos
tan bellos y tan puramente representativos del Sobrarbe. Pero también hay
franceses que saben que los Pirineos eran un País, que dividieron las guerras
en el Norte para los franceses y el Sur para los españoles, y algunos de ellos
del vecino Bearn, que participaron en la conquista de Almudévar, de Zaragoza y
de Valencia, que se encuentran muy bien en el Sobrarbe. Ahora ya no están
separados políticamente, pues ambas partes son Europa. Pero están divididos por
que el Ferrocarril de Canfranc, sigue destruido, en tanto en Cataluña y en Vascongadas,
circulan los modernos trenes. Pero hay aragoneses y franceses, que aunque no
pueden restaurar toda la línea desde Canfranc hasta Pau, están restaurando la
Estación Ferroviaria de Canfranc, que hace soñar a los aragoneses, los viajes
que en tiempos pasados hacían, unos comerciales y otros sentimentales.
Otros europeos, como los
holandeses, se complacen en el terreno de los Pirineos y sus Sierras, como los
que compraron la casa de nuestro pariente Mosen Jesús Vallés Almudévar, en
Castilsabás, donde viven dichos holandeses.
Pero no sólo se han preocupado
los aragoneses de la comunicación ferroviaria a través de los Pirineos y su
conversión en una zona rica, sino que el portugués Pascual Madoz, en los ya
lejanos tiempos de 1845 al 1850, escribió que el río Ara, es diferente a todos
los demás ríos montañeses. Largos kilómetros de este río, carecen de puentes, por los que
cruzarlos. En cambio en zonas más llanas, como cerca de Albella, donde hay una
ermita dedicada a San Urbez, parece que las aguas imitan a las de las llanuras,
pues corren mansamente. Escribe Pascual Madoz que “al impulso de sus aguas, se
mueven las ruedas de molinos harineros y batanes; también se fertilizan, con
ellas, que podían aprovecharse a poco coste, abriendo acequias y haciendo
grandes praderías, para lo que es a propósito el terreno de sus inmediaciones,
y con ellas un país ameno y fértil, el que hoy es ácido y miserable”. En
aquellas aguas, crían abundantes truchas, barbos y anguilas.
¡Roberto!, nuestros recuerdos son
muy limitados, pero la Historia nos hace leer, situaciones en las que
intervinieron nuestros padres. José Almudévar Altabás, pertenecía a la familia
Almudévar de Barluenga y por el año de 1805, se casó en
Siétamo con Francisca Escabosa y Azara. Los Azara de Siétamo eran parientes de
los Azara de Barbuñales y amigos del Conde de Aranda. Este poseía en Rodellar
un terreno escabroso, apto para el pastoreo de las ovejas y nuestro antepasado,
de Roberto y mío, arrendaba sus pastos al conde y por tanto subía y bajaba a
Rodellar, con frecuencia. Y aquí es donde el sabio Pascual Madoz, nos revela lo
que José Almudévar, veía en la Fuente de Mascún. “Se cree con bastante
fundamento que de la Sierra de Jánovas, se filtra por entre grandes cavernas,
que en ella se descubren y da origen a una nombrada fuente, que nace en el
Barranco de Mascún, al pie de la Sierra Guara…Cuando crece el río Ara, la
expresada fuente aumenta el caudal de agua, que en ella brota y cuando las
avenidas del Ara, arrastran hojas de haya, la fuente presenta las misma hojas”.
Desde Siétamo se ve muy cercana
la Sierra de Guara, y así como nuestro antepasado contemplaba las hojas de haya,
que traían las aguas del río montañés, ahora son las hojas fotográficas
archivadas, que ha multiplicado Roberto, las que pueden unir dar fuerza al Alto
Aragón, para comunicarse con el Pirineo Francés, con el ferrocarril.
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