domingo, 1 de diciembre de 2013

Pilar Catevilla, nacida en Ola en 1921, vive la Guerra Civil





Tenía quince años,  cuando los, para unos republicanos y para otros los rojos, entraron en el pequeño pueblo de Ola. Lo primero que hicieron, fue coger prisionero a Fernando Catevilla Seral, a quien conocí y hablé con él en distintas ocasiones. Murió con una edad de más de noventa años y gozaba de la vida, al recordar lo mal que lo pasó durante la Guerra de 1936. Yo no sabía  cómo  pudo escapar primeramente  de la muerte y luego de la zona roja, para ir a parar al Escuela Normal de Huesca, donde los Voluntarios de Santiago instalaron el Cuartel, del que Fernando Catevilla Seral, me contó sus aventuras guerreras.  Pero el día, veintidós de Noviembre del año 2013, me contó su hermana Pilar, que tiene noventa y dos años de edad y que está acogida en las Hermanitas de los Pobres,  que a su hermano Fernando Catevilla Seral, lo metieron encerrado en una habitación de casa de Otal de Ola, con el propósito de matarlo, pero un conocido suyo, que por lo visto pertenecía a algún sindicato anarquista, visitaba aquellos triunfos guerrilleros, que habían ganado y al abrir la habitación del condenado a muerte, descubrió que el prisionero era un amigo suyo, al que le dijo: ¿aquí estás?, añadiéndole que hablaría con sus Jefes, para que no lo matasen. Ese no sé si era rojo o republicano, pero era un vecino de Ola, que se llamaba Pascual Lafragüeta, que le salvó la vida. Mi amigo Fernando Catevilla Seral, en cuanto se quedó libre, se escapó de Ola por donde pudo, evitando todos los encuentros con los que lo querían asesinar y llegó a Huesca, donde se apuntó en la Escuela Normal, a los voluntarios de Santiago, que él mismo, hace ya unos años antes de su muerte, me lo dijo. Sus dos hermanas, una la mayor, Rafaela  hermanastra de Pilar y de Fernado, ante el peligro de su vida, marcharon al próximo pueblo de Siétamo, que todavía no había caído en manos de los rojos. Allí fueron acogidas por la Guardia Civil,  en su Cuartel, que estaba situado en la actual Plaza , que se extiende por detrás del ayuntamiento y que limitaba con la noble Casa de Cavero.  

¡Qué Guerra tan cruel!, efectivamente fue cruel, porque se luchó en ella y se fusiló y se destruyeron las vidas de los que eran hermanos. Esto lo viví de cerca con toda  mi familia y mi amigo Silano Ferrando me hizo recordar las palabras de su primo José Ferrando, que jugando con los balines y restos de bombas, una de ellas, le explotó y lo dejó sin tres dedos de su mano derecha. Su primo Silano, una vez acabada la Guerra, nos explicaba a los otros niños, entre los cuales me encontraba yo, “que durante dicha Guerra, convivió con Carrillo y con la Pasionaria. Debieron pasar estos revolucionarios, alguna temporada en Siétamo,  tal vez para inspeccionar la  situación en el frente de esa Guerra, pues nos explicaba Silano,  cómo convivía con ellos, e incluso iba a bañarse con la Pasionaria al río Guatizalema. ¡Qué recuerdos tan contradictorios a orillas del río Guatizalema, entre “el Padre Jesús”, fusilado cerca de dichas orillas y los baños en Siétamo de la Pasionaria, en sus aguas”. En esa Guerra estaban los hombres buenos y los malos en ambos ejércitos, pues se encontró Fernando Catevilla Seral, con Pascual Lafragüeta,  que le salvó la vida. ¡Cómo se acuerda Pilar,  con sus noventa y tantos años de lo que le pasó a su hermano en Ola, escapándose a Huesca!, porque dice que, siendo nacida en Ola, tuvo que sufrir al entrar en su pueblo los rojos,  que quisieron matar a su hermano Fernando Catevilla  Seral. A ella,  Pilar y a su hermana Rafaela, las registraban y les quitaban las medallas de la Virgen y de los santos, que las protegían. Querían a esas medallas,  que les había traído a ellas, su hermano Fernando, cuando volvió de la “Mili”. Se encontraban tan mal,  que huyeron a Siétamo, que todavía no habían conquistado los rojos. Esas dos mujeres Pilar y Rafaela, tuvieron que pasar un Vía Crucis Doloroso,  hasta que acabó la Guerra Civil.

Al llegar a Siétamo Pilar y Rafaela, se refugiaron en el Cuartel de la Guardia Civil y el Teniente Soto las acogió, pero luego entraron los rojos el 17 de Septiembre de 1936  y se refugiaron con los defensores del pueblo y con miembros de varias familias en el Castillo del Conde de Aranda. Refugiadas en el Castillo-Palacio, escuchaban la maldita música de los proyectiles de la armas de fuego y a veces oían esos tiros,  acompañados por gritos de los que se empeñaban en conquistar el Castillo, que decían : ¡entregaros, que os perdonaremos vuestras vidas!. ¡Cómo se fijaba Pilar en los hechos terribles que continuamente se producían!, por ejemplo,  cuando iban los incendiarios, abrasando casa por casa. Y cómo coinciden los relatos de Pilar con lo que hizo la señora Concha Ferrando, que al ver llegara a los rojos con latas de gasolina para que- mar casa Almudévar, les dijo a los amigos del fuego: ¿pero no os dais cuenta de que si quemáis esta casa, no tendréis sitio para alojaros vosotros?.  Reflexionaron y no la quemaron, pero después en ella, durante un pequeño espacio de tiempo, abrió Durruti las oficinas de los anarquistas. Cuando los militares ya no tenían munición ni alimentos, el Jefe los llamó a todos y exclamó: “cada uno que se salve como pueda” y todos hombres,  mujeres y niños marcharon por acequias, arboledas, trincheras rodeadas de alambre de espino y buscando paso por todas partes y evitando ser vistos por el enemigo, llegaron al Estrecho Quinto. En este lugar no pudieron adelantar más y se quedaron en lo alto de la meseta, en su parte final, desde donde se observa el Monasterio de Montearagón, la Sierra, el Salto Rodán y toda la Hoya de Huesca. Como no podían moverse en ningún sentido, estuvieron allí, dice Pilar, ciento cincuenta días. Allí los acompañaban el médico Coarasa y el cura Marcelino Playán, entre otros. Allí comían lo que podían,  como maíz, que cogían por la noche, bajando a los huertos que se riegan con el río Flumen. Bajaban por aquellas cuestas chicos jóvenes, que estaban ágiles y escuchaban desde arriba:¡ chicos, tened cuidado que vais a morir!. No murieron a pesar de que sufrían por todas partes, pues hasta los piojos estuvieron a punto de comérselos.

La señora Concha Ferrando, que en Siétamo salvó casa Almudévar del fuego, fue elegida por los rojos para mandar a los nacionales una carta, para decirles que se rindieran. Caminó, desde Siétamo hasta el Estrecho Quinto,  con una bandera blanca y cuando llegó a su objetivo, ya no quiso volver a Siétamo. Hoy , Fernando Catevilla, hijo de Fernando Catevilla Seral, me ha acompañado a saludar a Pilar, con sus noventa y tantos años de vida y éste con gran facilidad de palabra y con una maravillosa memoria, me ha contado el Vía Crucis que pasó para la Guerra Civil , desde Ola, pasando por Siétamo y Estrecho Quinto, para llegar a Huesca.

Acabada la Guerra Civil, se casó con Agustín Malo Subías, en Alcalá del Obispo, criando ambos unos hijos trabajadores, amables  y buenos, como Fernando Malo Catevilla, que rige una granja de ganado porcino, en el Monte de Siétamo, al lado de la Vía que desde Lérida conduce a Santiago de Compostela. Me ha contado las conversaciones que ha tenido con los peregrinos y en su corazón siente la necesidad de peregrinar a Santiago de Compostela. Ojalá que el Señor le ayude a realizar esa peregrinación, con el mismo éxito que tuvo su madre haciendo el Via Crucis en la Guerra de 1936.     

Sender tuvo noticias de la Guerra en Siétamo, pues en otras ocasiones, había visitado el Castillo conversado con mi abuelo, que era amigo de su padre. Pero esas noticias eran falsas como la que comenta el mismo Sender, cuando escribe en su novela  “Monte Odina” : No sé lo que los cañones sacrílegos de Montearagón dejaron en pie en Siétamo. Si dejaron algo…Pero los dos amigos de Sender el alemán Gustavo Regier y el inglés Ralph Bates, “los dos me dijeron que Siétamo quedó totalmente destruido. ARRASADO”. Es verdad que Siétamo quedó arrasado, pero no es verdad que esos cañones  desde Montearagón bombardearan Siétamo.

Sender era sincero, pero cuando uno que de comunista y anarquista,  pasa a liberal y en lugar de huir a Rusia,  escapa a los Estados Unidos, es difícil conocer la verdad, como la conoció y  todavía  la conoce, la señora de más de noventa años Pilar Catevilla de Ola y de Alcalá del Obispo.  

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