Ahora las despedidas de soltera
no son tan frecuentes como hace unos años. Ha aumentado la libertad de ánimo
del corazón de las mujeres, pues la aman tanto o más que los hombres y no se
sienten solas cuando se dan cuenta de que su amor se está enfriando, porque
enseguida resurgen las llamadas de ese amor.
Hoy día 29 de Febrero, en un
lugar romántico del Parque de Huesca, pasando por el mismo, he quedado
sorprendido al contemplar un espectáculo, para mí al menos,
sorprendente, que ha llenado mi corazón de felicidad. En ese lugar de aspecto
poético, se alza una casita romántica de un aspecto nórdico y colores rojos en su
techo, ausente de tejas y cruzan las partes más elevadas de sus fachadas unas
líneas que las embellecen. Está situada sobre un prado, cruzado por aceras
limitadas por esos vedes prados. Delante de una de sus ventanas, se alza un
bello ciprés, que ensancha su grosor por su parte central y acaba por una punta
afilada, señalando el cielo.
Toda aquella hermosa casita, que
yo llamaría chalet de los enamorados está rodeada de cipreses que abaten sus
ramas al aire, y detrás de sus adornos del ambiente, se extienden cipreses y
pinos, que envuelven aquel poético ambiente, que alegra el ambiente de aquella
Casita, que Huesca les preparó por inspiración de Walt Disney, a la amiga de
los niños, Blanca Nieves y a los Siete Enanitos.
Cuando pasaba por delante de la
Casita de los Enanos, quedé sorprendido al contemplar a unas ocho o diez
muchachas, todas bellas y parecidas a Blanca Nieves, con sus sonrisas brotando
de sus labios, que se encontraban colgando entre las ramas de los sauces y el
techo del chalet, unas ramas de yedra verde, para sentarse debajo de la corona
que habían formado y ahí asentadas sobre el césped, rodear a una de esas
actuales princesas. Esta bella como todas las jovencitas que la rodeaban,
sentada sobre el césped, sonriente y llena de satisfacción, con un espíritu
sonriente, había colocado sobre su cabeza una corona, que simplemente era de
cartón, embellecido con brillos de oro, que no cesaba de sonreír. Era una
novia, en vísperas de su boda, que se despedía de sus amigas, en aquel poético
lugar de fantasía.
Yo, me sentí feliz al contemplar
aquella escena, que habían formado las bellas jóvenes alrededor de la feliz
muchacha, que estaba con sus amigas, despidiéndose de sus amigas, que de
momento se quedaban solteras. Y me sentí feliz
y saqué de mi bolsillo unas poesías que no pude mas que recitárselas
y una de aquellas bellas y jóvenes
mozas, se levantó del corro y se situó a mi lado para escuchar con facilidad,
mis palabras. Tan pronto acabé de recitar aquellas poesías, la joven recogió
mis escritos y se los llevó al corro feliz de las jóvenes muchachas.
En aquellos momentos, pasaba por
delante de este improvisado ambiente amoroso, un Doctor, amigo mío, que se
paró en
el pasear de recreo que estaba dando a su can y se puso a escuchar mis
alabanzas a la novia. Su perro también escuchó sin soltar ningún ladrido, para contemplar los felices
momentos de aquella feliz boda , que se iba a celebrar. A ese Doctor, le
entregué uno de mis escritos, para que tuviera un recuerdo del momento poético
vivido.
Yo quise recordar a las jóvenes
muchachas, otra ilusión que en la entrada al chalet, se encuentra. Una es el retrato de
Vall Disney y un mosáico en el que
aparece Blanca Nieves, acompañada por los “Siete Enanitos”.
Quizá aquellos siete enanitos
fueran felices con el cuidado y la compañía de Blanca Nieves, como de demuestra
cuando en su historia van cantando a su trabajo. ¡Qué felices fueron los enanos
con Blanca Nieves, que se comportaba con ellos como una madre!, porque recuerdo
que cantaban: “alehí, alehá, a casa a descansar”, cuando volvían de trabajar.
La señorita que se iba a casar,
recibió una lección para cuidar a los niños y niñas, que esperaba recibir, de
su matrimonio y se sentó sobre aquel verde prado, rodeada por sus amigas,
debajo de la corona de yedra, que en la fachada de la Casita,habían colocado.
Yo no pude quedar quieto y en
seguida, delante del coro de “princesas”, me puse a recitar sobre aquel
ambiente poético, que se había producido delante de el Chalet de Blanca Nieves
y se sus amigos los enanos. Una de aquellas “princesas” se colocó a mi lado,
mientras yo recitaba la belleza de esos tan jóvenes corazones e iba recogiendo
las cuartillas escritas, que yo les leía. El Doctor vascongado que acompañado
de su can, se paró a ver y a escuchar las palabras que yo les dediqué y que
ellas, escuchaban y una de ellas iba recogiendo. El doctor, pronunció unas
breves, pero cariñosas palabras y siguió paseado por el Parque, feliz y
sonriente.
Yo , al ver felices a esta novia
y a sus amigas, que la rodeaban, les deseé, una vida feliz y me marché
Yo me sentía feliz y por no
interrumpir su felicidad, me fui contento y feliz y me marché a pasear.
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