viernes, 27 de marzo de 2020

Oración a San Lorenzo en su iglesia oscense.



No he entrado en la Basílica del oscense San Lorenzo en estos días, en que la muerte se va llevando a tantos hijos de Huesca al otro Mundo. Gracias al Señor no me hace falta ir a su fachada para observar y recordar a este santo oscense, porque sencillamente contemplo su bella y airosa basílica, desde el balcón de casa, situada en el Este de la ciudad de Huesca, donde la veo como lanza al cielo su hermosa torre. Está prohibido caminar por las calles de la ciudad de Huesca y yo me paso la vida en el balcón, mirando el Parque Municipal, donde no se ven personas paseando por él, sino que sólo se contemplan los jardines y las aves a saber palomas, tórtolas, picarazas y gorriones. En una laguna de escasa profundidad, van y vienen volando parejas de ánades, que nadan y gozan del agua. Debajo del balcón, desde el que me miro, está rodeada de árboles una pista en la que jugaban aficionados a la petanca y ahora parece que se han muerto, pues no se ve a nadie. Yo cuando me asomo al balcón, echo de menos la figura de aquel viejo amigo, que todos los días del año, a las tres de la tarde aparecía por aquella pista del juego de la petanca, pero ahora, ya no sabe uno si vive, o si está enfermo. Es inútil mirar este jardín del Parque, ya que no se ven personas, si no es algún ciudadano que acude andando por el Parque a comprar en el cercano Mercado, la comida para sí mismo y para su familia.

 A esta alegre aparición humana ante el paisaje del Parque, a veces se añade con escasa frecuencia, la buscona mirada de algún perro, que sujetado por su dueño o por su dueña, y  entonces  te  das  cuenta  de  que  busca con su nariz, arrastrada por el césped, un lugar para deshacerse de su carga fetal. Ese Parque no está muerto, pero parece que se está muriendo, porque uno se alegra de contemplarlo durante mucho tiempo sin que nadie pase por él, pero ayer  contemplé  a  un  hombre muy  trabajador, después de soltar el agua de la laguna, ponerse a limpiar su suelo de lodo. Estaba con la manguera entre sus manos e inclinado hacia adelante por la gran presión que hacía el agua al salir, horas y horas, inclinado hacia delante, hasta que hoy por la mañana, empezó a entrar el agua limpia en la balsa y al poco rato, aparecieron unas parejas de patos, que gozaban nadando por la balsa.
El Parque, se extiende delante de mí creado por los oscenses para recreo de sus espíritus y de su vida y en estos momentos, todavía sirve de recreo a bellas criaturas sencillas como los  patos, las palomas y las picarazas. El ser humano está ausente de su contemplación por los humanos, pues no asisten a su recreo de subir y bajar por sus sogas metálicas y alcanzar sus dos mayores alturas. Otros jugaban con sus bolas al lado de los columpios. En la parte alta del Parque se encuentra una isla, rodeada por una laguna, donde la sombra proporcionada por los árboles, acoge a los numerosos patos, que ponen sus huevos, los incuban y antes de esta tormenta, recibían alimento de los ciudadanos amantes de la Natura.
Está este Parque, solitario de ciudadanos, a los que hacía felices, aquel lugar recreativo y divertido. Está aquella laguna con su isla y sus árboles en soledad, esperando que algún día acudan seres humanos, que diviertan a los patos y a sus propios hijos.
Este Mundo está enfemo porque se ven sus calles y sus parques vacíos y cada día te vas enterando de nuevos ciudadanos que han enfermado y son miles de compañeros de nuestra vida que mueren. Pero siempre nos queda la esperanza de este mundo siga luchando con la esperanza de recobrar esa salud perdida. Y cerca de nuestras espaldas está el Hospital de la Seguridad Social, donde están trabajando médicos y médicas, que ponen en riesgo sus vidas para frenar esta epidemia terrible. Y van con ellos los practicantes, enfermeros y enfermeras y todos está esperando detener esta peste mundial. Este Hospital es el cuerpo de la salud de los seres humanos y de allí, algunos van al cementerio y otros vuelven a trabajar en este Mundo. Pero en el Este al fondo del Parque, desde mi balcón, se contempla la Basílica de San Lorenzo, con su torre elevada que se levanta hacia el cielo, recordándonos el destino celestial de nuestras almas. Esa bella Torre se contempla por encima de todo el Parque de Huesca y recordando que la figura del oscense  San Lorenzo, fue perseguida por el Emperador Valeriano en el año de 258 d. C. y  fue llevado por el Papa San Sixto II, en su viaje a España, desde Huesca, donde nació en el actual templo de Loreto, encima del Gran Hospital de San Jorge. El prefecto romano, al serle negada la entrega de los bienes de los pobres cristianos, exclamó:” Tengo entendido que la muerte es aceptada por los mártires; la tendrás: te mulliré un lecho de brasas y llamas… y ya me traerás noticias de Vulcano, el dios de la fragua”.
En el poder eclesiástico y en el poder sanitario está el luchar por la vida ajena. En San Lorenzo antiguamente en la Historia y actualmente en los Médicos actuales está el esfuerzo del hombre en obtener la salud de los hombres, porque “estar dispuesto a arriesgar la vida, hostilizando la hostilidad de la sociedad injusta “o sin poderes”, no significa  frustar  la propia existencia, sino llevarla a su profundo  éxito. El que ofrece su vida por los demás, ama de verdad, se olvida del propio interés y seguridad, lucha por la vida, la dignidad y la libertad”.     
¡Que sea lo que  Dios quera y que triunfen los investigadores de la Medicina!.

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