martes, 31 de marzo de 2020

Homenaje a Siétamo, el humilde, y dolor a la Gran Cataluña.-


       
Peregrinos de San Urbez por su ruta pastoril.
                                    
Siétamo, hace años que lo llamaban Sietemo, y ese nombre quiere decir Séptimo, porque estaba situado en el Miliar Séptimo, que va de Huesca a Alquézar.  Sietemo es un nombre en lengua aragonesa, que todavía se conserva con la modificación de Siétamo a Sietemo, palabra que indica que está situado a siete millares romanos, en la  Vía  por la que se daba acceso a Alquézar desde Huesca. Todavía quedan nombres de pueblos como Tierz, Quinto, y Sexto, cuando la vía romana, subía de la hoy carretera general, por una cuesta al pueblo, en aquellos años en que se encontraba en lo alto el poblado de Sexto. Se subía desde las orillas entre Quinto y el Barranco a la corriente del río Guatizalema, y antes de llegar al río, se entraba en Siétamo. En Sexto, yo he conocido siempre, la existencia de una casa de misericordia, por la que pasaban años atrás, los carros y  viajeros, que  subían desde Huesca a Alquézar y los que bajaban desde este hermoso, hoy misterioso, pueblo a Huesca. Yo conocí las ruinas de ese pueblo de Sexto, porque solía recorrer todo el Monte de Siétamo. Se llegaba a él desde el núcleo de Siétamo por una zona más elevada, que la de Quinto, del que todavía, quedan ruinas. Conocí también al dueño de ese edificio, que le vendió aquella finca a la familia, que vivía en Siétamo, que tiene como apellido el de Grasa o Garasa. Venía después de la Guerra Civil, a Siétamo con su elegante esposa y pasaba algunos días en Siétamo en casa de Emiliano Boira, el albañil. Vivía en Madrid, donde se encontraba durante la Guerra Civil y en Siétamo nos saludaba. Ese elegante señor y su esposa eran seres simpáticos y elegantes, que habían alcanzado un nivel de vida agradable y eran simpáticos y agradables. Vendió su casa, situada en el solar antiguo del pueblo de Sexto y la compró la familia de Grasa, nacida en Salinas de Jaca, y acabó derribando la casa, por labrar sin obstáculos aquel terreno. Antonio Grasa vive junto con su esposa en una residencia de ancianos, en Tardienta.    Hoy la carretera N-240, está prolongada hasta debajo de la entrada a Siétamo, por debajo de la alta zona, que excavaron para unir a Siétamo con la Carretera General, por donde se entraba por ella  en tiempos pasados. Todavía queda una franja de tierra toda ella cubierta de árboles, que era el camino por el que se entraba en Siétamo, a la que llegan los chalets, que forman un lugar de entrada de viviendas agradables. Siétamo se divide en dos zonas: una que es el Centro del Pueblo, que estuvo amurallada y todavía se  conservan  tramos de muralla y  en su parte baja, se levantan restos del Castillo- Palacio, que El Conde de Aranda lo hizo como su casa-natal. La Guerra Civil lo destrozó y parte de la muralla se cambió por un muro de cemento. En este pueblo dominaron los árabes, hasta que el Conde gobernó este pueblo. Esta parte de Siétamo,  no moruna, permitió a los cristianos vivir en ella y los cristianos se hicieron sus casas fuera de sus murallas, hasta que poco a poco, fueron expulsados los moros y la iglesia de los cristianos, que estaba en las afueras de las murallas, se dejó de utilizar por la nueva iglesia, que se encuentra en la Plaza Mayor, apoyada su construcción en el Marqués de Torres de Montes y Barón de Siétamo.

 En la parte Sur  y  cerca del Palacio de los nobles de Siétamo, más tarde Condes de Aranda, en la Vía Romana, que fue y se convirtió en una  cabañera o paso de ganados, estaba La Caseta de los Pobres.  Por ella pasaban los pobres mendigos y comerciantes y peregrinos que seguían en el camino para llegar a Alquézar y se encontraba muy cerca del Palacio de los Aranda. ¡Cuántas veces he entrado en mi niñez y en mi juventud dentro de este refugio para los caminantes!. Allí había paja en la que se acostaban, y al lado de la caseta, manaba el manantial de Valdecán.
Retrocediendo hasta las ruinas del antepasado pueblo de Quinto, delante del cual, pasa la  Carretera N-240  están trabajando para que pase la Autovía. Yo visité varias veces las ruinas del pueblo de Quinto, y en ellas vi un pequeño espacio de teselas romanas, que  inspirado por la historia de este pueblo, dejé de tocarlas. Este pueblo estaba en casi la misma frontera entre  Loporzano y Siétamo; moros y cristianos y sus habitantes eran cristianos, de forma distinta a los vecinos del inmediato pueblo de OLA. En Ola están enterrados un cristiano de Siétamo y una mora de Novales, enamorados con locura. Esta historia indica la frontera entre cristianos y moros en la historia de España. Aquí entra la historia de San Urbez, que tenía su convento en la cercana Sierra de Guara y siendo sacerdote  y fraile, pastoreaba también ovejas, en espacios cercanos al Monte de Quinto, cuyos habitantes a diferencia de los se Ola, eran cristianos.
Dormía San Urbez en una losa de piedra, que se puede ver en la cuadra de la actual Casa Otal de Ola. La vida de San Urbez era dura, porque  su convento estaba en plena Sierra de Guara,  y se llamaba San Martín de la Val  D’Onsera, territorio dominado entonces por los cristianos. Saliendo de la Sierra, llegaba a San Julián de Banzo, situada también en plena Sierra de Guara. En este pueblo vivía el cura como párroco del pueblo y en verano acogía en su casa a mi madre Victoria y a mi tía Eugenia. Desde San Julián de Banzo y desde allí llegaba a Loporzano, situado al lado de Siétamo. Estaba  este lugar de Quinto entre Loporzano y Siétamo, pueblo entonces cristian
o de Olivito y al lado de Ola, donde dormía San Urbez, pero sus habitantes eran moros.
Se cuentan milagros de San Urbez, que regó en el Saso de Siétamo, lanzando un largo bastón pastoril, que cuando se clavaba en el suelo, surgía el agua. Dormía sobre una losa de piedra en casa de Otal; entre su trabajo y sus oraciones llegó a los cien años de edad. Se ha escrito mucho sobre la vida de  San Urbez pero su vida en Quinto, en Ola y monte de Siétamo y de  Loporzano, la aprendí en la iglesia de  Ola, donde me explicó a quien representaba una imagen de esta santo , Don Antonio Otal de Ola.
Después, es decir ahora vuelvo a escribir de  la Caseta de los Pobres en Siétamo y sus ocupantes,  unos  romeros y otros comerciantes, he retrocedido a escribir de San Urbez y sigo con la circulación de esos hombres ,ya en Siétamo, desde la Caseta de los Pobres hacia el río Guatizalema y a Liesa.
Tengo que acabar este relato por la Vía Romana desde Huesca hasta Alquézar, donde fueron martirizadas dos santas moras y que están representadas en Huesca, en un espacio, separado de la vida de la calle, por un cristal, a saber las santas Nunila y Alodia.

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