Siétamo, hace años que lo
llamaban Sietemo, y ese nombre quiere decir Séptimo, porque estaba situado en
el Miliar Séptimo, que va de Huesca a Alquézar. Sietemo es un nombre en lengua aragonesa, que
todavía se conserva con la modificación de Siétamo a Sietemo, palabra que
indica que está situado a siete millares romanos, en la Vía por
la que se daba acceso a Alquézar desde Huesca. Todavía quedan nombres de
pueblos como Tierz, Quinto, y Sexto, cuando la vía romana, subía de la hoy
carretera general, por una cuesta al pueblo, en aquellos años en que se
encontraba en lo alto el poblado de Sexto. Se subía desde las orillas entre
Quinto y el Barranco a la corriente del río Guatizalema, y antes de llegar al
río, se entraba en Siétamo. En Sexto, yo he conocido siempre, la existencia de
una casa de misericordia, por la que pasaban años atrás, los carros y viajeros, que subían desde Huesca a Alquézar y los que
bajaban desde este hermoso, hoy misterioso, pueblo a Huesca. Yo conocí las
ruinas de ese pueblo de Sexto, porque solía recorrer todo el Monte de Siétamo.
Se llegaba a él desde el núcleo de Siétamo por una zona más elevada, que la de
Quinto, del que todavía, quedan ruinas. Conocí también al dueño de ese
edificio, que le vendió aquella finca a la familia, que vivía en Siétamo, que
tiene como apellido el de Grasa o Garasa. Venía después de la Guerra Civil, a
Siétamo con su elegante esposa y pasaba algunos días en Siétamo en casa de
Emiliano Boira, el albañil. Vivía en Madrid, donde se encontraba durante la
Guerra Civil y en Siétamo nos saludaba. Ese elegante señor y su esposa eran
seres simpáticos y elegantes, que habían alcanzado un nivel de vida agradable y
eran simpáticos y agradables. Vendió su casa, situada en el solar antiguo del
pueblo de Sexto y la compró la familia de Grasa, nacida en Salinas de Jaca, y
acabó derribando la casa, por labrar sin obstáculos aquel terreno. Antonio
Grasa vive junto con su esposa en una residencia de ancianos, en
Tardienta. Hoy la
carretera N-240, está prolongada hasta debajo de la entrada a Siétamo, por
debajo de la alta zona, que excavaron para unir a Siétamo con la Carretera
General, por donde se entraba por ella en tiempos pasados. Todavía queda una franja
de tierra toda ella cubierta de árboles, que era el camino por el que se
entraba en Siétamo, a la que llegan los chalets, que forman un lugar de entrada
de viviendas agradables. Siétamo se divide en dos zonas: una que es el Centro
del Pueblo, que estuvo amurallada y todavía se conservan
tramos de muralla y en su parte
baja, se levantan restos del Castillo- Palacio, que El Conde de Aranda lo hizo como
su casa-natal. La Guerra Civil lo destrozó y parte de la muralla se cambió por
un muro de cemento. En este pueblo dominaron los árabes, hasta que el Conde
gobernó este pueblo. Esta parte de Siétamo, no moruna, permitió a los cristianos vivir en
ella y los cristianos se hicieron sus casas fuera de sus murallas, hasta que
poco a poco, fueron expulsados los moros y la iglesia de los cristianos, que
estaba en las afueras de las murallas, se dejó de utilizar por la nueva
iglesia, que se encuentra en la Plaza Mayor, apoyada su construcción en el
Marqués de Torres de Montes y Barón de Siétamo.
En la parte Sur y cerca
del Palacio de los nobles de Siétamo, más tarde Condes de Aranda, en la Vía
Romana, que fue y se convirtió en una cabañera
o paso de ganados, estaba La Caseta de los Pobres. Por ella pasaban los pobres mendigos y
comerciantes y peregrinos que seguían en el camino para llegar a Alquézar y se
encontraba muy cerca del Palacio de los Aranda. ¡Cuántas veces he entrado en mi
niñez y en mi juventud dentro de este refugio para los caminantes!. Allí había
paja en la que se acostaban, y al lado de la caseta, manaba el manantial de
Valdecán.
Retrocediendo hasta las ruinas
del antepasado pueblo de Quinto, delante del cual, pasa la Carretera N-240 están trabajando para que pase la Autovía. Yo
visité varias veces las ruinas del pueblo de Quinto, y en ellas vi un pequeño
espacio de teselas romanas, que inspirado por la historia de este pueblo, dejé
de tocarlas. Este pueblo estaba en casi la misma frontera entre Loporzano y Siétamo; moros y cristianos y sus
habitantes eran cristianos, de forma distinta a los vecinos del inmediato
pueblo de OLA. En Ola están enterrados un cristiano de Siétamo y una mora de
Novales, enamorados con locura. Esta historia indica la frontera entre
cristianos y moros en la historia de España. Aquí entra la historia de San
Urbez, que tenía su convento en la cercana Sierra de Guara y siendo
sacerdote y fraile, pastoreaba también
ovejas, en espacios cercanos al Monte de Quinto, cuyos habitantes a diferencia
de los se Ola, eran cristianos.
Dormía San Urbez en una losa de
piedra, que se puede ver en la cuadra de la actual Casa Otal de Ola. La vida de
San Urbez era dura, porque su convento
estaba en plena Sierra de Guara, y se
llamaba San Martín de la Val D’Onsera, territorio
dominado entonces por los cristianos. Saliendo de la Sierra, llegaba a San
Julián de Banzo, situada también en plena Sierra de Guara. En este pueblo vivía
el cura como párroco del pueblo y en verano acogía en su casa a mi madre Victoria
y a mi tía Eugenia. Desde San Julián de Banzo y desde allí llegaba a Loporzano,
situado al lado de Siétamo. Estaba este
lugar de Quinto entre Loporzano y Siétamo, pueblo entonces cristian
o de Olivito
y al lado de Ola, donde dormía San Urbez, pero sus habitantes eran moros.
Se cuentan milagros de San Urbez,
que regó en el Saso de Siétamo, lanzando un largo bastón pastoril, que cuando
se clavaba en el suelo, surgía el agua. Dormía sobre una losa de piedra en casa
de Otal; entre su trabajo y sus oraciones llegó a los cien años de edad. Se ha
escrito mucho sobre la vida de San Urbez
pero su vida en Quinto, en Ola y monte de Siétamo y de Loporzano, la aprendí en la iglesia de Ola, donde me explicó a quien representaba
una imagen de esta santo , Don Antonio Otal de Ola.
Después, es decir ahora vuelvo a
escribir de la Caseta de los Pobres en
Siétamo y sus ocupantes, unos romeros y otros comerciantes, he retrocedido
a escribir de San Urbez y sigo con la circulación de esos hombres ,ya en
Siétamo, desde la Caseta de los Pobres hacia el río Guatizalema y a Liesa.
Tengo que acabar este relato por
la Vía Romana desde Huesca hasta Alquézar, donde fueron martirizadas dos santas
moras y que están representadas en Huesca, en un espacio, separado de la vida
de la calle, por un cristal, a saber las santas Nunila y Alodia.
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