Sr. Abio alfarero ceramista de Bandalies. |
El orgullo es uno de los defectos
que ensucian a los seres de la Creación. Los ángeles, criaturas del Señor, eran
y continúan siendo de una belleza que a algunos los llevó a sentirse como
dioses. El Señor trató de convencerlos de que eran simples criaturas, pero se
negaron a reconocerlo y pasaron a ser demonios, tratando de oponerse al Eterno
Padre, al que en el Padre Nuestro le decimos:”Venga a nosotros tu Reino”, y
tratando de hacer malos a los hombres. Mala misión tienen los demonios y no es
posible que de sus malas acciones, saquen alguna grandeza para ellos, que los
haga felices.
Algo parecido pasa con los
hombres, pues algunos de ellos al lograr mucho dinero y sentirse ricos, tratan
de ser dioses, como trataron de serlo los ángeles, convertidos en demonios.
Otras veces, algunos apartan, como los ángeles buenos, el pensamiento de serlo
y se acuerdan del Padre Nuestro, cuando dice “El pan nuestro de cada día,
dánosle hoy” y piensan en que ese pan se
extienda a todos los hombres y mujeres, porque las personas verdaderamente
libres son las que no se dejan dominar por las cosas que tienen. Sin embargo la
envidia se apodera de muchos de los que no tienen dinero o no lo buscan con su trabajo y dicen de los que
crean los medios de riqueza, que son
como dioses.
Esto ha pasado desde hace muchos
siglos, porque hace cerca de doscientos años, decían en el Somontano:”los
dioses del Somontano son tres: Vallés de Castilsabás, Almudévar de Siétamo y
Bara de Bandaliés”. ¿Creyeron ser grandes o les atribuyeron esa idea?. No
llegaron tener un orgullo tan elevado,
pero tenían una satisfacción de su poder, que les llevaba a hacer ver que
podían llegar a favorecer a otros a los que se creían superiores.
Cuando publicó el DIARIO DEL ALTO
ARAGON la vida ejemplar de un hombre humilde y bueno, a saber del pastor y ganadero Marino Lardiés, salió en cierta ocasión Almudévar Cavero de Siétamo,
que bajaba de la Sierra de Guara, arrastrando, con sus mulas, muchos maderos
para ponerle tejado a la casa que estaba construyendo. Llegaron a una cabañera
que estaba mojada y no podían pasar a pesar de sus esfuerzos, porque los
maderos se clavaban en el terreno mojado. Me dijo Marino que en tal
circunstancia el señor Bara, se ofreció a ayudarle a mi antepasado. No sé que
pasó, si aceptó o se negó a recibir ese favor. Mi pariente por el apellido
Cavero al leer ese artículo, me dijo que
fue Almudévar Cavero el protagonista y que Bara de Bandaliés había mandado
regar el lugar por el que habrían de pasar las mulas arrastrando los maderos.
Pasando por la calle de
Villahermosa, me encontré con la señora del arquitecto Bambó, dueña con su
hermano el Doctor Bara de la casa del mismo nombre de Bandaliés. Ella, que
según mi capacidad de observación, sigue siempre simpática, joven y rubia, me
explicó la situación de su casa, que tiene la misma distribución que tenía en
aquellos tiempos en que ocurrió la aventura de los maderos y las mulas.
Ella recuerda su casa con nostalgia y me
dijo que si no hubieran entrado en ella a robar, podía ser un museo del
Somontano. Pero me contó el refrán citado y que dice”los dioses del Somontano
son tres: Vallés de Castilsabás, Almudévar de Siétamo y Bara de Bandaliés”. Se
reía la dueña de casa de Bara y me hizo reír a mí, que representaba en esos
momentos a mis parientes de Vallés de Castilsabás y a Almudévar de Siétamo. No
creo que aquella rivalidad fuera efectiva,
sino pensada por la imaginación de algún vecino, porque siempre hemos
tenido amistad entre los Bara y los Almudévar.
Ahora ya se ha pasado
el deísmo de tales casas, ya que lo mismo Castilsabás, como Bandaliés, han decaído normemente y en
Siétamo, otros dioses nos han quitado el agua del río Guatizalema a través del
pantano de Vadiello y del Canal que desviaron hacia abajo. Ahora parece que la
autovía hará crecer a Siétamo, mientras varios amos de casa Almudévar y los
dueños de casa Vallés de Castilsabás, como los de casa Bara de Bandaliés,
duermen en los cementerios.
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