Pasaba el día veintiuno de
Diciembre, fecha muy navideña, por el Parque Municipal y al llegar a su centro,
donde se alza el hermoso kiosco, donde en otras ocasiones sonaban los
instrumentos musicales, que lanzaban sus sonidos al aire y a los oídos de los
que los escuchaban, vi que se trataba de una jornada de juegos de niños
aragoneses, patrocinada por la Escuela de Magisterio de Huesca. Yo creí que se trataba
de juegos infantiles, pero al pasar al lado de unos chicos y chicas que estaban
encargados del juego de los hoyetes, me invitaron a mí, que ya soy viejo, a
tirar las placas redondas de un tamaño aproximado a un antiguo duro de plata;
entonces me fijé en el tablero, donde estaban perforados nueve agujeros
formando una cruz y al lado de cada uno de ellos, había una cifra. Al ser
informado por los muchachos y muchachas, creció en mí el interés por todos los
juegos que allí se exponían y pude ver
como con los hoyetes se educaban los jugadores en afinar su puntería, como en
el juego de los tirachinas o “tiradores”, que con esos aparatos tan sencillos,
tanto jugábamos los niños antiguamente, para lanzar piedras, unas veces para
matar algún gorrión para después freírlo y comerlo, para saciar el hambre que
entonces pasaban muchos en España. Ahora han mejorado los tiempos y ponían un
muñeco pintado con nieve, como blanco de los tiradores. Había también varios
juegos de bolos, con sus bolicheros o bolincheros tratando de derribarlos en el
suelo, entre los que había jugadores de Mora de Rubielos y de Jaca; pregunté si había algún bolichero de Campo y
me dijeron que no, pero que en ocasiones habían participado en el juego con las especialistas mujeres
bolicheras de ese pueblo, donde no sólo se conserva el juego, sino que aún se
cultiva con entusiasmo. Me gusta recordar la contemplación de la Tronca de
Nadal, que era un gran tronco, que guardaban en todas las casas para echarlo al
hogar durante las fiestas de Navidad y con sus llamas calentaban y asaban la
carne que comían durante esos familiares días, pero el Tronco que allí
presentaban a los oscenses era tan sólo una variante de la famosa tronca,
porque la ponían fuera del hogar en los pueblos de la Franja y de Cataluña, ya
que era simplemente un tronco, al que en su parte inferior y delantera le colocaban unos palos como si
fueran las patas de la tronca, que le servían como apoyo al personaje o animal que representara y en la parte
anterior a modo de cabeza, le ponían una barretina o cacherulo. La parte de
detrás se la tapaban con un manto, debajo del cual se escondían el chocolate,
turrón y caramelos. Y los niños con su tronca formaban una orquesta, en la que
uno de ellos golpeaba con un palo en el dorso de la misma, al ritmo que los
demás cantaban canciones. Unas las cantaban en castellano, como aquella, que
dice así: ”¡ Caga tío, caga turrón de
avellanas y piñón, Si no cagas bien,te daré un golpe con el bastón”. Otras las cantaban en catalán, como
aquella, que decía: “Caga tío, caga tío de Nadal, no cagues arengares, que son
salades, caga turrón, que es mes bon”. Cuando en alguna cuadra se daba algún
caso en que alguna bruja, hubiera hecho daño a algún animal, bajaban la tronca
y cantaban alguna oración, acompañada por el golpeteo de los palos sobre los
lomos de la tronca, con el fin de “esconjurar” a sus animales. Jugaban también
lanzando gayatas y herraduras y jugaban a la petanca, que todavía cultivan las
personas mayores en el mismo Parque. Alguien me preguntó qué opinaba sobre
aquellos juegos y yo le contesté, que aparte de haberme emocionado su
contemplación, con los que de niño me
divertía, eran un contraste enorme entre los juegos de la paz y los de la kguerra que representan ahora por medio de
“maquinetas” y de placas, en las que
salen guerreros que parecen demonios y se atacan con explosivos, aviones y
espadas que se hunden en los cuerpos de muchas personas.¡No es extraño que los
niños educados con tan violentos juegos, vean ahora como normales los delitos
que diariamente se cometen en nuestra sociedad!.
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