A mí no me cabe duda de que hay palabras más bellas que otras. Unas lo son por su sonoridad, otras por su significado y otras por ambas cualidades. Dicen que sobre gustos, no hay nada escrito; yo creo que más bien no hay o no debe haber nada que los encadene. Unos se llenan la boca con la palabra triunfo; tal vez sea porque son triunfalistas o porque habiendo fracasado aspiran al triunfo. Triunfalista fue Napoleón, cuando mandó levantar en París el Arco de Triunfo. Otros aman la palabra libertad porque es bella y es bello su significado. También tiene “La Libertad” sus representaciones estatuarias. Hay palabras que son biensonantes en todos los idiomas, pero parece que se tornan más dulces en un idioma determinado: l’amour francés para algunos es más evocador. Algunos vocablos no deberían ser aptos para la boca, al menos antes se evitaban y si salían de la misma, eran rechazados por aquellos que los escuchaban. ¡Oh los franceses como se llenan la boca con la “merde”, pero por desgracia aquí también lo sabemos hacer muchas veces con su homónima española! Y con otras muchas en que se conjuga la sonoridad con la procacidad.
El gusto es
libre, aunque a veces merezca palos.
Yo también
tengo mi frase favorita y temo parecer pedante porque está en latín. Es la
siguiente: Cuam bonum et
cuam jucundum, habitare fratres
in unum, pero me trae loco eso de
jucundum. Me suena a cachondo, regocijante, placentero y me llena de
sugerencias y me define exactamente ese
estado de felicidad, que existiría si todos habitáramos el mundo como hermanos
unidos.
Hay
palabras que despiertan el deseo de poseer aquello que expresan, pero como por
sí mismas no suenan, se redondean con otra, que a veces no responde a la realidad,
por ejemplo: apartamento “insonorizado”,
gafas “polarizadas”. Las voces que no llena la boca se tornan sonoras haciendo ciertas
inflexiones: de “alah fohnah”,se deriva
alfombra y de chalet, chalete
Buscando “iucundus” en el diccionario, me sale la palabra
castellana jocundo, que quiere decir alegre, placentero, apacible. ¡Qué palabra
tan cachonda!.
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