Yo, como nacido en una casa
agrícola, he conocido el sacrificio de
cerdos en el corral o en una cuadra. Aquel sacrificio era como la fiesta de los
toros. Había alegría en la casa donde se “mataba el tocino” y corría el porrón
lleno de vino entre los asistentes al sacrificio del mismo, de los que unos
acudían a colaborar en la captura del cerdo con un gancho, que se le clavaba en
el cuello y se le sujetaba en el otro extremo con las manos. Había que
derribarlo en el suelo, para con un cuchillo desangrarlo abriéndole las venas
yugulares, para que derramara su sangre, que alguna mujer bien preparada para
el caso, la recogía en una vasija,
mientras le daba vueltas con una mano, para evitar que se coagulara. Unos gozaban de la habilidad de los matarifes
y otros sufrían al ver la inútil defensa
de la víctima del sacrificio. En el pueblo de Siétamo el matarife Vicente
Benedé, llegó a matar en un año ciento cincuenta cerdos. Entonces el tamaño del
cerdo alegraba a los dueños tanto más,
cuanto mayor era su tamaño. Pesaban desde doce arrobas para arriba de dieciséis kilogramos cada una.
Solían matar un cerdo cada vez que entraban en matacía, pero a veces mataban
dos. Para obtener ese peso de ciento
cuarenta kilos, tenían que haber cumplido dos Agostos Una vez muerto el cerdo,
se echaba agua casi hirviente sobre su cuerpo y los colaboradores del dueño,
con sus cuchillos y sus “lozas” o “arrascadores”, le iban despojando de los
pelos y de las partes queratinizadas
de la epidermis, que defendían su piel contra el medio en que vivía. Se facilitaban estas tareas, unas veces
derramando por toda su piel agua escaldada o, en la Montaña se pasaban por ella
aliagas encendidas. Aquellos pelos, conocidos con el nombre de cerdas, los
guardaba el matarife y al fin de la campaña de sacrificios de cerdos, se las
vendían a industrias, que utilizaban esas cerdas para fabricar brochas, con el fin de darse jabón los hombres en el
afeitado y cepillos para limpiar la ropa o para fabricar cepillos de dientes.
George Orwell escribió “Rebelión
en la Granja”, en que ocupaba a los cerdos en dirigir las faenas del matadero,
llegando a oponerse al
consumo de la carne de los cerdos, cuyas carnes se consumen cada día con
más frecuencia, y establecer el vegetarianismo.
Eran muchos los productos que se fabricaban con los
cerdos sacrificados, para consumir las grasas de su tejido adiposo, al que llamaban tocino, pero además, guardaban
para el resto del año chorizos, longanizas, butifarras, tortetas y morcillas y
el sabroso jamón. En todas estas operaciones intervenían los veterinarios, que
por aquellos pueblos y aldeas inspeccionaban la sanidad de aquellos productos
cárnicos y en cada sacrificio porcino recogían unas fibras musculares, en los
que intentaba ver aquel parásito, llamado Triquina, que producía muertes y
parálisis en algunos consumidores. Había que colgar ese cuerpo en una anilla,
que todavía se ve en los maderos altos de la cuadra, para ser despedazado en
las diferentes partes, de las que unas, como las tripas con el fin de
limpiarlas y otras para consumir la carne, cuya proteína nos hacía crecer y
estar fuertes.
Este era el panorama del consumo
de carne de cerdo en España, pero a partir del año dos mil, en pocos años ha
cambiado, podemos decir que totalmente, el sacrificio familiar por el industrial, cuyo objetivo es el
mercado mundial. Están creciendo, cada día, el número de granjas en las que se
crían los lechones y se engordan los mismos, con una alimentación semejante
para todos ellos y unas infraestructuras parecidas en todos los países. Se ha
producido en el mundo un crecimiento del consumo de carne y de la misma forma
que ha crecido la cría de pollos, ha
aumentado la de cerdos, de los que se han seleccionado los de crecimiento más
rápido, que dan un alto índice de conversión de alimentos.
España ha llegado a producir
carne de cerdo en una cantidad notable, ya que está cercana a los tres y medio
millones de toneladas, de tal manera que el sesenta por ciento de la carne
consumida en España es resultante del
sacrificio de los cerdos. Sacrifican al año cuarenta millones de cerdos, lo que
le hace a España la segunda nación
productora de carne de cerdo en Europa y la cuarta en el mundo. Pero China, ese País que ha progresado estos últimos años,
produce uno de cada dos cerdos en el
mundo.
En la historia de los hombres, se han visto
progresos sanitarios, como por ejemplo las alcantarillas que pusieron en uso
los romanos. Hemos pasado épocas en que el hombre se dedicaba a obtener el
placer por un lado, mientras por otro esclavizaba a otros seres humanos. Hemos
pasado de las épocas de abundancia de alimentos
a las épocas de hambre. Ahora vuelven a ocurrir épocas de abundancia en
el consumo de proteínas, pues nos basta observar la cantidad y calidad de
granjas para la cría de los cerdos, pero ya se ha dado cuenta la humanidad de que
los purines, pueden causar el cierre de
muchas granjas y ese cierre irá aumentando, quizá hasta crear una necesidad de
producir carne, que no podremos llegar a conseguir.
¿Cuál es la causa de la posible
paralización del uso de las granjas?, es simplemente el problema medioambiental
de los residuos, porque con el sistema actual de eliminación de los purines, no
se consume el nitrógeno ni el fósforo, con lo que se contaminan los suelos, que con su riego se
producen, pero no sólo éstos sino que contaminan también, además de los suelos,
los acuíferos y la atmósfera.
Cuanto mayor es el número de cerdos
que ocupan una granja y menor es la extensión de tierra sobre la que arrojar el
purín, más se contaminan los suelos y más se aproxima la hora de cerrar las
granjas, o de instalar lagunas de oxidación o maquinaria que neutralice con
ácido sulfúrico o que realice un proceso de oxidación con ozono. Los criadores
de cerdos se encuentran con unos gastos que no pueden llevar. En la zona del
Matarraña y del Maestrazgo, están a
punto de cerrar una quinientas granjas. Sería una solución del problema, que
una empresa pública o privada se encargue de utilizar los purines para su traslado a zonas agrícolas, que se
encuentran cercanas en Teruel a las zonas de Valencia y allí fertilizar las
fincas de mejor producción. Próxima a Teruel se encuentra la tierra valenciana,
donde un grupo de técnicos, al darse cuenta de la dificultad del uso de los
purines, que contienen una elevada carga de nitrógeno y de fósforo, pueden
llegar a contaminar los suelos, los ríos y la atmósfera. Están estudiando un
tratamiento común de purines y subproductos agrícolas, para producir biogás de
un modo rentable. Están estudiando cuales son los productos de huerta más
apropiados a esta operación, con los pimientos, tomates, melocotones, etc. Por
ejemplo los pimientos están aumentando en un cuarenta y uno por ciento, la
producción de metano, que se puede comercializar. Este sistema ya lo practican
los chinos en un pueblo del centro de su país, donde utilizan el metano, que
procede de los purines del cerdo. En la película de “Mad Max, más allá de la cúpula del trueno” de 1985 da a
entender, que un futuro post nuclear es el más seguro método para convertir los
purines del cerdo en gas metano.
Hay ocasiones en que los
excrementos naturales se pueden incorporar al ciclo vital del suelo, si existe
un equilibrio entre el excremento y la extensión del terreno, que pueda
soportar el proceso biológico de la adaptación entre los excrementos y la
tierra.
A propósito de esta teoría, un
ingeniero oscense, que trabajó en Extremadura, me ha dicho que, en esa tierra,
la extensión de sus campos era notable, y que arrojando en ellos, el purín si notaban una pequeña “quema por el
amoniaco”, al año siguiente se dejaba de echar purín. Se nota que en los
lugares donde es escasa la tierra cultivable y
enorme el número de granjas de ganado porcino, aumenta el porcentaje de
nitrógeno, que anula la validez de las granjas, con la contaminación de las
corrientes fluviales.
Hay variados sistemas para lograr
limpiar el ambiente de los excesos del purín,
el primero es el que ha observado el oscense, nacido en Sarvisé, de
nuestra Montaña, allá en Badajoz.
Viene luego el uso de Lagunas de
Oxidación, que tienen por objeto, a partir de los purines, generar y conservar
la biomasa, arrojada a la Laguna, sin consecuencias tóxicas. Estas lagunas están
constituidas por otras tres lagunas, a saber la primer
anaeróbica, a continuación facultativa y la última aeróbica. No sólo es preciso
mantener la limpieza, sino que es necesario conservar la biomasa correcta. No
es precisa en este proceso mucha mano de obra, pero hace falta una formación
del encargado de la Laguna para controlar la biomasa contenida en la misma. Estos
encargados de la granja han de controlar la biomasa, trabajando con el uso del pH, del oxígeno disuelto de la temperatura
y de otros detalles para deformar la biomasa existente, en otra, que
compagine con la salud de los cerdos
en la granja y con el sano consumo de su carne.
Pero a la humanidad se le
presenta un grave problema para transformar los purines del cerdo, a saber
cadáveres, orines y defecaciones, en energía eléctrica, calor y agua. Y ahora se siente la necesidad de hacer un tratamiento
integral para evitar la contaminación del suelo y de las aguas, con el objetivo
de obtener un agua pura para regar o para consumir y por otro lado obtener de
los purines, un abono orgánico, que haya perdido amoniaco y fósforo.
Después de someter a los purines
a la ausencia de oxígeno (anaerobiosis), con la adición de unas bacterias se
produce un biogás, rico en metano, que sirve
para obtener un eficaz combustible, que produce energía y calor. Hay que
conseguir acabar con el sobrante del nitrógeno y del fósforo, que son los crueles
contaminantes de los suelos.
Por tanto hay que llegar a la desnitrificación y
desfosfatación del purín, para
obtener agua y abonos, que colaboren con el ecosistema.
Hay una dificultad enorme para
obtener estos propósitos y es la economía, pero ante dificultades tan enormes
como el fósforo y el amoniaco, es imposible mirar otro objetivo, con el consuelo
que hace pensar que en unos cinco años, con el agua, el abono y la energía del gas metano, se
pagará la innovación de las granjas con posibilidad de desarrollo.
Los cerdos, como cuenta Orwell en
su obra “Rebelión en la Granja”, se sublevaron contra el poder del hombre. Esta
fue una sátira contra el estalinismo, pero que trasladada al tema del purín,
hace desanimar al hombre para modernizar las granjas, entre otras cosas por la
crisis monetaria, que nos ahoga. Dice Orwell en “Rebelión en la granja: “El
hombre es el único ser que convive sin producir. Sin embargo es dueño y señor
de todos los animales. Los hace trabajar, les da el mínimo necesario para
mantenerlos y lo demás, lo guarda para él. Nuestro trabajo es laborar la
tierra, nuestro estiércol la abona y sin embargo, no existe uno de nosotros que
posea algo más que su pellejo”. Eso dicen los cerdos y el hombre si quiere
compatibilizar con el medio ambiente, ya posee la tecnología suficiente para
transformar la industria de las granjas porcinas, pero el enorme gasto
económico que la dificulta, sobre todo
en estos periodos de crisis, le frena su actividad.
A mí me ha inspirado Georges
Orwell en este asunto de los purines de los cerdos, porque en la Guerra Civil
española, después de ser herido en Monflorite, lo trasladaron a un huerto de
propiedad de mi padre, situado en Siétamo. De aquí lo trasladaron a Tarragona y
desde esa ciudad huyó de España, por
temor al comunismo. Siempre que voy al huerto, me acuerdo de Orwell.
La sociedad debe preocuparse de
estos problemas de la alimentación del hombre, pues en ella se encuentran
ciudadanos, en este caso de noventa años, que hace unos treinta, en un viaje a
Alemania, se trajo unos veinte libros de producción industrial, en los que
encontró varios aparatos, para producir gas metano y rebajar, al mismo tiempo, la toxicidad del amoniaco y
del nitrógeno. Me enseñó esos dibujos productores de metano hace ya varios años
y estos día del año 2014, al leer los periódicos, que comunicaban el problema
de la subsistencia de las granjas de cerdos, me los ha vuelto a mostrar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario