Ermita San Fructuoso (Bierge , Huesca) |
Me he encontrado con José Otín
Nasarre, Guarda Forestal Jubilado. Es originario de un paraje entre el río Alcanadre y el Barranco de Mascún, cerca del pueblo o más bien aldea, ya despoblado de Otín, del que heredó su
primer apellido y su segundo es el mismo que el del cercano pueblo de Nasarre,
donde se conserva una hermosa iglesia románica. Este hombre además de convivir
con una Naturaleza de una belleza primitiva y de poseer sus dos apellidos de
esa zona, ha contemplado siempre la belleza del Pirineo, pues siempre la ha
tenido delante de sus ojos. En esa tierra, donde nació, contemplaba el río
Alcanadre y el Barranco de Mascún y veneraba la románica iglesia de Nasarre, de
una belleza de acuerdo con aquel pintoresco paisaje. Pero no sólo amó esta
iglesia de Nasarre, sino, que en el
pueblo de Alberuela de Laliena, donde vivió con su familia, entraba, desde
luego con dificultades por estar abandonada, en la iglesia de San Nicolás de
Bari, edificada en el siglo XII, que ya está restaurada, ya que era difícil
entrar en ella porque para la Guerra Civil, la destruyeron. En ella se contemplan
capiteles, que dicen corresponden a una influencia arquitectónica de Toulouse y
que recuerdan el arte románico de Loarre. Se encuentra a un lado del camino viejo que
conduce a Bierge y al otro lado se eleva un antiguo castillo hospitalario de la
Orden de Caballería del Temple. Al lado
de la ermita, José ha contemplado, como
Forestal, con especial cariño arbustos con granadas o en lengua aragonesa, minglanas, que dejaron por allí los moros,
cuando dominaron, por poco tiempo, los Pirineos.
En los pueblos de Otín y de Nasarre todavía no
han desaparecido las casas, sino que todos sus dueños conservan las escrituras,
como aquel que guarda las reliquias de su familia. Pero a partir de los años
1960, ya bastante pasada la Guerra, subían
turistas y comerciantes, que recogían las zoquetas, las albardas, los
bastes, colleras, collerones y yugos. No sólo se han llevado las colleras y “cremallos” del hogar, con los que se cuelgan los
calderos, en los que hierben el agua y preparan la pastura de los cerdos y
gallinas, sino que José Otín me ha contado como en la ermita del siglo XII, de San Fructuoso o San Fertus, en Bierge, donde vivió, sacaban
las pinturas románicas de los muros. Usaban medios que José veía, aunque no comprendía totalmente el fin con que
se realizaban tales faenas. Me dice José Otín que veía actuar sobre esas
costosas pinturas, que son antiguas y de
una belleza que conmueve los espíritus de los que las contemplan. Pero en la
Guerra Civil parece ser que los milicianos jugaban a la pelota sobre las
paredes, que mostraban a San Fructuoso o San Fertus y
a todos sus acompañantes, hasta el punto de que uno de los “deportivos
jugadores”, se acercó al Cristo, que con su gran figura, presidía el altar
mayor, subiendo por una escalera de mano y le
mutiló el rostro, al parecer con
odio.
Cuando, después de la Guerra
Civil, Antonio, que todavía era casi un niño, miraba la faena que hacían los
que querían sacar las pinturas de las paredes,
para colocarlas en distintos lugares. Me dice José, que mojaban sábanas o lienzos, adecuados para
sostener dichas pinturas, con leche de vaca, que yo ignoro como un niño, podía identificar aquel líquido, que apretaban
con fuerza sobre las pinturas de la pared y que habían calentado a cierta
temperatura. Después de esa aplicación del líquido, se desprendían las pinturas
de la pared y se veían en los lienzos.
José, al acabar la Guerra Civil, se
acordaba de la destrucción de imágenes y objetos religiosos y no podía
comprender como, después de dicha Guerra, dos Sacerdotes sabios, podían participar en el desprendimiento de las figuras
románicas, de los muros de la ermita de San Fructuoso o San Fertus. El mayor de los dos
sacerdotes era el Canónigo Don Antonio Durán Gudiol y el párroco era Don
José María Jabierre. Don Antonio Durán Gudiol, que nació en Vic,
Provincia de Barcelona en 1918. Estuvo viviendo en Aragón aproximadamente medio
siglo, llegando a ser tan aragonés como catalán. En 1978, con la colaboración
de Domingo Buesa y Julio Gavín, escribió la “Guía monumental de Serrablo”. Pero
no sólo se dedicó a estudiar las iglesias del Serrablo, sino que lo encontramos
en Bierge en la ermita de San Fructuoso, para trasladar las maravillosas
pinturas que, gracias a Dios, todavía se
conservan en dicha ermita y evitar los despojos del arte, en las iglesias del
Alto Aragón. Pero todo tiene una explicación, porque en aquellos tiempos en que
escaseaba el dinero, recuperar las pinturas de Bierge, costaba una fortuna. Sacaron los lienzos de toda la ermita, pero tuvieron
que destinar los que se desprendieron de los laterales del Abside, para pagar a
los técnicos, que realizaron una obra maravillosa. El otro sacerdote, es decir
el Párroco de Bierge, que tuvo un hermano, nacido en Siétamo, Cardenal, pero él
durante varios años, estuvo de Cura de Pueblo en la Diócesis de Huesca. Ese es
el título de un artículo mío, escrito en el Ordenador y dice, entre otras cosas
,lo siguiente: ”Segundo Nasarre, nacido en Nocito, me confirmó el carisma que
llevaba consigo, don José María, en el año de mil novecientos cuarenta y
tantos, y convocaron una rogativa a San
Urbez, porque la sequía era grave. En el
Somontano reinaba tal “sequero”, que no podían abrevar los ganados de ovejas, ni siquiera las caballerías. Empezaron a venir
vecinos de Bentué, de Used, de Bara, de Angúés, de Rodellar y de Bierge. Estaba el cielo raso, pero aparecieron en la punta de Guara “as
boiretas llovederas” y empezó a llover de tal forma, que muchos se tuvieron que
quedar en Nocito……Don José María Javierre, que por entonces estaba de párroco no
sé si en Angüés o en Bierge, dijo la misa y predicó”.
“Mi amigo Nasarre, de más de ochenta años no puede olvidar el sermón que escuchó pues
hizo llorar a todas las mujeres asistentes a la misa y a muchos de los hombres.
Empezó a llover cuando volvía la
procesión y estaba entrando en la iglesia. José María no podía olvidar sus
tierras y comunicó al sabio canónigo Don Antonio Durán Gudiol, lo que ocurría
con las pinturas de San Fructuoso de Bierge y de allí, José me contó el proceso de quitar de los
muros de la ermita las pinturas sagradas. En los lados del ábside de la ermita,
se ven las sombras de hermosos dibujos sagrados, pero es que son los restos de
las pinturas que tuvieron que pagar por obtener todo el resto de ellas, situados
en el frente del ábside. Parte de esos restos se encuentran, según me dijo José
Otín Nasarre, en los Estados Unidos, otros en Barcelona y otro en Zaragoza.
Las hermosas figuras que llenan
de fe, al que las contempla, las veía Cándido Rufas, a veces con lágrimas en
los ojos, en los lienzos, que se
encontraban en los porches de la Universidad, frente al Seminario, en el que
estudiaba. Y aquí es donde hay que exponer el amor que hacia esos lienzos tenía
el hermano mayor de la familia Rufas de Bierge, que se llamaba Agustín y era
hermano de otros trece Rufas, que tiene su casa natal en el pueblo de Bierge, debajo de la Sierra de
Rufas. Agustín recibía noticias de los
lienzos sacados de la ermita de San Fructuoso y las lágrimas de su hermano, el
seminarista Cándido Rufas, conmovieron el corazón de Agustín o Agustinico,
que se movió hacia la Dirección General
de Aragón, que hizo volver los lienzos románicos a la ermita de San Fructuoso
de Bierge.
Este mes de Abril de 2014, he
contemplado un paisaje espiritual, dentro de la ermita, presidida por el Santo
Cristo con su figura románica, y alrededor de él santos y santas de la corte
celestial.¿ Qué pasaba en la ermita de San Fructuoso de Bierge?. José Otín
Nasarre se ha quedado emocionado, al
contarle lo que yo vi en el ambiente de la ermita, igual que él lo había contemplado cuando él era todavía
un niño y observaba como despojaban los muros de la ermita de aquellas santas y
maravillosas pinturas románicas.
En Bierge hay cuatro iglesias,
pero en aquella ermita de San Fructuoso San Fertus en la que nos encontrábamos,
muchos amigos de la familia Rufas,
resultó conmovedor, ver llegar a Agustín, sobre las espaldas de parientes y amigos, a despedirse de este
mundo, frente al Cristo románico, acompañado por hombres santos, que parecían
negarse a despedirse de su protector, sino que lo recibían con amor para que
entrara en el Cielo, que se había merecido, porque a él se debía el regreso de los lienzos románicos
a la ermita de San Fructuoso. En la parte alta del altar, celebraban la misa
tres sacerdotes, entre los cuales se encontraba un sucesor de José María Javierre, a saber el sietamense José María Cabrero, y en la escala inferior, y
junto a ellos estaba conmovido, Cándido Rufas, otro “sacerdos in Eternum”, como
el sacerdote rumano, que estando casado, y celebra la misa en la iglesia de San
Miguel de Huesca, ante sus paisanos inmigrantes.
Cerca de donde yo estaba, se
sentaban un niño y una niña, sobrinos de Cándido Rufas, que estaban contemplando
espectáculo de la vida del hombre ante Cristo, que estaba mirándolos en el
Presbiterio.
Al salir de la iglesia, se
contempla una carretera que sube hasta Rodellar y en cuyo inicio está escrito: BARRANCO de MASCÚN. ¡Cuantas veces ha pasado
por ella el Forestal José Otín Nasarre, que visitaba las iglesias de Otín y de
Nasarre, que le recordaban su origen eterno como el de las iglesias antiguas, de
las que se acuerda , como recuerda su visón del despojo de pinturas románicas
en la ermita de San Fructuoso y que hoy, he contemplado yo, dichas figuras con todo su
esplendor, bendiciendo al “amo” de Casa
Rufas de Bierge, acompañado de toda su familia y de los vecinos de Bierge.
Estuve en cierta ocasión, acompañado de mi esposa Feli y de mis hijos,
en Bierge, a ver a Agustín, a su esposa e hijos, pero se habían marchado
a una boda en Barbastro. Pero en esta
ocasión, la última, he conseguido verlo
frente al Cristo herido en su Pasión y en la Guerra Civil. Lo he visto a él
rodeado de muchos de sus hermanos, nietos y sobrinos y me ha conmovido
contemplar a Cándido, muy próximo al ataúd, derramando lágrimas, que le han
lavado sus ojos y han alegrado su alma, al recordar, el interés que tuvo, para
traer, de nuevo, al pueblo de Bierge,
las figuras de Cristo, de San Fructuoso y de todos sus hermanos en la santidad.
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