sábado, 19 de abril de 2014

Alacón muestra la dureza y la belleza de Teruel

Sierra de  Alacon (Teruel)

Albalate del Arzobispo (Teruel)

El pueblo de Alacón, se encuentra en la Zona Minera de Andorra –Sierra de Arcos, a unos 702 metros de altura, al noroeste de Teruel y su ambiente ya no recuerda la zona minera, sino un paisaje serrano, que recuerda los tiempos primitivos, porque en él, se encuentran pinturas rupestres. Hay restos de poblaciones ibéricas y  monumentos de origen árabe. El Parque Cultural del Río Martín, ofrece un abrigo rupestre y en él se ve la diferencia entre el aspecto impresionante del Barranco del Mortero, que se encuentra en Alacón,  con el aspecto también rústico de Albalate del Arzobispo, pero con más tierra cultivable.  Alacón  está incluido en el Parque Cultural del río Martín, río éste, que desemboca en el Ebro, pero hay diferencias entre la parte alta ,donde se encuentra Alacón, que está dominada o más bien se puede dominar  el paisaje del Barranco del Mortero, que con el Barranco de la Muela confluyen debajo del citado  Alacón.  Entre ambos barrancos  fluye una fuente que llena de aguas una balsa. En esa zona se erige la Ermita de San Miguel. Más abajo se encuentran la tejería y la balsa de Pulgarillas. Se encuentra por el mismo monte,  la ermita de San Roque. A pesar del aspecto montañés y primitivo de las cuencas  de los barrancos del Mortero y de la Muela, incluyen a esta comarca  de Alacón, como he dicho, en el Parque cultural del río Martín, afluente del Ebro.
A unos dos kilómetros del pueblo y hacia arriba, se llega a la planicie del Borón y allí tiene sus orígenes el barranco del Mortero. Desde aquella altura se va bajando  y se ve un abrupto acantilado, por el que en épocas de lluvia se lanza una gran cascada de agua, que llena una balsa, en la parte baja. Por aquellas alturas se pueden apreciar pinturas rupestres. Está aquella zona llena de oquedades y brechas,  que dan lugar a que en ellos aniden los buitres, alimoches, cernícalos y otras aves  que aman la vida, en aquellas rocas. Bajando veremos el Cerro Felio, donde quedan cerramientos  que se usaban para encerrar por las noches el ganado lanar y cabrío. También se encuentran vallas que guardan pinturas rupestres.
Por estos terrenos pasó el Cid Campeador con sus seguidores, conquistando esta tierra,  haciéndose camino para la fértil tierra valenciana. A pesar de su quebrada geografía no se diferencia mucho de la de Albalate del Arzobispo, como se aprecia en el grupo pictórico que representa el monte de Alacón y las estrechas fajas de Albalate.
En la zona de la balsa y de la ermita de San Miguel, se pueden dejar los vehículos, pero si se quiere, se puede bajar hasta la parte Norte del pueblo de Alacón, donde se puede  admirar el trazado de  los caminos de las bodegas, que son unas quinientas, excavadas en la ladera del Norte del pueblo.  Si queremos elegir otro camino, tendremos que tomar el que va desde los lavaderos a la base de la colina, desde el que se observan las quinientas bodegas, en que se elabora y se conserva el buen vino de Alacón. En esas bodegas se elabora un vino recio, como el ambiente que rodea sus bodegas, con sus rocas, sus tumbas primitivas, los corrales en que encerraban las cabras y las ovejas y las alturas, donde hacen sus nidos los buitres. En verano el que tiene la oportunidad de probar el vino de Alacón, lo encuentra fresco, pero en invierno  le sabe más templado. Están las bodegas situadas en terrazas  en distintas  alturas y al pie de esa gran muralla se encuentran las eras en que en otros tiempos se trillaban las mieses. Este camino nos lleva a  Oliete, que se encuentra como Alacón en la Comarca de Andorra- Sierra de Arcos. Próximo a estas alturas se encuentra un observatorio de aves rapaces, desde el que se puede admirar su vuelo y sus labores de caza.
Los habitantes de aquel Parque con pinturas rupestres, tumbas, sepulturas excavadas en la roca y buitres vigilando desde el cielo, aquellos suelos quebrados, conocieron desde hace muchos siglos,  una suerte de vidas duras y  frías, que  entraban en la lucha contra un medio, tan difícil, para vivir su vida. Cuando pasó el Cid por esa Sierra, algún joven hijo de ella, se marcharía a Valencia a luchar y a gozar de aquel clima mucho más llevadero que el que sufrían por Alacón. Aquellos hombres luchaban por la vida con las cabras y las ovejas, que encerraban en aquellas cavernas serranas y más abajo cultivaban el recio vino, que les conservaba la vida. Pero España siempre sufrió a causa de las guerras y la del año de mil novecientos treinta y seis, hizo sufrir a muchos habitantes de su dura tierra, primero en la cárcel de Teruel al acabar la Guerra Civil, y luego en algún  repugnante campo de concentración en Alemania nazi, en esta caso el de Mauthausen.   Algunos habitantes de Alacón  y de pueblos vecinos, habían estado por diversas causas, provocadas por  la política de entonces, que no respetaba la vida de los hombres, en este caso de sempiterna vida dura en aquellas sierras de Teruel.  
Y llegó a mi pueblo de Siétamo, que también  sufrió una época de muerte, para la Guerra Civil, con un camión preparado igual que una frutería ambulante, un hombre de unos cuarenta años, natural de Alacón. Se llama Antonio Andrés  Matamoros. Su segundo apellido Matamoros  ya nos hace ver, que en aquella tierra, se ha luchado siempre y los antepasados de Antonio, tuvieron que matar moros, como éstos también mataron cristianos.  Era un hombre alegre, a pesar de los recuerdos de sus antepasados de toda la vida y con muchas  ganas de seguir luchando por la vida. Hablando de las luchas pasadas en Siétamo y los suyos en Alacón, nos recitó el siguiente verso: “¡Adiós cárcel de Teruel, cementerio de hombres vivos, donde se amansan las fieras y se pierden los amigos!”. No se perdieron todos los amigos turolenses en la Cárcel de Teruel, pero,  al ser liberados, emigraron a Francia, donde tuvieron que luchar contra los invasores alemanes. Andrés me contaba las aventuras de su tío Daniel Andrés, que fue introducido junto con otros vecinos y amigos de Alcorisa, de Albalate del Arzobispo, de Calaceite y de todos los pueblos de alrededor, en el Campo de Concentración de Mauthausen. Tres años estuvieron encerrados en él. Allí lo pasaban mal, pero un delineante de Alcorisa y reclutaba con preferencia los turolenses y con ellos iba  picando piedras de sillería, que se iban colocando para delimitar todo el recinto del Campo de Concentración. Sus cuerpos estaban consumidos por el hambre que pasaban, pero sus espíritus sufrían porque estaban casi incomunicados con sus familias y con su Patria, ya que les dejaban escribir cartas que no tuviesen más de veinticinco palabras, que relatasen solamente asuntos personales. Era cojo , el tío Daniel y no se sabe si murió en el Campo de Concentración o lo mataron.De todas formas si se encuentra por la provincia de Teruel alguna carta de uno de estas sufridores españoles, que la pongan en un museo,en una caja de cristal, para que nos acordemos del sufrimiento de nuestros antepasados.
Al cabo de tres años  los abandonaron los carceleros alemanes y los liberaron los rusos, después de estar los presos tres días sin atención ni cuidados y no se escapó ninguno. Habían escapado de España, luego los llevaron a Alemania y ahora ¿cómo iban a volver a su tierra abandonada de los hombres?. Desde luego que ya no volvieron a España y se quedaron en Francia. Antonio Andrés sabe la historia del Campo de concentración, porque aunque sus paisanos ,que allí estuvieron prisioneros, no volvieron a España, algunos de ellos, después de varios años fueron a visitar su tierra y a sus parientes y paisanos y les contaron las últimas aventuras de aquellos hombres de la provincia de Teruel. Teruel y Huesca ¡provincias abandonadas ,en las que quedan pocos ciudadanos, abandonados por el Gobierno .En Huesca no construyen un ferrocarril que una a toda España con Europa y en Teruel no lo comunican con por Cuenca con Madrid. Los turolenses tan trabajadores,  que crían cerdos y  por la escasez de sus tierras, están envenenando la poca tierra con el purín de los cerdos, y nadie les ayuda en la solución de este  problema.
Pero los turolenses saben hacer llegar al cielo sus quejas, por medio de los tambores y bombos, en la Semana Santa y los hacen resonar, pidiendo e insistiendo con su voluntad de hierro aragonesa, para que el Señor y los hombres del Gobierno, no permitan que desaparezca esa historia dura y bella, de Teruel, que se hace sentimental con las lágrimas de los amantes de Teruel y la sangre de miles de tamborileros, que llegan ,en esta Semana Santa, a derramar sangre por sus manos, impulsados por el amor a su tierra.    
  



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