Esta carta fue escrita en el mes de Febrero y día once del año 1807, por el párroco de Siétamo, Mosen Martín Cavero, retor de Siétamo, al Excelentísimo Señor Duque de Ijar (Hijar),Conde de Aranda mi Señor. Este mosen Martín Cavero de Siétamo fue tío de don Manuel Almudévar y Cavero, padre de don Manuel Almudévar Vallés, abuelo de mi padre don Manuel Almudévar Casaus y bisabuelo de Ignacio Almudevar Zamora y de sus hermanos y hermanas.
“Exmo.Señor:
Voz del Señor deben ser los Párrocos, y ésta, en acabando de
sonar, dexa de ser. Digolo, porque VXª.
me honre con la clemencia de
oírme sin causarle admiración, verme introducido en asuntos seculares, que sabe Dios, si soy capaz de cumplir con los
eclesiásticos, como los más sagrados de mi estado y obligación.
Algunos meses há, que
encierro dentro de mi corazón el sentimiento que me cuesta la crítica y triste
situación de estos vasallos de V.Xª. y feligreses míos; pues es tan grave, por las
funestas consecuencias que amenaza, que huyéndose de mi juicio, solo se concede
a mi dolor. El amor de próximo, y la obligación de Pastor, me precisan ya a
romper el silencio, suplicando a V.Xª. se digne atenderme, porque también es
equidad en los Grandes Señores permitir
al dolor algún desahogo. No es posible, Exmo. Señor, que la amable clemencia de
V.Xª. esté verdaderamente noticiosa del trabajos y persecuciones que padece
este Pueblo por su Administrador Don
Josef de Irigoyen; porque a saberlo, no podía suceder el consentirlo, y mucho
menos V.Xª.,que siempre amante de la equidad y justicia, jamás supo volver los
ojos a la razón de mandar executarlo.
Todo observante y nada compasivo, pretende Irigoyen labrar
sus aciertos a costa de rigurosas y atropelladas execuciones, hijas de su poca
edad y fogosidad de su genio. Si la indigencia de un pobre jornalero le obliga
al socorro de un fajo de leña del Carrascal, y sin causar daño alguno en él, inmediatamente
lo delata al Subdelegado de Huesca, y tiene que contribuir con la pena rigurosa
que le impone, muy superior a sus débiles fuerzas. Este y otros hechos que
omito a V.Xª., por no serle molesto, han dado motivo a una juventud
inconsiderada, con el mayor sentimiento de lo principal del Pueblo, y señaladamente del Exponente, que conoce, y
sabe mejor que otro alguno, las funestas
consecuencias, que de necesidad se han de seguir, a hacer demostraciones
de venganza contra el dicho Irigoyen con piedras y con el escaño a las puertas
de palacio. Yo, que soy testigo de estos desórdenes, lo soy también del Recetor y cuatro Fusileros que acaban de
llegar a este Pueblo de orden de la Sala, y a instancia del dicho Irigoyen, con
tolerancia o consentimiento de su Cuñado
Don Pedro Bezares, Administrador General de V.Xª., para la justificación de los
hechos que acabo de exponerle, y para proceder a las prisiones respectivas de
los Reos, que de ella resulten Yo no sé, si los citados Bezares e Iigoyen pretenderán
hacerse singulares, conseguir la duración de sus empleos y la perpetuidad en
sus interese propios, hablando y obrando del modo que agradan, y no como
sienten.
Si esto pudieran lograr sin conocida destrucción y alboroto
de estos vasallos de V.Xª. y feligreses
míos, yo sería el primer coronista de sus aciertos: Pero, Señor Excelentísimo ¿puede
ser en ningún tiempo buen servicio de Dios, ni de V.Xª., la total desolación que amenaza a este Pueblo?.
¿La evidente ruina de sus vecinos y la común congoja de las familias?. ¿Con qué
animo podrá trabajar un Labrador sabiendo que su sudor le fatiga y no
aprovecha? ¿Qué amor a VXª podrá engendrarse en el corazón de un Vasallo, que
diariamente experimenta tributos penales de una leve culpa, y las persecuciones
de un Administrador dominado de un espíritu vengativo?. Señór Excelentísimo, es
evidente, que la antigua nobleza de Vuestra Casa, y las pingües rentas que
goza, dependen del sudor del jornalero, pues ¿por qué habiéndole de
limpiar la piedad, le ha de sofocar el
rigor?.
Bástale al infeliz su desdicha, sin quererla duplicar con el
desprecio y abatimiento: y así, Excelentísimo Señor, espero firmemente, que la
piedad de V.Xª., ha de dar crédito a a estas experiencias de mi reverente
buena ley, y humilde amor a VXª, tomando
las providencias que fuere servido para el remedio: y que mediante él, quedó
tranquilo el piadoso y magnánimo corazón d
e V.Xª., el de estos sus amados
vasallos y feligreses míos, y el de Irigoyen. V.Xª. no tenga por desembarazo la realidad de
mi explicación, si no créala, por eco preciso de la voz, de quien más le
reverencia y desea el mejor servicio de Dios, la mayor gloria de V.Xª., y menos
fatiga de estos sus cadentes vasallos: A este fin aplico mis oraciones y
sacrificios , y en todos pido a Nuestro Señor guarde a su Exma.persona muchos
años.
Siétamo y Febrero 11 de 1807.
Exmo. Señor A. L. P.
de VXª
Martín Cavero Retor de Sietamo.
Excelentísimo Señor Duque de ijar, de Aranda, mi Señor
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