Ay, cuanto de dolor
Está presente
Al infante valiente,
A hombres y caballos
Juntamente.
En las fiestas de San Lorenzo, se
han hecho clásicas las corridas “a caballo”; para mí, éste es el mejor de todos
los espectáculos que tenemos ocasión de contemplar. Y por muchos motivos. No
hay caballero sin caballo, pues una vez apeado el jinete “motu propio” o por haber
sido apeado por el noble bruto, se convierte en caminante o peatón.
¡Qué simbiosis hacen caballero y caballo!.
Incluso la mitología la ha consagrado, creando la figura del centauro. Los
aztecas creían que los jinetes españoles eran un
solo ser, con su caballo.
La compenetración entre dos seres
vivos (caballo y caballero), para mí constituye una amistad muchas veces
superior a la que existe entre dos personas. ¡Cómo se unen los dos, caballero y
caballo, para defenderse de los embites y ataques del toro bravo de afiladas
astas!. Estamos contemplando una posible tragedia; de todas formas tragedia
real porque es preciso que uno de los
tres muera. Pero en tanto se produce la
muerte, estamos en el ambiente de un ballet, de una elegancia difícilmente
superable. Hasta el caballo tiene elegancia y coquetería, arqueando el cuello y
la cola, con las crines trenzadas.
Nunca la máquina podrá superar al
caballo. Sería hermoso que la gente pudiera tener caballo, pero es imposible en
la vida moderna. En las casas se hacen aparcamientos, pero sin pesebres y a los
caballos es necesario darles de comer todos los días. Además el pienso es un
problema y caro, pero esto no supone el último triunfo de los automóviles,
porque aunque se hacen garajes, no se crean los necesarios, llenando todos los
lugares de la ciudad. Sólo beben cuando circulan, pero esa bebida es cara y
dicen que se acabará. El “estiércol” sale por el tubo de escape, en forma de dióxido
de carbono, etc., y contamina la atmósfera de las ciudades, que se van tornando
invisibles.
De todas formas la batalla está
ganada, de momento, por las máquinas, que han hecho imposible la convivencia
del hombre con los animales. Pero ¡cuidado! porque en esta guerra, las próximas
víctimas seremos los hombres. Los hombres, que nos hemos masificado, que hemos
sido gobernados por reflejos, ante las mismas situaciones y que nos vamos tornando
en máquinas-robots.
Si van desapareciendo nuestros
compañeros de convivencia cósmica, es decir los caballos, ya podemos poner
nuestras barbas a remojar.
Por eso, id a contemplar ese
espectáculo, que es un retornar hacia un pasado, donde era posible la convivencia,
:¡sí, de hombres y caballos juntamente!.
No hay comentarios:
Publicar un comentario