Cuando entro en este Bar y Pastelería,
situado en el amplio Paseo de Zizur, se siente uno feliz, cuando una bella
muchacha, que se encuentra detrás del mostrador, se dirige a un cliente y le
hace una oferta de un café, de un chocolate o de una bebida no alcohólica. Se
trata de una jovencita bella, con su redonda cabeza, sin pinturas artificiales
en su rostro y con mucha frecuencia, sonriente. Su cabeza es bella, con su
figura esbelta, totalmente estilizada y dividida desde su frente hasta su nuca,
por una raya trazada con un peine, que deja a lo largo de esa linda cabeza, una
raya que deja adivinar esa piel y que se acaba en una gran trenza , que le
cubre su espalda y convierte su melena
en un ornamento de bellos cabellos, que le cuelgan hasta su espalda y le ayuda
a convertirse en bella y atractiva. Su bello rostro no se ríe con sonoras
carcajadas, sino que parece hacerle conservar un aspecto de seriedad, pero que
no está
severa continuamente, porque de vez en cuando se sonríe.
Su aspecto exterior está
revestido de elegancia, como se constata en un nivel de mujeres búlgaras,
dotadas de un buena instrucción, cada
vez más elevada, que en su País búlgaro, se presenta como una oportunidad para
abrir horizontes y emigrar a otras naciones, en que poder aprovechar su
cultura. Hay una vieja tendencia a cultivar la cultura, aunque hasta cerca del
presente, han estado forzados a vivir mezclados a musulmanes y gitanos, que no encontraban salida a su
estrecha cultura. Es curioso encontrar en Navarra búlgaros elegantes
físicamente e intelectualmente, pues al usar el servicio de Bar en Pamplona, se
siente una sensación universal de gran calidad humana. Siente esta joven un
gran deseo de cultura y de conservar el sentimiento de la integración de las mujeres búlgaras en Navarra,
adaptándose a las nuevas costumbres, conservando la armonía entre pamploneses y
búlgaros.
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