Saturnino Lloro nació en Lasaosa,
pueblo donde ya no queda ningún habitante, agricultor ni ganadero. El monte lo
corre el ganado de Francisco Santolaria de Villobas. Por allí habitan algunos
zaragozanos, que han acudido a vivir a Lasaosa, como enamorados de la Naturaleza. Se encuentra el pueblo construido, al lado de la
Carretera del Guarga, a la que se llega desde Huesca, por la autovía en
construcción de Arguis. Al llegar al primer túnel, a la derecha y sin entrar en
él, antes de llegar a lo alto de Monrepós, se baja por un camino asfaltado hace
poco tiempo, que conduce al Valle de Nocito; se pasa por el Pantano y el
pueblo de Belsué, por cerca de ibirque y de su Dolmen, por la Pardina de Oblato
y después se llega a Nocito y a San
Urbez y de allí se va a Bentué de Nocito,
con lo que se pasa del Valle de Nocito al Valle del Guarga. Entre Belsué
y la pardina de Oblato, se contemplan las ruinas del abandonado pueblo de Lusera.
De este pueblo hace ya muchos años, habían decidido marcharse sus habitantes y
para no tener que llorar tantas veces en esas despedidas, decidieron marchar todos al mismo tiempo, formando
una reata de mulas.
Otras veces se va a Lasaosa por el Valle del Serrablo, a orillas del río
Guarga, que nace muy cerca del río
Alcanadre. Limita al Norte este Valle por varias Sierras, como las de Portiello
y la de Picardiello. Por el Sur, debajo de las sierras de Belarre y de Aineto,
se sigue el camino, que como he escrito, pasa por Orlato, Nocito y siguiendo
hasta el río Alcanadre, por Used, por la
desaparecida pardina de Zamora y se llega a Bara. Del desaparecido pueblo de Zamora
proceden los numerosos apellidos Zamora y López de Zamora que conservaba mi
abuelo materno. Desde Nocito se puede ir por un camino al Valle del Serrablo,
donde se encuentra Lasaosa.
En Ola, destacaban el escudo
de piedra de Casa López de Zamora y en su solar, se encuentra un huerto. Este
López de Zamora venía desde el pueblo de
Bierge, del que era pariente mi abuelo materno Don Ignacio Zamora Blasco, como
me ha informado el señor Cándido Rufas, nacido en Bierge. Frente, casi a la
puerta falsa de casa López de Zamora, se
destaca el Pozo-Fuente, con un arco árabe en su interior y numerosos peldaños
para bajar a ras del pozo. Estaba Ola poblado por once familias musulmanas, hasta
1610, en que se produjo la expulsión de ochenta y cinco moriscos. Entonces se
repobló el pueblo con vecinos montañeses. Es curioso como acudió un importante
Casal, de verdaderos hidalgos del Pueblo de Saturnino, es decir de Lasaosa,
“siempre considerados como notables hidalgos”. También “se trasladó desde
Lasaosa, Urbez Aquilué, para contraer matrimonio con Juana de Liena”, que
fueron admitidos como Infanzones en 1626, es decir poco tiempo después de
expulsados los moros de Ola. El Ayuntamiento de Yéspola, reconoció en 1788, a
Antonio Aquilué.
Pero lo que destaca en este
relato, es la estancia de San Urbez, de pastor en Ola. La Historia habla de las
correrías del Santo, desde Francia hasta la Cueva de la Fueva, cerca de San
Julián de Banzo, pero es en Ola donde se conocen los hechos de San Urbez, por
las conversaciones de sus habitantes En
casa de Antonio Otal de Ola, se encuentra una losa de piedra, donde dicen que
dormía el Santo, que era el pastor del ganado de Ola. Cuentan también como
combatía la sequía, contra la cual lo han constituido en el Alto Aragón, como
defensor durante muchos siglos, porque en Ola abrió una fuente, del que todavía
mana agua, lanzando una vara con una punta, que se clavó en la tierra.
¡Cómo aclara la Historia la
repoblación por los habitantes de Lasaosa y de Yespola, del pueblo de Ola, al que
es casi innegable, que quisieran bajar los de Lasaosa, para ser protegidos por San
Urbez, a Ola, donde bajó, ya en el siglo VIII, a través del Salto de Roldán,
por el río Guatizalema!.
En las dos orillas del río Guarga,
con numerosos afluentes a sus dos lados, se asientan multitud de pueblos, muchos
de ellos con nombres vasco-ibéricos. Empiezan a aparecer dichos pueblos, por
Laguarta, por donde nace el río Guarga, muy cerca del río Alcanadre, en el Sobrarbe
y acaban al lado de la Autopista, donde el Guarga, la cruza. Al Norte del río Guarga aparecen
pueblos como Orós, Ipiés,Ordovés,Artosilla, Bescós, Gillué y Laguarta, en tanto
al Sur están Alavés, Bellarra, Yéspola,Arraso,Gésera, Lasaosa, Aineto y Sescún.
Había Señoríos nobles, como el de Aineto, que formaban parte de la custodia
del cuerpo de San Urbez, pero que
también tuvieron que emigrar a Huesca. En Laguarta vivían los Señores de
Villacampa.
Había iglesias en que se
veneraban Santos, como San Urbez en Nocito o a Santa María en Aineto, o el Dolmen de Ibirque, en este pueblo. Se elevan
notablemente los Picos o Cuellos de Bail, el de Fablo, el de Serrablo y el de
Monrepós.
Los vecinos de Nocito y del
Serrablo vivían con modestia, pero con
una gran energía, pues además de cultivar la tierra en la medida de lo posible,
cuidaban ganado vacuno y lanar. Pero lo que no les faltaban eran cabras, que
además de impedir el progreso de yerbas y arbustos perjudiciales, que, ensuciaban
el monte, suministraban a los habitantes
leche abundante, con la que se alimentaban,
criaban a los niños y a los lechones. Se había acabado la Guerra Civil y los
gobernantes, soñaron con embellecer aquellos paisajes naturales y ordenaron
hacer desaparecer las cabras. Esta orden produjo la desesperación de los
habitantes de aquellos setenta y un pueblos, que se fueron marchando de los
Valles de Nocito y del Serrablo. Por los años mil novecientos cincuenta a
sesenta, muchos se fueron a Sabiñánido, que
se empezó a industrializar y otros a Huesca, a Barbastro y a Zaragoza.
El padre de Saturnino Lloro, el
señor Urbez nació en Bentué de Nocito y su madre Carmen en kSaturnino. Se
conocieron ambos en Lasaosa, donde vivieron muchos años y tuvieron siete hijos.
Al fin se bajaron, como casi todos los habitantes de aquellos dos valles, a Huesca. Le llama la atención a Saturnino,
que todos los que emigraban de aquella Ribera y del Valle de Nocito, seguían
trabajando a pesar de tener ya, muchos años. Saturnino bajó a Huesca antes que
sus padres y en ella tuvo la suerte de trabajar en Casa Mairal, Carnicería de la
Calle Villahermosa. En ella fue compañero de uno de los dueños de la Carnicería,
a saber de David Mairal, veterinario y compañero mío. Era David un gran lector,
pues tenía un piso, destinado todo
él a biblioteca, lleno de obras
literarias y científicas. Acabó su carrera cuando se jubiló de Veterinario
Titular del Matadero de Huesca. Algunas veces llegaban por Siétamo a comprar
corderos o novillos y allí creábamos una conversación sempiterna.
Saturnino tenía un temperamento
muy noble y si lo encontraba en algún Bar de la Calle de Lizana o de
Villahermosa, nos “echábamos algún bocado”.
Fui a su casa, en diversas ocasiones, que se encontraba frente al convento de Santa Rosa, donde
resultaba un placer, conversar con aquel suegro de Saturnino, hombre, que había
vivido en aquel casi solitario lugar de
Artosilla. No sólo era amena su
conversación, sino que llamaba la atención la serie de botos, boticos, toneles,
cucharas y tenedores, que constantemente fabricaba por procedimientos antiguos;
sólo le hacía falta disponer de madera.
Yo le compré un tonel, que conservo en la bodega de mi casa de Siétamo y
cuando me echo un trago, me acuerdo de
él. En la cocina del piso tengo expuestas sobre una plancha de boj, una cuchara
y un tenedor de un buen tamaño, acompañados por una paleta, para servir tal vez
chuletas de carne o para sacar tortetas amasadas con sangre de cerdo y harina
de trigo, de las calderas, que se calientan al fuego.
Saturnino, nació, como he
escrito, en Lasaosa, donde ya no queda ningún habitante agricultor o ganadero.
Solamente aprovecha sus pastos Francisco Santolaria del pueblo de Villobas.
Saturnino, que ama tanto a su pueblo, cuando lo tuvo que abandonar, ya no ha
querido volver a recordar aquellas eras, que lo rodeaban, las bordas, el pozo
ni a recorrer la única calle que unía unas casas con otras. Este abandono parece imposible, porque Lasaosa
se encuentra en el centro de la ruta, que marca la Comarca del río Guarga del Alto Aragón. ¡Con lo que
visitaba la Comarca, no puede aguantar su corazón, el recuerdo de
aquella calle, de aquellas bordas ni entonar
los antiguos cantos, que cantaba en su iglesia!. Saturnino ha recorrido
aquellos pueblos buscando corderos para el consumo de los hombres, pero no
hubieran aguantado secos sus ojos, recordando las costumbres de su pueblo natal.
Otras personas, que huyen de las grandes
ciudades, como Zaragoza, habitan en
aquellas tierras que a Saturnino le producen lágrimas, pero a ellos les hacen
gozar del descanso, que proporciona la
Naturaleza. Por esa carretera que va desde la autopista, debajo de Monrepós, a
Boltaña, no se ve a nadie, no sólo en Lasaosa, sino tampoco en Solanilla,
Aineto y Secorún, por ejemplo. Por la orilla derecha del río Guarga, que baja
hacia la autovía, se levantan los pueblos de Belarra, Yéspolas, Grasa, Gésera y
San Esteban. He dicho que todavía se ve alzado algún edificio, pero están debilitados casi todos ellos, mientras
otros se van cayendo al suelo. Pero el corazón humano de los descendientes de
los que habitaron esos edificios, ha hecho renacer alguna casa montañesa. Saturnino, en cambio, que vivió en Lasaosa,
durante treinta años no tuvo la oportunidad de hacer tal reconquista de su
pasado y el de su familia.
Cuando marchó Saturnino de su
pueblo, todavía se quedaron sus padres, unos dos años más, acompañados por dos
hijas y dos hijos. Luego acabaron todos en Huesca. Pero ahora se ven en Lasaosa
los Cofrades de San Urbez, y se ponen de pie sobre las galochetas o calzados
antiguos, que sobre una roca dejó el Santo a modo de huellas. En este artículo sale
la fotografía del Prior de la Cofradía, Alvaro Lardiés, pisando con sus pies en
las “galochetas” de San Urbez.
¿ Por qué este pequeño País de
abundantes nombres vasco-navarro-aragoneses, se quedó sin habitantes en los
años de 1960 al 1977?. Fueron varias las circunstancias que lo causaron, pero una de las principales causas fue la
destrucción de la existencia en este pequeño País de un animal muy humilde. Con
aquellas cabras mantenían a sus hijos, a sus corderos borreguines y a sus lechones y ellos mismos tomaban sopas
de leche abundantes. El gobierno les prohibió poseer esos animales y no
pudieron apacentarlos en aquellos montes y con esta prohibición, se tuvieron que ir marchando. El Guarda
Forestal ya con noventa años, Alfonso Bescós Aniés, nacido en el Castillo de
San Román de Morrano, combatió estas ideas, pero ahora lamenta esa despoblación
de aquellas tierras, a las que él subía con su ganado, a lo alto de la Sierra
de Guara, donde su padre, Jefe de los Frestales de Huesca, hacía en el siglo
diecinueve, parír dos corderos a las
ovejas. En cuanto a las cabras, las repartía entre sus trabajadores y sus
vecinos. Al llegar a Huesca y a Sabiñánigo, todos encontraban trabajo, primero
porque había y los habitantes de la Ribera de la Guarguera eran trabajadores
sempiternos. Saturnino cuando llegó a Huesca, empezó a trabajar de chófer en la
Carnicería de Casa Mairal, cuyos dueños eran amigos míos y David, compañero de
estudios veterinarios conmigo.
Si se hubiera protegido por el
Estado el Alto Aragón, hubiera crecido esta zona de hombres trabajadores y
numerosos nombres vascos, que como en Navarra, se unieron con los celtas. ¡Qué
bien trabajó Saturnino en esta Carnicería, porque ahora tiene ochenta y tres
años y todas las mañanas, sigue subiendo desde el Café de los Porches a la
Calle de Villahermosa, a conversar unos momentos con sus antiguos compañeros, que
le ofrecen un trozo de jamón!. No son los mismos compañeros de siempre, porque
ya se han ido jubilando, pero les queda el recuerdo de su trabajo en unión del
noble Saturnino. Este, a pesar de vivir en Huesca, viajaba constantemente, o
sólo o acompañado por el veterinario David Mairal y recorría la Montaña, el
Somontano y la Tierra Baja, para comprar corderos y terneros.
Pero no sólo cargaban corderos,
sino que bajaron hombres y mujeres de la Montaña a Huesca. Esto ocurrió cuando
bajaron tres abuelas de Bentué de Nocito, una de las cuales era cuñada de su
padre. Aquel viaje les produjo, como la pasión de Cristo, impresiones
dolorosas, pues todo el camino lloraron las ancianas e incluso devolvieron sus
estómagos, produciéndoles unos sufrimientos terribles, no sólo a ellas, sino también a sus caritativos portadores.
Pero no sólo emigraron ciudadanos
del Valle de Nocito y de la Ribera del río Guarga, pues Saturnino me dijo que
en los principios del siglo XX, se habían marchado a la Argentina, tres
hermanos de Lasaosa y tres hermanas. Se acuerda de que hizo su primera comunión
con unas ropas, que les mandaron esos primos, ya establecidos en la Argentina, con
los que se escribían con frecuencia, como lo hacía mi familia con los Almudévar,
emigrados por esas mismas fechas, también a la Argentina.
Pero La Historia descubre muchos
hechos, que narran la de nuestros
pueblos, pues cuenta como los cristianos,
expulsaron a los moriscos del pueblo de Ola, unos ochenta y cinco,
aproximadamente, en 1607, que fueron rápidamente repoblados con montañeses,
entre los que se nombra a parte de López de Zamora, mi pariente, del Valle de
Nocito, por serlo de mi abuelo materno, López de Zamora, a Aysa y a Aquilué. Mi
abuelo López de Zamora, era originario del pueblo, más tarde convertido en
pardina y luego desaparecido, llamado Zamora (nombre vasco), en el Valle de Nocito, entre Used y Bara. Entre
otros inmigrados en Ola, aparecieron
vecinos de Lasaosa, considerados como verdaderos hidalgos. “Urbez Aquilué se
trasladó para contraer matrimonio con Juana de Liena”. Fueron admitidos los
Aquilué como infanzones en 1626, poco después de marchar los moriscos de Ola”. El
Concejo de Yespola, pueblo del Guarga, también reconocía como infanzón en 1888
a Antonio Aquilué, que ya era titular del linaje en Huesca, en 1772. Añade el autor historiador
que “se supone que los allí residentes, cuya genealogía no nos consta, vinieron
desde alguna de las localidades, citadas en este apartado”. Dice que se supone
que algunos de los citados en ese artículo, vinieron de las localidades citadas
en esta artículo, pero no sólo se supone,
sino que se aclara, cuando dice que “Urbez
Aquilué se trasladó desde Lasaosa para contraer matrimonio con Juana de Liena”
y el pueblo de Yespola de la Ribera del Guarga, reconocía a Juan Aquilué como
titular del linaje, que era en Huesca, en 1772. El nombre de Urbez Aquilué,
entró en Ola desde la Ribera del Guarga, pero no sólo bajó el nombre del Santo,
sino que ya había bajado él dicho Santo en persona, en el antiguo siglo VIII,
después de Cristo, a pastorear a Ola. Los escritos, todos nos comunican las
marchas que hizo el Santo desde Francia hasta le Cueva de la Val d´Onsera,
pero únicamente en el pueblo, se ve en
casa Otal de Ola, una piedra arenisca,
en la que, San Urbez se acostaba para dormir. San Urbez es el santo con más
confianza que los aragoneses de la Montaña, del Somontano e incluso de la Tierra
Baja, le tienen contra la sequía. En Ola, a donde bajó por la ribera del
Guatizalema, a Siétamo, en un espantoso tiempo sin lluvias, lanzó una enorme vara puntiaguda, contra la tierra y obtuvo una
corriente de agua, que todavía corre y
ha suministrado agua al Campo de Aviación de Monflorite.
Unos creen en San Urbez y otros
lo odian, hasta el punto de prender fuego a su cuerpo, pero a pesar del
abandono de la tierra de los Valles del Guarga y de Nocito, siempre se encuentran
excursionistas o peregrinos que van a venerar sus restos y su espíritu, en
tiempos de frío, de lluvia y de calor.
Hay quien no tiene fe en Dios, pero es
maravilloso contemplar cómo ésta mueve las montañas y los corazones de los
hombres y mujeres, que confían en ser escuchados por El. Y confían en el Santo de la Montaña, San Urbez, porque siempre le han visto traer
el agua, que tantas veces ha traído, en medio de multitudes de montañeses,
somontaneses e incluso peregrinos de la
Tierra Baja.
San Urbez, que desde Burdeos
recorrió la Montaña del Alto Aragón, hasta el Somontano de Ola, ha protegido
siempre con agua de lluvia nuestras tierras y gran número de sus hijos, han
sido bautizados con el nombre de Urbez. Siendo San Urbez, un gran amante de los
Pirineos, hay que empezarle a rogar para que España abra una Tercera Vía
Ferroviaria, que comunique ambas vertientes pirenaicas, por las que tantas
veces cruzó el santo. Los hombres debemos aportar nuestros méritos y debemos
abrir una carretera con Nocito, que pase por el Pantano de Vadiello.
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