Este señor,
que ya tiene setenta y seis años de vida, ha sido y es pastor, no cuidando un
número elevado de ovejas, sino un pequeño rebaño de unas treinta y seis. Lo conozco
desde hace muchos años, ya que estuve de Veterinario en Bolea, debajo de la
Sierra y subía a Nocito y a Belsué a vacunar sus ganados. Pero no subía a aquellos pueblos
serranos de Bolea y de Belsué en coche, ni siquiera en motocicleta, sino que lo
hacía montado en una mula, acompañado por montañeses de la Sierra, que querían
vacunar a sus ganados. De esta circunstancia, que ocurrió hace unos cuarenta
años, me acuerdo de haber conocido a José María Aquilué. Ya han pasado muchos
años y ahora se sube en automóvil a Belsué, pero en aquel pueblo que está en
una colina en el fondo del Valle, se ve en lo más alto una iglesia Románica,
que defiende José María Aquilué y aunque tiene, colocado por la Diputación
Provincial, un depósito de agua potable para suministrar a los vecinos, ya no
quedan más que uno habitualmente, y una familia, que vive en Huesca, y que
tienen un hijo Médico, que suben casi todos los domingos a recrearse en aquel
Valle, en que vive feliz José María Aquilué.
Cuando
subes hasta la misma Iglesia, te encuentras la casa de José María, y a su lado
está situada la casa del matrimonio de su hermano, que acuden con mucha frecuencia a hacer
compañía a su hermano. José María vive en un valle precioso, con su Iglesia y
con sus casas, unas aplastadas por los
años, otras reparadas y algunas restauradas, sobre una colina que sube hacia
arriba, como intentando ver la alta carretera que sube para llegar a Arguis.
Una
vez subí a Belsué a visitar a José María Aquilué e ignorando los pasos a dar
para encontrar a José María, se me ofreció mi amigo Vicente Laliena para
encontrarlo. Me llevó por la carretera, me hizo visitar una antigua paridera,
en la que José María encerraba, a veces,
a sus ovejas, me hizo recorrer campos de
rastrojo y al fin, encontramos a José
María, que estaba pastoreando unas pocas ovejas, en cuya compañía se sentía
feliz.
En
su casa-palacio, a la que pongo este nombre porque está protegida por la parte
alta del pueblo , por la Iglesia y el primer día que fui a visitarlo, cerca de puerta
de su casa estaba atado un perro pastor, que no ladró ni se enfureció conmigo y
jugando cerca de él ,corría un pato. Este me llenó de ilusión, pero que me llenó de dolor, la siguiente vez
que allí acudí, porque me enteré de que una raposa, lo había matado.
Hoy,
día diecisiete de Marzo del año de
2.017, mi hijo Pablo ha proyectado en mi casa, la película que ha tomado por
actor a José María en el pueblo de Belsué.
Resulta
una película misteriosa, porque no sale
más que un actor, a saber José María Aquilué. ¿Cómo van a salir más actores si
en ese pueblo no hay más habitantes?.
Se
ve el valle con sus casas casi sin iluminar por la noche y en algún momento se observa un brillo de luz
eléctrica, a través de los cristales de Casa Aquilué.
Va creciendo la salida del sol y va verdeando
el prado que han de recorrer las ovejas. Se ve al pastor encendiendo la cocina
con leña recogida en el monte. Se calienta la leche y más tarde guisa unas
judías pardas en una cazuela. Cuando sale de su casa, lo primero que ve es el
cementerio y allí se observa como corta las malas yerbas, con su “jadico y su
astraleta”, entre tanto dos gatos tranquilos y de gran serenidad, desde la
pared de piedras del cementerio, se miran como José María limpia el suelo de viejas plantas. Hay tres sepulturas de las que cuelgan tres ramos
de flores, que las puso José María para recordar tiempos pasados. Como sólo
aparece en la película José María, le acompañan los dos gatos. Pero otras las
ovejas se paran enfrente de la puerta del fosal, y parecen pacientes esperando,
sin darse cuenta, otra vida.
Cuando
José María ha acabado de preparar sus comidas y de arreglar la limpieza de su
casa, baja a la paridera y coge una oveja, que tiene una lesión entre las dos
uñas de una pata, y la lava y le aplica medicamentos, para que pueda seguir su
pequeño rebaño.
Cuando
baja el sol, se mete José María en su casa y se acuesta, aunque a veces se
asoma a la ventana para escuchar a la raposa que se comió a su hermoso
compañero, el pato.
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