jueves, 9 de enero de 2020

La morcilla, por Baltasar del Alcázar.-




Baltasar del Alcázar en sus versos a la cena habla de la morcilla como gran señora digna de veneración, pero yo creo que todavía es más venerable “o tocino”, más señor y más digno de veneración que la morcilla, porque al fin y al cabo ésta es un derivado del cerdo, un subproducto, como ahora se dice, de los múltiples que del venerable salen o más bien se sacan. Un mosen de pueblo desde su “predicadera” quería ensalzar la grandeza de determinada Virgen y, como no alcanzaban sus cualidades oratorias a lograrlo, y si, por otra parte, glosaba alguna cita latina comprendía que el pueblo sencillo no iba a “apercazar” su contenido, no encontró mejor solución que exclamar:” Mirad si la Virgen es perfecta que se parece ‘a tocino’. La gente empezó a mirarse entre sí maliciosamente, a carraspear y alguno más ortodoxo a poner mala cara, pero deshizo el hielo al completar la frase : ”Se parece a “o tocino” porque no tiene “desperdicio”. Aquella gente respiró profundo, sonrió relajada porque estaba escandalizada ante la frase que incompleta resultaba irreverente, pero que a los más sencillos les pareció acertadísima, porque en el plano de la espiritualidad, la Virgen era su Madre y a nivel de supervivencia “ o tocino “era su padre ( ya estoy cayendo yo mismo en otra falta de respeto, en este caso al pueblo). Si, “o tocino” era padre putativo del pueblo, que a algunos les puede parecer una palabra fuerte, pero que no lo es porque San José era el padre putativo del Niño Jesús, que quiere decir que él lo mantenía, y ¿Quién me negará que muchos campesinos casi no comían más carne que la que les procuraba el cerdo?. De aquí se deduce que tan puerco animal tuviese un carácter caso mítico para las familias.
Se cuenta que en cierta ocasión se provocó un incendio en una casa y acudieron todos los vecinos al toque de fuego, provistos de pozales, que desde la fuente se iban pasando en cadena, y uno de los hijos de la casa no paraba de llorar y de gritar: “o tocino, o tocino”.No se acordaba en estos momentos ni de su padre ni de su madre, ni de nadie, ya que su obsesión era ¡o tocino¡, sin duda porque de él esperaba las tortetas, las morcillas, los chorizos, “a pizca y a chuleta” para todo el año.
Hay que comprender la preocupación del “mesache”, al  considerar que costaba dos Agostos engordar un cerdo decente y que había que darle de comer todos los días. En primavera poco, porque entre otras plantas florece la aliaga, y dicen que el hambre crece porque se han acabado los frutos del otoño y todavía no ha llegado el grano del verano, ni las frutas del otoño.
Pobre “misache”, ya tenía motivos para llorar, porque había traído tantas plantas ya con su flor, como el “abozo” hasta la “zolle” de su precioso “tocino”, así como las coles subidas de los huertos y hasta yerba verde, segada en las cunetas.

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