lunes, 22 de abril de 2024

Las lecciones de Avelino.-

 

                                             Fabrica fabrica de harinas de Siétamo en 1953

El día nueve de este mes de Enero del presente año de 2008, recibí una carta de un catalán, llamado Antonio Segalés, que ha colaborado en la formación de la Hispanidad, siendo un gran conocedor del altoaragonés Don Félix de Azara. Me escribía lo siguiente: “ Días pasados, llegó a mis manos, su bien documentado escrito, que empezaba con su lamento(qué es el mío también),de que van desapareciendo nuestros pueblos…. y le estoy agradecido por haberme notificado que Avelino se nos iba”. Hace ya muchos años que trabajó como fabricante de harinas en la Fábrica de Siétamo, que levantó mi abuelo el siglo pasado y allí conoció a Avelino, que toda su vida laboral la pasó en dicha Fábrica. Después Antonio se marchó a Paraguay y ahora vive en Barcelona, viajando con frecuencia a dicho país hispano-americano, a recordar a Félix de Azara. Pero también se acuerda de  Avelino Zamora, al que venía a visitar a Siétamo con alguna frecuencia;  por eso cuando se puso grave, yo le avisé y cuando murió,  acudió al entierro una hija suya acompañada por su marido.  Yo conocí a Don Antonio en una de esas visitas que hacía a  Siétamo,  para hablar con Avelino y recordar aquellos años en que fue feliz en  nuestro Somontano. Recuerda el amor que  tuvo una galga con un raposo y que dio a luz un cachorro híbrido, pero se acuerda más de los hombres y mujeres que con él trabajaban a las que llamaba “gentes de buen proceder”.

Vean como se acuerda de amigos viejos,  como Avelino Zamora y del más reciente  Gregorio Castellón de  Villanueva de Sigena. En su carta escribe así: “Hace dos años, cuando menos lo esperaba, allá en Villanueva de Sigena, encontré a un nuevo amigo.¡Qué grato recuerdo el de aquel día, en que en plácida hora mañanera, Gregorio nos dio su amistad, dándonos incluso la entrada en su casa!.

Otro hombre del Somontano, Avelino, apreciado ciudadano de Siétamo, que hace pocos días ha dejado este mundo, me dio también desde nuestra y austera juventud, ejemplos de buen proceder y de amistad de calidad auténticamente aragonesa. ¡Gracias Avelino!, tu  proceder, tus buenas lecciones, llegaron a muchos. Quisiera poder pregonar en todas direcciones y a plena voz, que con nuestros Gregorios y Avelinos, el trato entre los humanos, alcanzaría niveles de sentimientos, que llenarían mucho mejor los días de nuestra terrena existencia”.

Yo iba con frecuencia a consultar a Avelino, a su casa de la Calle Alta sobre distintas fases de la historia de Siétamo. Allí, en medio de un ambiente agradable, conversaba con él y con su buena esposa Dolores de Germán. A veces me acordaba de su eternamente sonriente madre y a cualquier hora me encontraba con alguna de sus cuatro bellas hijas, con sus nietos y en ocasiones con sus esposos. Si no estaba en casa, es que se había bajado con su moto al huerto, que no ha dejado de cultivar hasta pocos días antes de su muerte. No podía dejar su huerto y por eso cuando Antonio Segalés lo invitó a pasar unos días en su casa de Barcelona, tuvo que decirle que no podía. ¡Allá arriba estará Avelino, gozando de la frondosidad del Huerto Celestial.

 

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