Fabrica fabrica de harinas de Siétamo en 1953
El día nueve de este mes de
Enero del presente año de 2008, recibí una carta de un catalán, llamado Antonio
Segalés, que ha colaborado en la formación de la Hispanidad, siendo un gran conocedor
del altoaragonés Don Félix de Azara. Me escribía lo siguiente: “ Días pasados,
llegó a mis manos, su bien documentado escrito, que empezaba con su lamento(qué
es el mío también),de que van desapareciendo nuestros pueblos…. y le estoy
agradecido por haberme notificado que Avelino se nos iba”. Hace ya muchos años
que trabajó como fabricante de harinas en la Fábrica de Siétamo, que levantó mi
abuelo el siglo pasado y allí conoció a Avelino, que toda su vida laboral la
pasó en dicha Fábrica. Después Antonio se marchó a Paraguay y ahora vive en
Barcelona, viajando con frecuencia a dicho país hispano-americano, a recordar a
Félix de Azara. Pero también se acuerda de
Avelino Zamora, al que venía a visitar a Siétamo con alguna
frecuencia; por eso cuando se puso
grave, yo le avisé y cuando murió,
acudió al entierro una hija suya acompañada por su marido. Yo conocí a Don Antonio en una de esas
visitas que hacía a Siétamo, para hablar con Avelino y recordar aquellos
años en que fue feliz en nuestro Somontano.
Recuerda el amor que tuvo una galga con
un raposo y que dio a luz un cachorro híbrido, pero se acuerda más de los
hombres y mujeres que con él trabajaban a las que llamaba “gentes de buen
proceder”.
Vean como se acuerda de
amigos viejos, como Avelino Zamora y del
más reciente Gregorio Castellón de Villanueva de Sigena. En su carta escribe
así: “Hace dos años, cuando menos lo esperaba, allá en Villanueva de Sigena,
encontré a un nuevo amigo.¡Qué grato recuerdo el de aquel día, en que en
plácida hora mañanera, Gregorio nos dio su amistad, dándonos incluso la entrada
en su casa!.
Otro hombre del Somontano,
Avelino, apreciado ciudadano de Siétamo, que hace pocos días ha dejado este
mundo, me dio también desde nuestra y austera juventud, ejemplos de buen
proceder y de amistad de calidad auténticamente aragonesa. ¡Gracias Avelino!,
tu proceder, tus buenas lecciones,
llegaron a muchos. Quisiera poder pregonar en todas direcciones y a plena voz,
que con nuestros Gregorios y Avelinos, el trato entre los humanos, alcanzaría
niveles de sentimientos, que llenarían mucho mejor los días de nuestra terrena
existencia”.
Yo iba con frecuencia a
consultar a Avelino, a su casa de la Calle Alta sobre distintas fases de la
historia de Siétamo. Allí, en medio de un ambiente agradable, conversaba con él
y con su buena esposa Dolores de Germán. A veces me acordaba de su eternamente
sonriente madre y a cualquier hora me encontraba con alguna de sus cuatro
bellas hijas, con sus nietos y en ocasiones con sus esposos. Si no estaba en
casa, es que se había bajado con su moto al huerto, que no ha dejado de
cultivar hasta pocos días antes de su muerte. No podía dejar su huerto y por
eso cuando Antonio Segalés lo invitó a pasar unos días en su casa de Barcelona,
tuvo que decirle que no podía. ¡Allá arriba estará Avelino, gozando de la
frondosidad del Huerto Celestial.
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