El oficio de molinero es uno de
los más antiguos, ya que el hombre siempre ha tenido necesidad de moler los
cereales para hacerse el pan, producto que tanto ha necesitado y por el que ha
rezado cada día, antes por medio de oraciones paganas y más tarde por medio del
Padre Nuestro, cuando decimos: ”El pan
nuestro de cada día, danosle hoy”.
Cuantas veces en el monte, en una
margen o en la tierra que se labra con tractores, nuestros labradores
encuentran unas piedras circulares, como las que yo encontré en el monte de
Siétamo, antes de Olivito. Estas piedras son de distintos tamaños, pero
pequeñas, porque para moverlas con las manos, si fueran grandes, no se podría.
Las que yo tengo las encontré en dos veces y sin buscarlas y están labradas en
forma circular, para moler trigo; la de
abajo hacía de soporte y tiene trece centímetros de diámetro su circunferencia y una anchura o grosor de
unos diez centímetros y la que se hacía girar es de unos siete centímetros.
Ambas tienen un agujero redondo en sus centros, ambos coincidentes y por el que
se haría pasar un eje de carrasca probablemente y en la rueda de arriba o
giratoria, en un lado existía otro agujero, en el que colocaría otra pieza de
madera, a la que, con la mano se daría vueltas para moler el trigo que se
colocaba entre ambas piezas.
Estos molinos deben de pertenecer
a épocas primitivas o prehistóricas y sin embargo se siguen encontrando por las
cercanías de pueblos, algunos de ellos, ya desaparecidos, como el que yo encontré, que estaba en los
restos casi totalmente desaparecidos de el pueblo de Olivito. Algunos ven muy
raro este nombre, pero no lo es, porque aún quedan por ahí Fraixinito, lugar
donde vegetaban los fresnos, Gabardito, donde vivían las gabardas o rosales
silvestres, etc.
Pero aquellos sistemas tan
primitivos y más propios de pueblos, en algunos casos emigrantes,
desaparecieron, cuando se aprovechó la energía que produce, en unos casos el
agua y en otros el viento. El hombre empezó a aprovechar esa fuerza motriz, con
la que hacían funcionar a las piedras más grandes de los molinos, que las
pequeñas de esas piedras que se hacían funcionar con las manos del hombre o de
la mujer.
Aquí en nuestra tierra aragonesa
se han dado los molinos de viento, de los que en Teruel todavía queda alguno,
pero donde no ha habido ríos, han existido los molinos de viento. Todos sabemos
que en Almudévar ahora pasa el Canal con gran caudal de agua, pero antes no
pasaba ni el canal ni ningún río y sin embargo tenían necesidad de moler.¿Cómo
lo hacían?,pues muy sencillamente con molinos de viento.
En un artículo, en el que escribí
historia de Almudévar, pongo: ”el año 1311 el rey concede un molino de viento a
Juan de Almudévar, del que dice la Historia que era amigo del Rey y portario.
Este dato se encuentra en la página 157, del núnero 38 de la Revista Argensola,
del año 1959”.
En la Encicloperia del Temple de
Huesca se puede leer: “muy otra es la realidad de Almudévar y Baibién, donde la
ausencia de cualquier corriente de agua impedía la construcción de molinos y
así la villa de Baibién era la única de las que estaban bajo dominio templario
en la encomienda de Huesca, que quedaba privada de cualquier instalación molinera hidráulica, lo
que obligaría a la molturación con fuerza humana o animal”. Es difícil pensar
en tales lugares exentos de ríos, en otras instalaciones que no fueran los
molinos de viento.
En el siglo XIII ya existían
molinos de viento en Almudévar, como se deduce del libro de Aliod y de Gabriel
Ponce, que en la página 48, dice que el
molino de viento lo dio el rey a Juan de Almudévar, antecesor de casi todos los
de tal apellido, que además de portario “era personaje influyente y cercano al
rey”.
De la misma forma que yo, sin ser
investigador, he encontrado varios molinos manuales, los vecinos de Almudévar
si se empeñaran, descubrirían algún molino de viento, porque en las escrituras
del señor Sarasa y en las de otro vecino de Almudévar, yo he leído que poseían
molinos de viento. Un joven de Almudévar me escribió y me comunicó la situación
de un molino de viento. Tengo que lamentar, no acordarme de su nombre.
Pero los molinos más conocidos a
orillas del Flumen, del Isuela, del Guatizalema y del Alcanadre son los de
agua, que de esos ríos procede.
Hay una canción que revela la dureza
de la vida de aquellos molineros, que en esos molinos trabajaban, pero añade al final un consuelo,
que a alguno le parecerá tal vez grosero y dice así: “qué polvo tiene el
camino, qué polvo tiene el molino, qué polvo la molinera”.El camino tenía el desagradable
polvo, que con los carros y con los burros que llevaban la carga a moler y la
sacaban en forma de harina, se levantaba. El polvo del molino ya era distinto,
pues era el polvo de la harina más agradable, aunque a los molineros les
produciría la tos. ¡Ay, moli, molinera, cuanto tenías que trabajar para dar de
comer a los molineros y tal vez consolar a alguno de ellos!.
He estado hablando con el hijo de
un molinero, a saber de Jesús Ferrando Adé, que nació en el molino de Siétamo y
su padre estuvo en él, durante unos cuarenta años, pero a los trece años de su edad se fue a trabajar
al molino de Pertusa, dirigido por un hombre del que exclamó al nombrar a su
dueño: ”¡Era un Porta, un auténtico Porta!. Efectivamente que era un Porta, un
hombre artesano cuyos antepasados es posible que vinieran de Francia y en
Huesca llevaron molinos en el Alcanadre, allá en Abiego y en el Flumen y un
molinero de Siétamo se casó con una Porta y estuvo durante muchos años moliendo en el molino de la Santeta y todavía muelen los Porta a nivel
industrial en Huesca. Por circunstancias de nuevas urbanizaciones, ha sido
derribada la Fábrica de Porta. Menos mal que mi amigo don José, se había
despedido de esta vida y no tuvo que sufrir la contemplación del derribo de su
gran Fábrica, que seguía siendo un molino, después de haber molido en las
orillas del río Flumen.
Los Porta son casi todos ellos de
una gran humanidad, pero el de Pertusa a todos los ganó, porque medía de un
hombro a otro un metro y diez centímetros. Su voz no era recia sino más bien
fina y cuando llegaban los burros con su carga al molino, no querían entrar
asustados por el ruido que producía el roce de las piedras molineras y él les
decía: ¡mocetas, dejad el burro!, lo dejaban y a continuación lo cogía con sus talegas y todo, metiéndole el brazo
por debajo de la tripa y lo introducía dentro del portal.
El pobre zagal de Blecua, a saber
Jesús Ferrando, en cambio no podía ni levantar la silla del gran molinero, ya
que ésta debía ser de carrasca, como era su cama. Según me dijo, un vecino de
Siétamo, también, durante otros cuarenta años fue molinero en Siétamo y que se
llama Avelino Zamora.
La molinera tenía también que
trabajar y cuando llegaban los domingos les decía a los trabajadores: si
queréis comer huevos fritos, primero tenéis que limpiar el gallinero y después
ir a misa.
Pero además tenían que picar de
vez en cuando las piedras del molino y poco a poco, para que quedaran bien
suaves y pudieran moler con buen temple.
Cuando murió, que lo haría ya
harto de trabajar, su alma iría al cielo sin ninguna pesadez, pero su cuerpo de
la cama de carrasca lo tuvieron que sacar por el balcón, atado con cuerdas y
tuvieron que colaborar en tales operaciones, muchos hombres fuertes que con él habían hecho esfuerzos toda su vida, entre
otras cosas, con las piedras del molino.
El artículo es muy interesante, pues nos muestra con maestría la vida en los molinos en Huesca. Lo que más me ha congratulado es que habla mucho del molino de Pertusa, deebido a que mi abuelo Antonio Borruel Azara, nacido en Pertusa, trabajó o regento dicho molino, quizá con mi bisabuelo Jaime Pujol Molins, todo esto pudo ocurrir hacia 1890. Hacia 1895 Antonio Borruel estuvo regentando el molino de Sesa. En 1900 regentaba el moliono de Novillas. En 1914 el de Sádaba. En 1918 el de Uncastillo. Si alguién me puede dar noticias sobre el molino de pertusa, estaría muy agradecido
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