Yo conocí a la Doctora Salgado en
su Despacho cuando me recibió amablemente para iniciar un curso de
rehabilitación, después de una quiebra, que sufrí en mi brazo derecho. Cuando
esperaba, leí en un Cartel de Normas a seguir en el Centro, un folio en el que
ponía: ”Muere lentamente quien no viaja-quien no lee- quien no escucha música-
quien no halla encanto en sí mismo”.
Nada más empezar la lectura de estos versos, miré en la parte baja del folio
para conocer quien había sido su autor y quedé encantado al ver que era Pablo
Neruda un poético pensador. Al entrar a ser reconocido por usted,
¡doctora!, tuve la impresión de que iba
a ser rehabilitado en mi cuerpo y en mi espíritu, porque, sin darme cuenta,
estaba siguiendo la poesía de Neruda :”Muere lentamente –quien se transforma en
esclavo del hábito-repitiendo todos los días los mismo senderos- quien no
cambia de rutina- no se arriesga a vestir un nuevo color- o no conversa con
quien desconoce”. Yo tal vez llevado por la afirmación del poeta, conversé con
la doctora, que escuchaba sonriente.
Empezaron el curso de
rehabilitación, para alejar de mi vida
ese morir lentamente y al buen sanitario Javier Lera, tal vez movido por ese
espíritu poético, le regalé mi libro
“Retablo del Alto Aragón”. Tal
vez comentara sobre él con la Doctora, que dijo le gustaba el libro y yo le
regalé otro. Tendido en la camilla en la que Javier me ayudaba a renovar mi
vida, acudió usted a comunicarme que su buena madre, que según el poeta no
muere lentamente, “porque lee”. Le había comunicado que conocía algunos
protagonistas del libro “Retablo del Alto Aragón”, y que, tal vez, conversaría
con alguno de ellos, en su mundo interior.
Yo quedé encantado de sus breves
palabras, acompañadas por su sonrisa, que busca la vida, y te prometí que le iba a regalar otro
libro, porque el primero su madre lo
merece y en este segundo, le explico los motivos de que te dedicara este libro,
ya que me admira que una persona como usted, entregue sus conocimientos y su
vida en rehabilitar la salud de los hombres y de las mujeres. Este
comportamiento me recordó el artículo que aparece en la página cuarenta y tres
del libro, en que hablo de un drogata y “al estrechar su mano ya he notado que
se acabó la fuerza de su mano derecha….. era
difícil hablar con él, a pesar del esfuerzo que yo hacía para ser correcto y
agradable e incluso lenitivo para el mal que, sin duda le aquejaba”. “Yo le
daba la razón a pesar de que a la mía, sinrazones parecían las que a la suya,
razones se le hacían”.
¡Doctora Salgado, guardemos el
optimismo de la vida, aunque seamos polvo y en él nos hayamos de convertir,
porque la vida por algo existe y hay que cuidarla y conservarla el tiempo que
podamos!. Usted es vida y a la vida propia y a la de todo el mundo, la dedicas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario