El cante hondo
o jondo, o música flamenca, hace sonar
la estética y los sentimientos del pueblo andaluz. Su composición se origina, de
pueblos primitivos, de pueblos judíos, árabes y de los pueblos cristianos, como
los gitanos, que vienen unos detrás de otros, para formar, su composición originaria y peculiar de Andalucía. Las coplas
del cante jondo, dice el gran poeta Antonio Machado,"se cantan y se
sienten; nacen del corazón, no de la inteligencia, y están más hechas de gritos
que de palabras.....Sólo la costumbre de cantar llorando, propia de nuestro
pueblo, es capaz de encerrar tanta pena y tantos amores en los tercios de una
malagueña o en el canto llano de una seguiriya ".Y en una de sus
composiciones añade: "Es el sabor popular,-que encierra todo el saber;-que
es saber sufrir, amar,-morirse y aborrecer."
Sobre el
origen del cante hondo hay distintas versiones. Pedrell, eminente musicógrafo
español opina que lo trajeron a España los gitanos, procedentes de Siria y
Egipto. Y lo recargado del adorno de esa
música y la repetición insistente de la misma, los quejumbrosos giros melódicos
y sus lánguidas inflexiones, acusan una relación muy próxima con el arte
popular árabe, tal como era en su periodo de decadencia, entre los siglos
X y XV. Hay también quien cree su
música, enteramente autóctona de remota
influencia, andaluza, y nacida en Cádiz, o, en Jerez, el Puerto y Sevilla. Indiscutible es
que en el pasado siglo, fue depurándose y enriqueciéndose por la creación y el
estilo personal de grandes artistas de raigambre hondamente popular, conocidos
muchos de ellos por los apodos, que forman legión, como el Fillo, el Perote, la
Andonda, Silverio Franconetti, el Chato de Jerez; y sus continuadores en la
verdadera traición del cante: Juan Breva, Antonio Chacón, a quien llamaban el "Emperaor del cante
flamenco". Y se escuchó después a don Antonio, por considerarlo como la figura
señera de este arte a la Antequerana, la Trini, la Paloma, el Canario, el Nitri, el
Pollo Santa María, Andrés el Mellizo, Tomás el Papelista, Pastora la de los
Tientos, Revuelta, Manolo Torres, Fosforito, Niña de la Cabra, Ramón el de
Triana, el Mochuelo, Prada, etc. En Triana, uno de los barrios de Sevilla, tuvieron
sus cátedras: los cafés del Burrero, de
Silverio, de la Marina, de San Agustín, Salón Filarmónico ... ; y también
Madrid y otras poblaciones tuvieron sus cafés cantantes. Después se produjo la
decadencia de estos y el cante se refugió en los colmaos y en las ventas
andaluzas de postín, y pasó a los escenarios, por donde sigue caminando en
espectáculos llamados folklóricos, que en opinión de los entendidos, si acusan
la vieja estirpe, distan mucho del verdadero cante jondo, pues más que cante es
canción. Los principales cantes de sabor castizo pueden clasificarse así:
cantos sin guitarra, entre los que figuran, la emocionante saeta, que pone una
nota de infinita ternura y de honda emoción religiosa en la Semana Santa de
Sevilla y otras poblaciones; la tonada (chica y grande), la liviana y el
martinete, cantos con acompañamientos de guitarra, pero sin baile: la petenera,
caña, polo, soleares, seguidillas o seguiriyas, serranas, rondeñas y javeras. Cantos
llamados por alegrías, para bailar: la alegría, sevillanas, bulerías y el
tango, cantos llamados de levante: tarantas, malagueñas, murcianas,
cartageneras, fandango y fandanguillo. Entre los cultivadores modernos del
cante jondo o de la canción andaluza deben ser citados la Niña de los Peines,
José Cepero, Antonio Mairena, el Cojo de Málaga, Vallejo, los Niños de Utrera y
Marchena, Angelillo, Juanito Valderrama, Manolo Caracol, etc.
En Aragón se
emociona uno al escuchar el bravo sonido de la Jota, pero cuando escuchas los
cantes, que son alegría viviente o lágrimas de amor, de ausencia o de muerte de
algún ser querido, se te encoge el corazón y sueñas con el otro mundo.
Pero hay que
acordarse del judío Anan, que en estos tiempos se ha vivido el folklore, procedente de la tradición
sefardita, que le ha proporcionado reflexiones sobre la muerte, que interpreta
como una forma más cercana y más sobria a la tradición. Cuando paso por la
Judería o Barrio Nuevo de Huesca, sueño con los difuntos, que ya murieron, en
viejos tiempos. ¡Qué raro que el flamenco está presente en mi corazón!. Así
dice una canción sefardí:”Si cantara el ladino, como quiere la comunidad, creo que podría seguir actuando en la cocina
de mi madre y todos me escucharían, sabiendo que se interesa por el idioma que
hablaban los judíos españoles”. La música de la seguidiya nos remite, a través
de los versos lorquianos de “la guitarra”
a ese momento importante que vivimos en el sepelio de Murante, con su mujer y sus hijos,
abrazando el féretro.
Todo es emitir
intenso, el sonido de la seguiriya, con
la voz de un Paco de Lucía, que casi nos hace olvidar la guitarra, de su sonar
tan tenso, porque no es sólo música la de la seguidilla, sino “llaga”.
Al escuchar el
cante jondo, nos parece escuchar su
origen gitano-morisco, el arte judío y gitano, músico judío sefardí y
cristiano- mozárabe.
Juan Ramón Jiménez,
recubre la poesía antigua y la renueva con la actual, que le llevó a escribir
:”Cuando el amor se va-parece que se inmensa. Cómo le llena el alma- a la carne
de pena!. Cuando se pone el sol, lo ahondan las estrellas.
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