Ya sabía que andabas por La Mancha, de uno de cuyos lugares no quería acordarse Cervantes. No me extraña, por tanto, que tú desees olvidarla cuanto antes. Andante era el caballero de delgadez extrema, tanto que lo llamaron el de la triste figura; tú delgadez, en cambio, no llega a esos extremos, tanto es así que yo te considero “La bien plantada”.
Mucho leyó el Manchego y quedó su cerebro deshidratado, como su tierra, incluso llegaron a secarse, según creo, las Tablas de Daimiel. Esas sequedades tal vez fueron accidentales, pues Don Quijote recobró el juicio y las Tablas, si llueve, se volverán a poblar de patos, pero algo de esa sequedad se ha debido hacer crónica en esas gentes (alumnos y compañeros) de que hablas.
Aunque te he asimilado al Quijote (andante y delgada), no eres "quijotera", en el sentido que en el Somontano se da a esa palabra: quejica. Y te digo que no lo eres, pues mi otra sobrina, Ana, tan equilibrada y tan constantemente sonriente, se quejaba de los mismos males de que tú adoleces, no en la Mancha precisamente, pero sí debajo del paralelo de Madrid.
A pesar de ser la tierra donde moras, la patria chica del Quijote, son los Panzas o pancistas, los que en ella proliferan.
¡Pobre hidalgo, que tratando de encontrar una noble Dulcinea, tuvo que sublimar a una basta y áspera Maritormes!. Si por lo menos, parando los relojes el Merlín, gran Mago, hubiérase esperado a tu llegada, hubiera tenido Don Quijote en su presencia una condesa Ripaldiana, ”parejana” en belleza a Dulcinea, al tiempo que de letras abundosa. Pero quedaron sólo Sanchos con el paso del tiempo que siguen prefiriendo, de la Mancha el queso a las delicias eróticas que proporciona la condesa Ripaldiana con un beso.
¡No desmayes, condesa, que este cura, barbero, cósmico, cómico y bárbaro, pronostica que tú, dama andante, llegarás a mejor puerto !. ¿Cómo?, se hace camino al andar y la
dama andante es capaz de andar, andar…muchos caminos.
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