domingo, 7 de mayo de 2023

Don Antonio Andreu escribe de los lobos en el Alto Aragón.

 



En el siglo diez y nueve, y primeras fechas de éste siglo XX, se terminó con el número  de los peligros que echaban a la Ganadería los lobos, en nuestra Montaña.

Antonio  Andreu, montañés me vino a casa el día 19 de Marzo del año 1.989, para hablarme de los lobos. Era un montañés preocupado por la existencia de tales fieras, en nuestra Montaña. Por esa fecha, se preocupó por los peligros  que acarrearía la re invasión de los lobos , que hacía ya muchos años, que habían abandonado los Pirineos.

 En el siglo pasado y primeros de éste, se terminó con el número uno de los peligros que volvían a atacar a la ganadería , es decir el lobo.

Se acordaba Antonio Andreu de cuando  pasaban los lobos hambre, sobre todo cuando nevaba, se lanzaban, movidos por el hambre a atacarle. Un amigo de la Fueba, me decía, que le había contado su abuelo, que dichos lobos esperaban en el pueblo a un chico, que ya había cumplido la Mili y “poco tiempo antes de llegar a su casa, lo devoraron los lobos; sólo encontraron sus zapatos”. Me contaba su madre, que el Cartero de Barcabo, que iba todos los días a buscar la Correspondencia a Naval, a dos horas de camino, una tarde de invierno, que había caído una pequeña nevada, le habían encargado un kilo de carne y los hambrientos lobos, le iban pisando los talones, pues olían bien la carne. Cogió el Cartero un manojo de espliego, lo encendió y así pudo llegar al pueblo pues las fieras le temieron al fuego.

Los lobos saltaban en ocasiones las tapias de las parideras y hacían verdaderos estragos. En el pueblo de Colungo, contaban  un caso muy curioso, pues había casas que tenían un buey y hacían “juntero” con otro. Pepe se presumía que tenía el buey más gordo y valiente del pueblo, que no les tenía miedo a los lobos. Por la noches, lo dejaba suelto por el monte, y como lo que quería, cuando atacaban los lobos, se “enculaba” contra un árbol y se defendía”. Pero una noche, entró en un huerto en el que no había ninún árbol plantado y se “enculó” contra una pared; los lobos le asaltaron sobre sus lomos, por la pare de atrás y lo mataron.

Algunos del pueblo se alegraron  pero la mayoría lo sintieron. Las reses que mata el lobo, según las distintas opiniones , no se pueden comer, porque la carne sabe muy mal.

El que cazaba un lobo, le sacaba la piel e iba por los pueblos a pedir la recompensa y todos le daban algo. ¿Cuanto en realidad?. Este espectáculo del cobro de una donación para compensar la pérdida de la res muerta, se daba por aquellos pueblos y me ha hecho recordar escenas  de campesinos vascos en Escoriaza (Guipuzcoa), donde “caseros eusqueras” iban por las casas particulares y por el Convento de los Viatores, con restos de animales domésticos, muertos por los lobos o las aves cazadoras. Yo recuerdo como los Viatores les compensaban la muerte de sus animales, con algúna recompensa ,que trataba de aliviar sus pédidas.

En un pueblo de la Guarguera, en una casa rica, tenían un sirviente medio tonto. Un día de poco trabajo se fueron al campo para tratar de cazar un lobo. Llegaron a una lobera, cado de lobos por esas piedras para tratar de ver alguna pieza de caza. Y le dijo: si ves algo,  metes  la    cabeza por estas piedras; el tonto la metió ,  y no vió nada, pero no podía sacar la cabeza. Y ahora ¿qué hacemos? , le decía al amo. No te apures le decía el amo pues ya voy a casa a buscar un pico y si viene el lobo, bájate los pantalons y le enseñas el culo y el lobo tendrá miedo y no te hará nada. Tu tranquilo, los lobos tienen el morro muy frío y húmedo. Si notas algo es que el lobo te está oliendo.

Se apartó un poco el amo, cogió un poco de nieve,la pretó con la mano en la punta de el palo y se acercó sigilosamente sin hacer ruido y le tocó el culo con la punta del palo. Del susto que se pegó debió reducirse al tamaño de su cabeza, porque pegó un “esbrunce”, y la sacó de entre las piedras. Ya ni hizo falta ir a buscar el pico.

Si te lo cuenta una persona con gracia es para mearse de risa.

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