lunes, 8 de mayo de 2023

Joaquín Liesa Pisa, de Torres de Barbués.-

 

                                           
                                           Torres de Barbués (Huesca).

 En la Infanzonía del apellido Almudévar, consta como el hermano pequeño de la casa, José Almudévar y Altabás que ostenta el escudo de este apellido y que se encuentra en Barluenga ,se casó en Siétamo con Francisca   Escabosa  Azara. Otro hermano, no sé si Antonio o Joaquín,  se casó en el pueblo de Blecua, habiéndose ya terminado el apellido, pero no el parentesco y el hermano segundo,  llamado Miguel, se casó en Torres de Barbués, con doña Raimunda Corz y Claver, de casa Rufas de Torres y encontrándose en Grañén con los Altabás,de los que le venía a él su segundo apellido.      

Ya me decían algunos, como José Antonio Llanas que éramos parientes con los Rufas, pero no lo pregunté a nadie y Joaquín me ha dado la solución, sin preguntarle.

También en este pueblo desapareció el apellido Almudévar, el año 1902, en que se murió Bernardo Palacio Almudévar, pero comentando este acontecer de su pequeña historia, con el hermano de Joaquín Liesa Pisa de Torres, me aclaró que su familia estuvo unida a la familia de los  Almudévar. Hoy, día once de Enero de 2008, me he encontrado con un amigo, que trabajaba en la Diputación y me ha dicho que hace unos pocos días se encontró con  un individuo de Torres de Barbués y que le había dicho algo del parentesco que le unía conmigo. Sus palabras me animaron a seguir escribiendo sobre este ya lejano parentesco en el tiempo, pero que llega al fondo del alma ahora, en que todo se va alejando en el trato de los hombres. Joaquín Liesa Pisa, que vive en Torres de Barbués y que nació en ese mismo pueblo, el día diecisiete de Noviembre del año mil novecientos treinta y seis, me contó que había asistido a la Escuela, pero inquieto por la cultura , había asistido a diversos cursos de adultos,  porque sentía hambre de conocer los problemas de la humanidad. También sacó el título de Graduado Escolar o Bachiller Elemental. Durante tres años asistió al Curso de Francés de la Escuela Oficial de Idiomas y un año al de Inglés.

Se le nota una inquietud intelectual enorme, pues se daba cuenta de la amistad que había cultivado con José Antonio Llanas Almudévar, porque me dijo que mi primo le decía, al encontrarse con él: “ya está aquí mi antiguo pariente”. Es curioso como conocía los parentescos familiares, que sin duda él habría escuchado a nuestro común abuelo Manuel Almudévar Vallés, muerto el año 1930. Joaquín explicaba el comportamiento de José Antonio Llanas, diciendo, entre otras cosas, que “enseñaba sin cobrar” porque preguntaba los nombres con cachondeo,  pero decía que era un cachondeo con el  que se recachondeaba de sí mismo. Como ocurrió cuando a aquel individuo al que  la gente llamaba con el apodo de Ropa Suelta. José Antonio en cierta ocasión lo llamaba por su verdadero nombre y le decía ¿qué tal estás, Bernardino?. Y Bernardino,  todo extrañado al verse llamado con tanto respeto, dicen que exclamó: “¡ qué jodido debo de estar, cuando Llanas me llama por mi nombre!. José Antonio se estaba cachondeando de sí mismo, pensando que también a él,  le estaba llegando el fin de la vida.

Joaquín me explicaba que en su modo de actuar en el pueblo y en sus bares, se había dado cuenta de que la cultura de los campesinos, era muy antigua y muy relacionada con la naturaleza, pero no comprendía  como su cultura estaba tan alejada de la suya propia y  trataba de comprender sus viejos conocimientos y buscaba también, como José Antonio, que había puesto en marcha el cachondeo, algo parecido a él, pero su cachondeo resultaba un cachondeo especial, como  una “sorna”,que comprendía a sus paisanos y a sí mismo. Y él,  para lograrlo igual que José Antonio que  “enseñaba sin cobrar”,   debía aprender o pasárselo bien  con la “sorna, pero sin pagar”. Es decir, Joaquín comprendía que no debía reírse de los demás, sino de sí mismo. Estando los vecinos frente a nosotros, no debemos dirigir nuestras  palabras contra ellos, cuando lo que deseamos, es su bien, sino crear un ambiente de “sorna”, que convierta la conversación en una “autocrítica” del comportamiento de nuestros vecinos y del nuestro propio. Cuando examina su conciencia, se ríe de sí mismo y se alegra de haber dejado contentos a los campesinos de su pueblo, con su comportamiento “sornizo”  y de buena fe, al mismo tiempo.

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