Torres de Barbués (Huesca).
En la
Infanzonía del apellido Almudévar, consta como el hermano pequeño de la casa,
José Almudévar y Altabás que ostenta el escudo de este apellido y que se encuentra
en Barluenga ,se casó en Siétamo con Francisca
Escabosa Azara. Otro hermano, no
sé si Antonio o Joaquín, se casó en el
pueblo de Blecua, habiéndose ya terminado el apellido, pero no el parentesco y
el hermano segundo, llamado Miguel, se
casó en Torres de Barbués, con doña Raimunda Corz y Claver, de casa Rufas de
Torres y encontrándose en Grañén con los Altabás,de los que le venía a él su
segundo apellido.
Ya me decían algunos, como José Antonio Llanas que
éramos parientes con los Rufas, pero no lo pregunté a nadie y Joaquín me ha
dado la solución, sin preguntarle.
También en este pueblo desapareció el apellido
Almudévar, el año 1902, en que se murió Bernardo Palacio Almudévar, pero comentando este
acontecer de su pequeña historia, con el hermano de Joaquín Liesa Pisa de
Torres, me aclaró que su familia estuvo unida a la familia de los Almudévar. Hoy, día once de Enero de 2008, me
he encontrado con un amigo, que trabajaba en la Diputación y me ha dicho que
hace unos pocos días se encontró con un
individuo de Torres de Barbués y que le había dicho algo del parentesco que le
unía conmigo. Sus palabras me animaron a seguir escribiendo sobre este ya
lejano parentesco en el tiempo, pero que llega al fondo del alma ahora, en que
todo se va alejando en el trato de los hombres. Joaquín Liesa Pisa, que vive en
Torres de Barbués y que nació en ese mismo pueblo, el día diecisiete de
Noviembre del año mil novecientos treinta y seis, me contó que había asistido a
la Escuela, pero inquieto por la cultura , había asistido a diversos cursos de
adultos, porque sentía hambre de conocer
los problemas de la humanidad. También sacó el título de Graduado Escolar o
Bachiller Elemental. Durante tres años asistió al Curso de Francés de la Escuela
Oficial de Idiomas y un año al de Inglés.
Se le nota una inquietud intelectual enorme, pues se
daba cuenta de la amistad que había cultivado con José Antonio Llanas
Almudévar, porque me dijo que mi primo le decía, al encontrarse con él: “ya
está aquí mi antiguo pariente”. Es curioso como conocía los parentescos
familiares, que sin duda él habría escuchado a nuestro común abuelo Manuel
Almudévar Vallés, muerto el año 1930. Joaquín explicaba el comportamiento de
José Antonio Llanas, diciendo, entre otras cosas, que “enseñaba sin cobrar”
porque preguntaba los nombres con cachondeo,
pero decía que era un cachondeo con el
que se recachondeaba de sí mismo. Como ocurrió cuando a aquel individuo
al que la gente llamaba con el apodo de
Ropa Suelta. José Antonio en cierta ocasión lo llamaba por su verdadero nombre
y le decía ¿qué tal estás, Bernardino?. Y Bernardino, todo extrañado al verse llamado con tanto
respeto, dicen que exclamó: “¡ qué jodido debo de estar, cuando Llanas me llama
por mi nombre!. José Antonio se estaba cachondeando de sí mismo, pensando que
también a él, le estaba llegando el fin
de la vida.
Joaquín me explicaba que en su modo de actuar en el
pueblo y en sus bares, se había dado cuenta de que la cultura de los
campesinos, era muy antigua y muy relacionada con la naturaleza, pero no
comprendía como su cultura estaba tan
alejada de la suya propia y trataba de
comprender sus viejos conocimientos y buscaba también, como José Antonio, que
había puesto en marcha el cachondeo, algo parecido a él, pero su cachondeo
resultaba un cachondeo especial, como
una “sorna”,que comprendía a sus paisanos y a sí mismo. Y él, para lograrlo igual que José Antonio que “enseñaba sin cobrar”, debía aprender o pasárselo bien con la “sorna, pero sin pagar”. Es decir,
Joaquín comprendía que no debía reírse de los demás, sino de sí mismo. Estando
los vecinos frente a nosotros, no debemos dirigir nuestras palabras contra ellos, cuando lo que
deseamos, es su bien, sino crear un ambiente de “sorna”, que convierta la
conversación en una “autocrítica” del comportamiento de nuestros vecinos y del
nuestro propio. Cuando examina su conciencia, se ríe de sí mismo y se alegra de
haber dejado contentos a los campesinos de su pueblo, con su comportamiento
“sornizo” y de buena fe, al mismo
tiempo.
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