viernes, 21 de julio de 2023

Emigrantes e inmigrantes.-

 

 Balcón de Velillas, pintado en una calle del pueblo.

“Cuando salí de mi tierra, volví la cara llorando, porque la que más quería se me fue al cielo volando”. Cuando en toda España se cantaba esta canción, salieron de ella muchos hijos suyos, entre los que se encontraba mi hermano Manolo. Ahora sus hijos no pueden acordarse de sus primos, entre otras cosas porque no saben hablar castellano. Este recuerdo me viene porque cuando escribí el artículo titulado “El balcón de Velillas”, me encontré en Siétamo acompañados por su pariente Sebas, a la hija de la casa con  su marido, donde estuvo colocado el artístico balcón. Hace ya muchos, muchos años, se asomaba a dicho balcón la entonces niña y hoy señora Emilieta Sanagustín. Al serme presentados y decirme Sebas que la señora Emilieta era la antigua ocupante de la “casa del balcón”, saqué de mi bolsillo el artículo, que yo había escrito y se lo leí. Se emocionó y se echó a llorar. Vive en París con su marido hace ya muchos años y había venido a España para recordar su patria y ver a algún amigo, cosa difícil, porque el tiempo se ha llevado desde entonces a multitud de ellos. Me escribió cuando volvió a París y me mandó una composición entrañable, dedicada a “Huesca, mi patria chica”,    en la que se lee: ”Huesca querida, Huesca añorada, Huesca llorada, tu que me viste nacer, tu que me viste crecer, tu que me viste amar y reír, tu que un día en mi plena juventud, me dejaste alejarme de ti, sin darme otra alternativa que emigrar a otro país. ¡Qué triste ha sido mi existencia sin ti!,  te he llevado por todos los sitios, siempre has estado dentro de mí, en mis penas, alegrías y en mis oraciones. ¡Oh,  si!. He transmitido a mis hijos lo que yo dejé allí: el amor de mi tierra chica, el amor de San Lorenzo, el encanto de tus calles, tu Parque, la Catedral, San Pedro, San Martín, el Coso, la Moreneta y tantas otras cosas, que no hay bastante papel para describir lo que puedo sentir, cuando hablo de ti. No puedo olvidar las gentes con las que allí  yo vivía ni las montañas de nuestro Pirineo, incomparables de belleza y majestad. Y hoy, cuando retorno a mi tierra, ¡cual es mi tristeza, al no reconocer nada de ti!. Todo ha cambiado, incluso la mentalidad de la gente, que ya no es la misma y sobre todo la poca consideración que hay para los que nos fuimos por causas económicas de nuestro Pais. Allá donde vivimos somos “los españoles” y cuando estamos en  nuestra tierra, somos extranjeros.

Es muy triste para un ser humano tener que emigrar, pero más triste es sentirse extranjero en su propio País, pues el amor que por él sentimos está intacto, como cuando nos fuimos de allí.

Conclusión: el emigrante no tiene raíces en ninguna parte de nuestra Madre la Tierra.

Ahora son millones los hijos de esa Tierra que inmigran en nuestra Patria España. Ayudémosles en sus dificultades, ya sean europeos, africanos o de nuestras queridas tierras hispano americanas que nos devuelven sus apellidos españoles y costumbres que nosotros habíamos perdido y ellos nos están devolviendo. Pero no nos olvidemos de recibir con alegría y con gran cariño a nuestros paisanos, que emigraron ya hace muchos años y que vuelven con la ilusión de encontrarse aquí, con su tierra y con sus hermanos. 

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