miércoles, 11 de julio de 2012

AL RITMO (CLAROSCUROS)



La vieja hilaba, el tejedor tejía, la gallina escarbaba, el ciego tañía y la niña cantaba al bebé  :”¡Teje, teje, tejedor, garras, garras de traidor!”. El tejedor llevaba su teje-maneje, pero desde luego que no tenía garras  y menos de traidor.
El niño pequeño, que todavía era menos traidor, agitaba sus manos como si tejiese, alternaba el movimiento de sus pies, como si estuviera moviendo el telar por medio de pedales y mostraba una gran alegría  al oír eso de: “Garras, garras de traidor”. El contraste entre la inocencia infinita del niño y la acusación de traidor que repetía gozoso al ritmo del cuneo, provocaba la risa de todos. Risa esencial, risa natural, risa existencial.
Todo era ritmo en el carasol, el subir y bajar del uso, el teje –maneje del tejedor, el escarbar de la gallina, el tañer del ciego y el cri-cri de la cigarra en el árbol. El burro,  atado a una herradura clavada en la pared, parecía dirigir la orquesta, pero no con una batuta, sino con dos, que eran sus largas orejas. Se posaba un tábano en su oreja izquierda, lo espantaba con su movimiento y se posaba en su oreja derecha, en una constante pugna tábano-asnal en la que no había ni vencedor ni vencido, pero si movimiento continuo. Zumbido del tábano y ritmo en el cuneo de la cuna y en el sube y baja del huso de la vieja. El tejedor teje y una anciana desteje una toquilla para hacerle “peducos” al nieto “repatán”.
Tejer y destejer, todo es hacer. Suena mi transistor y se oye tejer a Luis Amstrong acordes metálicos en su larga trompeta, que desteje con sonidos bajos disonantes, pero todo con ritmo que su raza morena heredó del Africa.
Cuando siento el ritmo de dance guerrero de los Danzantes de Huesca, se me pone la carne de gallina. Pero quisiera que alguien tejiera y destejiera una música, con un ritmo antiguo y aldeano, que me hiciera olvidar siquiera por un momento o por el tiempo que tarda en consumirse un disco, el ruido sin ritmo de la capital.

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