Artemisa, diosa griega de la caza y la luna. |
De
los dioses paganos que habitan en las cumbres del Olimpo y gobernaban con mejor
o peor fortuna a Grecia y a Roma, hemos pasado a los dioses ciudadanos, que
habitan en las alturas de los rascacielos de Manhattan y gobiernan con tan mala
fortuna el universo mundo.
Aquellos
dioses adoptaban figuras humanas, como las tienen los nuevos dioses, pero de
igual manera que aquellos llevaban túnicas, de ahora dicen que llevan sombrero
de copa, aunque yo no he tenido la oportunidad de ver a ninguno de los dos
tipos de divinidad. El dios Apolo, cuando se despojaba de sus vestiduras era la
admiración de las diosas, dioses, ciudadanas y ciudadanos, y los ricos herederos,
cuando van a bañarse con su figura apolínea, son también la admiración de
divas, de divos, de “gachises” y de tordos. La Afrodita griega, que se bañaba
en espumosas olas del mar Egeo, tenía su réplica en la Venus romana que se
sumergía en las templadas ondas del mar
Tirreno. Afrodita ante el espejo es un cuadro que inmortaliza a la diosa helena
y la Venus de Milo es una escultura que representa a la diosa romana. Ambas
diosas a una debían estar para recreo de los dioses, según unos y según otros para sublimar el amor a alturas poéticas.
Hay muchas réplicas modernas de esas diosas. Podía
ser Brigitte, la francesa, equivalente a la griega, pero bañándose en la Costa
Azul, y podría ser Marylin, la americana, la émula de la romana, pero nadando
en Miami Beach.
Había
templos en los que las sibilas interpretaban los oráculos. Fue famosa la sibila
Eritrea y nombrado el oráculo de Delfos. Estas sibilas, bellísimas, interpretaban
los oráculos y las prometían muy felices a los que querían conocer su porvenir,
que cuanto más color de rosa les era presentado, mejores exvotos colgaban en
las paredes del templo.
A
consultar los oráculos iban desde los gobernantes hasta los ciudadanos más
humildes. Aquellos querían saber la marcha de su empresa y el futuro de sus
ciudades y los humildes preguntaban por sus amores y por la suerte de los
suyos.
Hoy
los oráculos son las computadoras, que desde países distantes nos programan, algunas
veces con éxito, y otras como decía la vieja: de lejanas tierras, lejanas
mentiras. A nivel personal, muchos están programados por los horóscopos de los
periódicos, que tienen la ventaja de que, cada uno, los puede interpretar de
forma que se vea triunfante en el amor, aunque sea cornudo y en las finanzas, aunque
tenga letras aceptadas para todos los días que le restan de vida.
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