lunes, 30 de julio de 2012

En la piscina del Hotel-Sanatorio de Comarruga


Estábamos en la piscina de aguas calientes y dotadas de minerales bienhechores, unos veinte hombres y mujeres ya maduros, dispuestos a ejercitar nuestra anatomía y nuestros pensamientos.

Apareció en la terraza,  una belleza femenina, para dirigir nuestros movimientos gimnásticos. Parecía una diosa del Arte, que con sus movimientos intentaba  convertirnos  a los ancianos en jóvenes, que aspirábamos  a imitar su Arte. No llegamos a rejuvenecer, pero durante media hora, gozábamos,  al tiempo en que movíamos nuestros cuerpos, nuestras cabezas y los brazos, manos y piernas, de una felicidad, que el Arte nos infundía. Al contemplarla e imitarla torpemente, el Arte nos invadía,  y conmovidos por tal Arte, al verla como dirigía aquel ejercicio gimnástico en el agua caliente, nos sentíamos felices.

Me acordé de la poesía, que cantan, diciendo: “Ay luna, lunita, luna, ay luna cascabelera!. Y sí me acordé, porque la luna llena, en esas noches claras, parece sonreírnos y mirarnos con sus amplios ojos. Pudo venir dicho recuerdo del color blanco lunar, trasplantado a la bella joven, que con su traje de baño, no provocador, sino con el estilo profesional al servicio del Arte, resultaba una figura blanca y pulcra, como la luna, pero con un rostro y un cuerpo de una mujer,que estaba dando clases de belleza, a los ancianos. Era como una virgen blanca, no morena, con un rostro bellísimo, adornado con unos ojos maravillosos. Sus movimientos gimnásticos, parecían producidos en un ballet de una única artista, que guiaba sus manos con movimientos dulces y perfectos de sus muñecas. Sus piernas con sus brazos  se unían, se separaban, haciendo soñar a los mayores, que se estaban convirtiendo en artistas.

Al día siguiente, le dije que se hiciese un retrato al óleo, porque bellezas artísticas como la suya, no son frecuentes en el mundo actual.

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Ya pasaron más de ciento cincuenta años de la vida de Goya.-

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