¡Qué música producen los astros
en esos altos cielos!. Crean multitud de sonidos, que cuando estamos vivos, percibimos
y cuando morimos, no podemos escuchar, pero su conversación continúa
eternamente y hay personas elegidas, que interpretan y componen sus palabras.
No son esos sonidos como las palabras de la lengua inglesa o la francesa, que
entienden aquellos que de niños aprendieron el sentido de cada una de ellas. La
música de Mozart o de Beethoven, la escuchan los oídos de los seres humanos y
todos la comprenden. Esa comprensión no la obtienen del conocimiento de las
lenguas, sino de los espíritus, a los que emociona con significados distintos en
cada oyente, no como el de las frases compuestas con palabras, que todos los
que las comprenden lo hacen con el mismo sentido
¡Blanca!, tú recoges los sonidos
primarios que surgen de la Naturaleza y los compones u organizas para dar
conciertos a los oyentes que los oyen con placer. Porque gozamos los humanos de
nuestros cinco sentidos con los que nos comunicamos y endulzamos nuestro paso por la vida. Tú, Blanca, oyes los sonidos que
captas en la Naturaleza, que no son indiferentes para tí y tratas de comunicárselos
a los niños, que los reproducen con gusto y con el arte que heredaron de la
madre Natura. Esos niños, cuando tú te colocas frente a ellos, producen un
movimiento igual al tuyo, que produces con tus manos, con tus dedos y con tus
pies, y que surgen de los niños que están posados frente a ti. Con los dedos de
tus manos haces que suenen chasquidos rítmicos y con tus dos manos, que se
golpean una contra otra, o con el pecho
o con las piernas, produces unos sonidos que multiplican los niños
simultáneos a los tuyos. Se dirigen esos sonidos al cielo, de donde pasan a
nuestros oídos y alegran nuestro espíritu y calman los nervios de aquellos
educandos que van creciendo, como personas equilibradas y serenas.
Hacen sonidos con tambores, con
palabras, con papeles, que son primarios, pero rítmicos que preparan la
sensibilidad de aquellos educandos, para para aprender y vivir otra música
orquestal, que llena de emoción a los asistentes al concierto, como aquel en
que tú, acompañando a los niños, nos
hicisteis felices. ¡Cómo gozamos de la lengua de la música que comenzaba por
tus manso y tus pies y acababa, haciendo viajar por el cielo a los asistentes a
tan humilde pero glorioso Concierto!.
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