miércoles, 11 de julio de 2012

Escrito a Julio Brioso (CLAROSCUROS)



Y yo, Ignacio Almudévar Zamora, quiero dedicar un recuerdo a Julio Brioso, gran escritor e historiador, publicando el escrito siguiente, que le dediqué, cuando todavía vivía. Se titula JULIO BRIOSO Y MAYRAL que dice así: “Estabas ya, desde casi tu niñez, haciendo la “vigilancia intensiva” de la ciudad donde naciste, es decir de Huesca y de su territorio, porque mostrabas un interés ansioso por estudiar y por investigar su cultura, su historia y ¿por qué no decirlo?, ya que tú me lo dijiste a mí, en la dedicatoria que me hiciste de tu libro “Las calles de Huesca”. Escribiste con tu mano y con tu pluma, ”eres gran conocedor de las costumbres y los “alparceos” y entresijos de nuestra ciudad de Huesca”  y que ahora, recordando tu forma de ser, yo te atribuyo a tí. Esto ocurrió el año de mil novecientos ochenta y siete, en el Prólogo de tu Libro y debajo de una fotografía de un antiguo edificio, lleno de arcos, pusiste: ”El vetusto caserón de la Encomienda del Temple sucumbió víctima del ávido proceso de especulación del suelo” y acompañando a otra magnífica foto de la iglesia de San Miguel, escribiste:” La vieja galera rural ha tenido su cansino rodar junto al puente de San Miguel, ante la hierática mirada de la románica torre de las Miguelas”. Esa vigilancia intensiva hace que tus escritos nos den una impresión realista de los acontecimientos históricos, mezclándonos a los altoaragoneses nuestra historia con nuestros problemas, nuestras creencias con nuestras formas de hablar, con nuestro arte y con nuestras formas privadas y públicas de vivir.
Basta con leer tu escrito sobre la Plaza de San Pedro el Viejo, en la que pone: “La iglesia de San Pedro el Viejo, la más antigua de las que existen en Huesca, hunde sus raíces en la más ilustre y añeja historia de nuestra ciudad”. Y a continuación hablas de un templo pagano, sobre el que se construyó una iglesia visigótica…”que aglutinó  a los mozárabes durante la dominación musulmana…que fue donada por Pedro I al Monasterio de San Ponce de Tomeras, en Narbona, al otro lado de los Pirineos”. Añade que “conoció días de gloria y esplendor, cuando Ramiro el Monje…se retiró allí a pasar los últimos años de su vida en la paz y la soledad del claustro”. Habla de los santos  Justo y Pastor, de San Urbez y de la antigua sacristía de San Ponce. Se recrea describiendo el claustro de San Pedro, que se atribuye “al anónimo Maestro de San Juan de la Peña”, explica como el tema de los capiteles no se refiere sólo a la vida de Cristo y al Antiguo Testamento, sino  que trata de la conquista de Huesca. No sólo habla de las grandes figuras históricas que allí descansan, como Ramiro el Monje y su hermano Alfonso el Batallador, sino que recuerda las reuniones que en San Pedro celebraban los miembros de la Comunidad de Regantes de los Términos de Lunes y Martes y la celebración de las fiestas, que el gremio de zapateros de Huesca, celebraba a San Crispín.
Lo mismo ocurre con la Plaza de Urriés, a la que pertenecieron  los miembros “de la más rancia nobleza aragonesa”, de tal forma que “un  tal Recadero de Urriés entró en España con Carlomagno el año 778” y en tal Plaza “hasta hace unos pocos años hubo unos vetustos locales donde se alojaba la famosa “burreta del Ayuntamiento”, que conducida por el popular Toribio, tiraba de un carrito con un pequeño depósito de agua; en él llenaba el paciente funcionario una regadera con la que iba “rugiando” las calles por las mañanas, para mantenerlas limpias y “escoscadas”. ¡Cómo recuerdo la simpática figura del pequeño y trabajador Toribio, formando su equipo con la  burreta torda, que tiraba del carrico!. Era tan “intensivo” el interés del gran escritor y excelente persona, que se acordaba y me hizo recordar hasta las personas más humildes y conocía y escribía en la lengua de Aragón, como se demuestra en el párrafo anterior. ¡Cómo nos hace vivir la Historia de San Pedro el Viejo, desde que era un templo pagano, hasta ahora en que es objeto de preocupación su restauración!. El que se preocupó tanto de la “visión intensiva de la Historia, de la Fabla Aragonesa, de las costumbres, del arte y del progreso de Aragón, ha sido también objeto del estudio de la separación de su espíritu de su cuerpo, por parte de los médicos, que lo han tenido en la habitación de la UVI, durante siete semanas. Yo pedía al Señor que no se lo llevara si era posible, pero se ha ido a reunir con Don Ricardo del Arco, con Don Federico Balaguer y con Don Antonio Durán Gudiol, pero no sólo con ellos, sino también con aquel hombre sencillo de Puértolas, que un día le hablaba a Julio de la Historia y Julio le escuchaba con un interés “intensivo”.
Su buena madre ha sufrido mucho, pero sus lágrimas están acompañadas por las de muchos oscenses, que están deseando que se recuerde siempre a Julio Brioso  Mayral, al que deberían dedicarle una calle, poniéndole su nombre.   

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