sábado, 15 de febrero de 2020

A la señora doña Vicenta Arnal.-



La señora Vicenta ha muerto a los ochenta y dos años de edad y además se ha ido al cielo sin decir adiós ni a sus hijas ni a su hijo ni a ninguna de sus numerosas amigas. Parece que el Señor lo ha dispuesto así, esperando que volviera a pasar el verano en su casa, donde convivió con Pablo Bibián y crió a sus siete hijas y a su hijo Luis y como allí fue tan feliz, en medio de sus numeroso trabajos, acompañada por el amor de sus hijos y la simpatía de su esposo Pabler, como lo llamaba la gente, que todavía conservaba la fabla aragonesa. Los dos eran nacidos en Siétamo y formaron un matrimonio feliz, pues siempre que te encontrabas con ellos, ambos sonreían a pesar del trabajo que llevaba el marido y de los constantes cuidados que Vicenta dedicaba a cada una de sus siete hijas y por último a su hijo Luis. Llamaba la atención de los que por la Calle Alta de Siétamo subían, la belleza de sus hijas, que tenían unos ojos enormes y negros, que atraían a los hombres y por cierto todas ellas se casaron. Yo, que los veía con mucha frecuencia, porque subía a la era, que se encuentra frente a su casa, observaba como iba disminuyendo en número de hijas, porque se iban casando. Luego se casó el hijo y se quedaron solos Vicenta con Pablo, que seguían viviendo felices, pero un día se le murió el marido y se quedó sola, después de tener una familia tan numerosa. Era ya mayor y pasaba temporadas con alguna de sus hijas, hasta este año, en que el Señor quiso que volviera a su casa, donde murió sola, pero parece ser que sin sufrimientos.
Joaquina y Carmen todos los días, cuando iban a dar de comer a sus animales, la llamaban y le preguntaban que tal se encontraba. Ella las acompañaba un rato cada día, sentadas las tres en unos bancos que están en la puerta de su casa y recordaban sus pasados tiempos felices. Pero el día catorce de este mes de Junio, estuvo Vicenta en casa de Joaquina y habló con ella y con Carmen. Por la tarde subieron estas dos al corral y al pasar por la ventana donde dormía Vicenta, Joaquina le dijo: no te llamo Vicenta porque a la vuelta hablaremos.
Pero a la vuelta, cuando tenían intención de hablarle, vieron una ambulancia en la puerta de casa Pabler. ¡Dios mío, qué disgusto se llevaron Joaquina con su amiga Carmen!.
Joaquina ha llorado y ha rezado por Vicenta, con la que espera verse en la otra vida. 

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