A Cueva “Os Foraz” está a un kilómetro de Agüero. En ella vivía una enorme culebra, a la que el pueblo llamaba el culebrón; mantenía un pastor, dándole calderadas de leche. Cuando se la llevaba a las puertas de “Os Foraz”, la llamaba diciéndole: ¡Margarita del caldero!. A cuya llamada respondía saliendo, con lo que se fartaba, hasta que un día, no se sabe si enfadada con su bienhechor o por alguna causa ajena a sus relaciones, lo mató dejándolo “tieso como un palo”.
El monte en que se encuentran “Os Foraz”, que no sé seguro si se trata del Cabezón de Agüero, es el límite o “huega” de tres montes o términos municipales, a saber de Agüero, Salinas de Jaca y Fuencalderas.
Hay otro monte o montaña, llamado Los tres obispos, porque allí se juntaban o juntaron los tres obispos de Huesca, Jaca y de Pamplona o tal vez de Zaragoza. Pasaba, lo mismo que me dijo Sebastián Grasa que en Ansó, donde había un lugar donde se juntaban los de Ansó con los navarros y con los franceses, que estaban entusiasmados cuando bebían el vino español que les llevaban los ansotanos.
En Salinas decían que eran brujas varias mujeres. A una mujer le dio un mal “dau” y se quejaba, diciendo: ¿por qué se vengó esa bruja conmigo?, ¿no sería por un gato?. Le duró muchos años el mal, pero cuanto más vieja se hacía, le iba dando el mal, menos fuerte.
Una vez había ido una mujer de Salinas a Longás a darle “el mal” a otra mujer y para ello parece ser que hacían una metamórfosis, es decir se desnudaban y se transformaban en perros o en gatos, marchando a cumplir su propósito. Esta mujer dejó sus ropas y sayas recogidas detrás de una mata ,pero el cura del pueblo de Salillas ,que iba por el campo leyendo el breviario, vio las ropas de la mujer y el mosen adivinando la faena que estaba haciendo alguna bruja ,depositó su breviario sobre la ropa y esperó su vuelta .Cuando volvió la bruja transformada en gato, al ver el libro sagrado, gritó: ¡quite ese libro de allí¡ .El cura no quiso quitarlo, diciéndole :¿dónde has ido?.Ella tardó en contestarle, pero al fin le dijo: vengo de Longás de dar el mal a una mujer. Entonces el cura la mandó a dicho pueblo a quitarle el mal y con unos saltos felinos se fue allí y le quitó el mal a la pobre mujer. Entonces el cura quitó el libro, que había depositado sobre las ropas de la bruja, transformándose ella de gato en mujer y se volvió a su casa.
(Este mismo hecho, cuento o lo que sea, me lo contaron hace ya unos años, diciéndome que había ocurrido en Sieso).
Un padre iba, cosa entonces no tan rara, con su hija a labrar con los bueyes (güeys) y un día le dijo a su padre: ¿quiere que le espante “os güeys”?, no hija, que se enrejarán y armaremos una revolución. Pero al fin los espantó, se armó algo de jaleo, pero no se enrejaron. Su padre le preguntó que quien le había enseñado a hacer tales “milagros” y su hija le contestó: es que mama tiene un “zapo” en el arca y algunas noches lo saca, con otras mujeres y le besamos el culo. Su padre se enfadó enormemente y demandó a las mujeres, aunque no se sabe lo que pasó. Esto se lo contaban a Sebastián Grasa, cuando era un niño y él me lo dijo a sus cien años de edad; este cuento o historia, por lo que me dijo mi amigo, lo contaban ya, en tiempos muy antiguos.
En Agüero había un hombre del que decían que era brujo; lo llamaban Isidrer y hacía multitud de tonterías o tal vez brujerías.
Decían, a veces, en Agüero hay brujos, en Murillo brujas, en Riglos brujos y brujas y en Anzánigo está el canónigo. ¿Quién sería tal canónigo?. No se sabe y tampoco se conoce su viviría el año 1930, porque en tal año cayó en Salinas de Jaca una terrible “pedregada”, que los dejó “pelaus”. Esas, también consideradas por muchas personas, como brujerías, si vivía el canónigo ¿no pudo evitarlo?. O ya no vivía. En cambio hemos leído más arriba el caso en que el cura del vecino pueblo de Longás, evitó el “mal dau” , que una bruja le quería entregar a una mujer .
Sebastián Grasa tenía una vecina, que era hija de un señor ya mayor (“agüelo”), de la que decían que era bruja. Tenía un perro, al que Sebastián había cogido manía por temor de que la bruja lo usara para metamorfosearse. Una tarde volvió Sebastián a su casa con la yegua del monte y el perro los miraba insistentemente, dándole temor y sin embargo, al quitarle a la yegua la cabezada para soltarla a comer yerba en un campo de al lado, se le tiró el perro y la yegua huyó. Cuando entró en casa lo contó a sus familiares, que le dijeron: ten cuidado con ese perro, que su dueña es bruja.
Me refirió también Sebastian Grasa lo que dicen los aldeanos de aquella zona y en sus palabras, se ve cómo vivían. Igual que yo he pensado como el canónigo pudo haber evitado muchos casos de brujería, al herrero de San Felices, engañó al diablo,sin ayuda de nadie de esta mundo.
San Felices era una aldea cercana a Agüero, en la que ahora dicen que hay una familia que cultiva su monte. En aquellos tiempos vivía en San Felices muy poca gente, pero sin embargo, allí ejercía un herrero, pero casi no tenía ni para comer, llegando a decir: no tengo ni que comer, estoy deseperado, ahora mismo le entregaría el alma al diablo. Este le debió de oír y le dijo: ¿qué te pasa?,véndeme el alma y por veinte duros hicieron el trato.
Pasaron años y llegó el diablo a ver si se podía ya llevar su alma, pero el herrero le dijo: aún soy joven ,espera diez años más, pero acuérdate que me has de dejar morir de la enfermedad que yo quiera. El diablo aceptó la condición y pasaron los diez años y volvió el diablo a buscar su alma y el herrero le dijo: ¿no me tengo que morir de la enfermedad que yo quiera?, si, le contestó el diablo y ¿cuál es?. A lo que le dijo el herrero: ¡de sobreparto!. El diablo, que desde hacía muchos siglos se dedicaba a engañar, huyó avergonzado al ver su engaño vencido por un pobre herrero.
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