Los nibelungos o nibelungen como los llama la
mitología germana, eran una raza de enanos o gnomos, los cuales con Sigfrido, fueron protagonistas
de la Leyenda de este héroe mitológico. Fue un guerrero precoz porque siendo
niño, escapó del Castillo de sus padres, anduvo por los montes, hasta que fue
acogido por el enano Mimir. Este lo recogió en su fragua, que se encontraba
junto a una profunda cueva. En ella los pequeños nibelungos, creaban y tenían
depositados sus tesoros de minería y de orfebrería.k Un dragón, al que llamaban,
Fafnir, era el guardián de sus riquezas.
El enano y nibelungo Mimir, que había sido expulsado
del reino subterráneo, quiso formar a Sigfrido, enseñándole las fórmulas de
vengador, para expulsar a sus hermanos, los enanos, del centro de la Cueva
Sigfrido, cumplió la voluntad del herrero enano
Mimir y mató al dragón Fatnir, clavándole
su espada en el corazón. Después se bañó con su sangre, pues el nibelungo, herrero y enano Minir, le había revelado, que con ese
baño se tornaría invulnerable. Pero
tenemos que recordar que una hoja de tilo, pegada en un punto de su espalda,
impidió el roce de la sangre del dragón, con todo su cuerpo. Y así quedó en
Sigfrido, debajo de la hoja de tilo, un viaje hacia la muerte.
¡Cómo se
repiten los hechos que hacen que el error, haga fracasar los planes de aquellos
dioses o héroes!, porque Aquiles, héroe de la Guerra de Troya, al que llamaban
“el de los pies ligeros”, era, como más tarde lo fue Sigfrido, invulnerable, en todo su cuerpo, menos en el
“talón de Aquiles” y Sigfrido también en todo su cuerpo, menos en un punto, que
estaba cubierto con una hoja de tilo. El hermano menor de Aquiles lo mató de un
flechazo en el milagroso “talón de Aquiles”.
En el pueblo de Castejón de Arbaniés (Huesca),
todavía vive un amigo mío, llamado Vicente, que dice poseer una fotografía de un vegetal, en el que se adivinan enanos y
espíritus, que vivían al rededor de la Ermita-Cueva subterránea de San Cosme y
San Damián.
¿De dónde ha sacado mi amigo las pequeñas imágenes
de enanos y de enanas artistas y elegantes, más agradables a la vista que los
que vivían en la cueva, cuidada por el dragón Fatnir?.
No hay que olvidar que los invasores godos, de raza
germánica, ocuparon nuestra península y que en los Pirineos entre Navarra y
Aragón, quedan individuos rubios, sus descendientes.
Como hemos visto, el enano Mimir, reñido con todos
los enanos, quiso formar a Sigfrido, para convertirlo en el notable guerrero
que castigara a los enanos. Era famoso el “tesoro de los nibelungos”, del que
se hizo dueño Sigfrido, que, mató a los reyes Schilbung y Nibelung y venció al enano
Alberich, sacrificando también al dragón Fafnir.
Aprovecharon aquella ocasión los guerreros de
Sigfrido, que eran burgundios, para tomar el nombre de los vencidos enanos nibelungos,
pero cuando el tesoro estuvo en sus manos, después de asesinar a Sigfrido, estos fueron
los que se pusieron el nombre de nibelungos, que se exhibió y conservó en todos
los poemas de la Edad Media.
No es extraño que
algunas escenas de la leyenda, se representaran en una piedra rúnica de
la montaña Ramsund, de Suecia en el siglo II. También se representan algunas
escenas en el montante de las portadas de algunas iglesias románicas de Noruega
y en las miniaturas de un manuscrito del siglo XVI, en Berlín.
Más extraño parece que hayan quedado en el Pirineo y
en la Sierra de Guara apellidos como el de “Godé”, que equivale a “Godo” y
numerosos rubios en los pueblos de la Codillera Pirenáica, en una tierra en que dominan los vascones, que
son morenos. Pero no es extraño porque hace unos días vi a una pareja de
marroquíes, con dos niños completamente rubios. Muchos godos, en la Península
Ibérica, se hicieron musulmanes y en la Reconquista fueron expulsados al Norte
de Africa. ¿Sabrían aquellos marroquíes que sus cabellos, declaraban su lejano
origen germánico?. Los orígenes de este poema de Los Nibelungos, datan del
siglo VI.
Sigfrido añadió a la Historia, su mítica leyenda
propia, en la que fue triunfador del
dragón y que se apoderó del tesoro de los nibelungos y vivía en Neerlandia y
venció a gigantes y enanos. Había entrado en las cuevas de la tierra, pues
Sigfrido pudo entrar debajo de la
Tierra, en donde brillaban las joyas y
el oro. Sigfrido decía: “Guerreros, yo he visto los monstruos de tierra y mar,
y he matado a Fafnir, el dragón de la noche.¡He llegado hasta el borde del
mundo, y en mi reino de niebla, el sol se vuelve loco, y da vueltas, y no
encuentra su casa!”. Los dragones, no se
sabe si serían traídas aquí sus figuras, pero estos monstruos, no sólo aparecieron en Burgundia y en Aragón, con su
dragón abatido por San Jorge, sino que son contemplados en las fiestas de los
chinos.
¿Son las
leyendas sueños de los humanos, que les hacen pensar en seres imaginarios, como
los enanos con sus tesoros debajo de la Tierra?.
Sigfrido fue hijo del rey Sigmund de Niederland y de
la bella Siegelinde. Fue un aventurero precoz porque siendo niño, escapó del
castillo de sus padres, anduvo por los montes,
hasta que fue acogido por el enano Mimir. Este lo recogió en su fragua, que se encontraba cerca de una profunda cueva.
Un dragón al que llamaban Fafnir, era el
guardián de sus riquezas, donde los enanos nibelungos, creaban y tenían
depositados sus tesoros de minería y orfebrería. El enano y nibelungo Mimir, que
había sido expulsado del reino subterráneo, como he dicho, quiso educar a
Sigfrido como vengador de su expulsión del centro de la cueva.
Sigfrido
antes de marchar de la herrería, le
clavó la espada en el corazón del dragón Fatnir, se bañó con su sangre, pues el
herrero y enano Mimir, le había revelado, que con ese baño se volvería
invulnerable. Pero una hoja de tilo pegada en un punto de su espalda, impidió
el roce de la sangre del dragón, con todo su cuerpo.
Es curioso que en Navarra, debajo de la Villa de
Estella, se encuentra la “Villa Romana
de Arellano”. En este pueblo, hoy museo en el antiguo templo romano de la
ciudad, un sacerdote pagano, se bañó con la sangre de un toro, que mataron en un
“Taurobolio”. Tiene cerca del dicho “Taurobolio”, dos aras o altares, en los
que están gravadas dos cabezas taurinas. “En este templo se sacrificaba un toro
y su sangre caía sobre un individuo, como si estuviese recibiendo un bautismo de sangre, que lo
dejaba como un hombre nuevo”
Es antigua la
tradición de la sangre, salvando
las vidas humanas, pero si entonces la aplicación al hombre de la sangre se
hacía de un modo salvaje, hoy se inyecta con jeringuillas dicha sangre, que
salva la vida de los hombres.
Pero en los primeros años de la venida al Mundo de Cristo,
éste ofreció su sangre a los hombres, bebida en un cáliz, con la que quería
redimir el Mundo.
Por eso del
Santo Cáliz, del que se cree que es una continuación del que usó Cristo, figura
una reproducción suya, en el altar mayor del Monasterio Viejo de San Juan de la
Peña, al lado de Jaca. Allí está con la sangre de Cristo que se guardaba en
él, entre otros lugares, que recorrió, hasta que lo llevaron a Valencia,
donde se conserva.
Queda uno impresionado al oír cantar a los nibelungos
el poema mítico medieval, interpretando la música de los tres niveles de la
vida humana, en primer lugar el nivel subterráneo donde viven como esclavos los
enanos nibelungos. Estos trabajaban día y noche, en el fondo de la Tierra. Eran
feos y sucios, pero trabajaban las joyas y crearon el Anillo de Oro. A las
cuevas de estos enanos llegó un hombre, llamado Sigfrido, donde luchó y se
llevó el anillo de Oro. Y por fin llegó a las alturas del cielo, llamadas la
Walhalla, donde habitaban los dioses germanos, como Odín.
Sigfrido, germano, amante de las tierras del Norte,
viajó a Islandia, donde vivía la valquiria Brunilda, cuyo padre era un dios y
su madre, la naturaleza. No pudo Sigfrido aguantar la belleza de Brunilda y se
hizo amante de ella. Durante los días que Sigfrido estuvo con Brunilda,
aprendió la ejecución del sexo, con lo cual la princesa fue perdiendo su
divinidad y se fue humanizando.
Sigfrido debió darse cuenta de las dificultades de
Brunilda y se sintió llamado a las tierras europeas de los germanos y marchó a
visitar a sus padres. En estas tierras conoció a Crimilda, hermana de Gunhter,
para el cual consiguió la mano de Brunilda, a la que Sigfrido dejó abandonada.
La valquiria Brunilda, se enteró de los nuevos
amores de Sigfrido con Crimilda y pensó en la venganza, que llevó a cabo un
hermano de Gunhter.
Esta venganza consistió en revelar a su ejecutor, el
lugar exacto, donde era sensible Sigfrido. Ese lugar era un punto en que le
habían colocado una hoja de tilo. Conocido el lugar protegido por la hoja de
tilo, en él clavó un lanzazo, que acabó con la vida de Sigfrido. Brunilda se
suicidó al día siguiente.
Su rival en el amor de Sigfrido, Crinilda fue
desposada con el rey Etzel (Atila). Más
tarde Crinilda mató al mismo Etzel (Atila).
Wagner, durante veinte años compuso Parsifal,
estructurado en tres actos y seis cuadros. En él, se trata del Drama de los Nibelungos
y se habal de la vida de los caballeros de la Corte del Rey Arturo y la
búsqueda del Santo Grial. Con el Santo Grial explica las imágenes y los mitos, a través del
paganismo de la Walalla de los celtas
teutónicos, a través de los tiempos viejos y más modernos, medievales. Es un
símbolo de la vida, esa obra del Parsifal, que le costó unos veinte años
acabarla, con el pensamiento, los sentimientos, el amor, la envidia y el oro, representado
por el Anillo.
Algunos sólo ven en La Estirpe del Grial, locuras de los arios germanos, pero no
se dan cuenta de las locuras freudianas, sexistas y económicas, de los
marxistas, Ambas doctrinas son producto del pensamiento de algunos hombres,
como los arios, que revelan una locura alucinante. El hombre no recuerda las épocas
lejanas en el tiempo y sueña que viene de dioses extraterrestres y en lugar de
pensar en el futuro del hombre, piensa que la raza aria viene de dioses
extraterrestres, porque debe de haber algo que se reproduce por la inercia de
las leyes del Cosmos.
Wagner expone los recuerdos pasados en siglos, y si
el hombre todavía no ha alcanzado la luz para vivir en comunidad y con alegría,
seguimos todavía luchando y matándonos unos a otros, como yo pude ver en mi
pueblo de Siétamo, donde los numerosos muertos, se repartían por el monte.
No alcanzarán los hombres la idea verdadera de las
ideas políticas, sino que seguirán luchando unos contra otros.
El Santo Cáliz, que se alza sobre el Altar del Monasterio
Antiguo de San Juan de la Peña, en Jaca, a mí me trae la esperanza de que
podremos alcanzar o más bien podrán hacerlo, los hombres de generaciones
siguientes.
No se puede juzgar el presente, pues Michel Eyquem
de Montagne, dice:”No existe el presente: lo que así llamamos no es otra cosa
que el punto de unión del futuro con el pasado”.
Desde luego que no existe un presente digno de
respeto por los hombres, pues la sangre se sigue derramando, especialmente por
Siria, Mesopotamia y por casi todos los países árabes. ¿Cómo se unen el punto
de unión del presente con el pasado?, sino es por las guerras y las muertes,
que nos siguen llevando a la vida miserable de la Humanidad, con las continuas
muertes violentas de los hombres.
¿De dónde venían y siguen viniendo, esas guerras y
esas muertes?.Si, vienen de la vida humana, como la de Sigfrido, que corrió el
Norte lejano. “Y a veces llegaban a la costa noticias fabulosas de sus azañas.Y
en el Norte lejano estaba Islandia, en medio del Océano y en las rocas más
altas de Islandia se veía un castillo. Brunilda era reina de la última tierra.
Desde su torre de los acantilados, estaba viendo las olas poderosas, y veía
llegar las nubes, que volaban graznando, y veía en las olas los lomos
brillantes de las ballenas.”.
“Y esperaba la nave de un hombre rubio y fuerte; el
único tan fuerte como ella. Se llamaba Sigfrido. Esto era lo que le habían
contado.”
Mientras tanto, por los campos de Europa, galopaban
los hunos. Atila, plantaba su tienda entre fuego y cadáveres y gritaba: “Yo soy
el azote de Dios”.
Y todo sigue igual, pues “por los campos de Europa,
escapan los sirios, los irakíes, los hijos de Afganistán y así como Atila
gritaba:”yo soy el azote de Dios”, los centroeuropeos cierran los caminos con
alambres de espino, que impiden el paso de los hijos del “Tiempo”.
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