El día dieciséis de Julio de este
año de 2010, he asistido en el Monasterio de Casbas a unos actos de presentación al pueblo de la
reconstrucción que se inició, poco tiempo después de ser abandonado por las
monjas. Al llegar a Casbas, he recorrido por el Este el Monasterio, luego por
el Norte y por fin por su fachada principal y la contemplación de su paisaje,
me ha recordado la descripción que José María Llanas Aguilaniedo, escribió en
la introducción de su obra “Alma Contemporánea”, editada en un libro que yo
guardo, editado en 1899 por la Imprenta de Leandro Pérez, en la ciudad de
Huesca. Así escribía:”El sol, a medio poner, ocultaba poco a poco su gran disco
rojizo tras las lomas de Poniente; una larga hilera de naranjos verdeaba en la
opuesta orilla, sobre las tapias de una posesión, y el cielo azul verdoso, los árboles, los barcos, edificios y
yerbajos de las márgenes reflejándose en las aguas sosegadas de la ría,
producían el efecto de un cuadro inacabado”. Esta era una parte de la
descripción de las orillas del río Guadalquivir, allá en Sevilla, pero yo me
encontraba en Casbas de Huesca, alrededor de su glorioso y abandonado
Monasterio y pude contemplar un paisaje presidido mirando al Norte, por la Sierra de Guara. Impresiona contemplar
toda la Sierra desde Santolaria hasta el río Alcanadre, viéndose debajo de ella
la aldea de San Román de Morrano, en la que vive una sola familia y en el lado
Norte de esa Sierra, se encuentran Nocito, Used, Bara y pueblos desaparecidos
como Zamora, que a tantas familias aragonesas ha dado su nombre. Luego vienen
Acín, Nasarre, hasta llegar al Barranco de Mascún. El “Alma contemporánea” de
Guara, parece que ha desaparecido, al marchar sus habitantes, como ha ocurrido
con la desaparición de las Monjas Cistercienses del Monasterio, que en el siglo
XII, fundó la Condesa Oria de Pallars.
Esas monjas trabajaron en la repoblación y colonización y una de ellas, que
contemplaba cada día la Sierra, la hizo
vivir con su Romance de Guara. Pero después de ver aquel, ya casi apagado
pueblo de San Román de Morrano y las largas y casi ruinosas paredes de la
huerta del Monasterio, me acordé de que la
Abadesa del dicho Monasterio y tía del Conde de Aranda, Señor de
Siétamo, era la escritora Doña Francisca Abarca de Bolea. Cuando habla de “las
nieblas y nublados invernales”, los
identifica con las tocas monjiles, que
portaban las monjas en el Monasterio, que está encarado a Guara. Y así lo comprenden los que han
abierto dicho Monasterio para que lo contemple el pueblo, pues han colocado en
las paredes del Claustro las coplas que componen tal romance. Dice uno : ”Ya se
ha despertado Guara-ya se ve a medio vestir,- previniendo tocas largas por la
muerte del Abril”. Y han acabado
diciendo:”Escarmienta, si eres cuerda,- lo vano procura huir,- que te lo jura
el Enero-con toca larga y monjil”. Así como José Llanas Aguilaniedo describe
las orillas del río Guadalquivir, Ana Francisca Abarca de Bolea, nacida en 1623
ó 24, hija del Barón de Siétamo, Don
Martín Abarca de Bolea, pinta con su romance la Sierra de Guara, revestida por
los fenómenos ambientales de las cuatro estaciones del año. ¡Qué extraño que en
el siglo XVII una mujer se preocupara de los pastores y pastoras, cuando en su
novela pastoril sobre el Moncayo, quiere casar a las mozas pastoras con alguno
de aquellos nobles, para igualar su condición social !. Se quejaba también, a
pesar de que ella sabía latín, de que las monjas del Monasterio de Casbas,
tuvieran que leer los salmos en esa clásica lengua, sin habérsela enseñado, lo que
las molestaba. Este “Romance a Guara” refleja el pensamiento de Ana Francisca
Abarca de Bolea, en su obra o novela pastoril “Vigilia y Octavario de San Juan
Baptista”, que abarcaba la religión y la convivencia de los habitantes de
Aragón desde el Moncayo hasta Guara. Escribe como la zagala Marica “puesta en una alta roca, cantó un
romance, dándole vejamen a la sierra de Guara, que se divisaba desde el Moncayo
con capirote de nieve”. No es raro que una mujer del siglo XVII, tuviera esas
inquietudes, porque el hijo de Fonz,
José María Llanas Aguilaniedo, del que me acordé
al contemplar el bello paisaje del Monasterio, en su obra “Alma Contemporánea”,
decía que existían y siguen existiendo dos clases de obreros o trabajadores,
uno el obrero mecánico y “el de la inteligencia, por otra”. Y ambos aragoneses
se preocuparon por los problemas sociales, añadiendo: “Ambos obreros son
exaltados, que viven rindiendo culto apasionado al ideal, constituido para unos
por la justicia, y por el Arte o la Ciencia”, todas ellas ideas supremas del
Señor. ”Alma contemporánea”, estudia a estos hombres, pero, hoy ciento nueve
años después, sigue existiendo esa alma contemporánea y más ahora con la crisis
económica que nos ha llegado. Ana Francisca
en el siglo XVII y José María Llanas Aguilaniedo en siglo XX, piensan en
el obrero manual y en el intelectual, pero el mundo sigue con las revoluciones
violentas, porque los obreros de entonces o no sabían leer o escasamente
conocían el alfabeto. La verdad es que los aragoneses olvidaron la existencia
de José María y de Ana Francisca Abarca
y todavía casi se desconocen sus
escritos. Si hubiese dominado la cultura, no hubiese llegado la Guerra Civil.
Había dos clases de obreros, unos, los manuales, que en Casbas todavía están
representados por las paredes y puertas con las iniciales de la CNT, sindicato
anarquista, que participó en la Guerra Civil Española y otros los
intelectuales, como Ana Francisca Abarca
de Bolea que se preocupaba por los zagales y zagalas pastores y de la cultura
literaria en Casa de Lastanosa y de la música en el Monasterio y del bienestar
de los humildes pastores, que la llevaron a escribir la novela pastoril del
Moncayo. Los obreros españoles, como dice José María Llanas “son exaltados, que
viven rindiendo culto apasionado al ideal, constituido para unos por la
justicia y por el Arte o la Ciencia”.
Así lo reconocieron hace muy poco tiempo unos especialistas alemanes, que
acudieron a la Fábrica de Luna y se quedaron admirados de las máquinas que
fabricaban los obreros españoles, a veces solamente con un “martillo”, sin los medios con que en
Alemania fabricaban los mismos productos. Paseando por Casbas, piensa uno en la
lucha absurda, en la que sufrieron sus
consecuencias las monjas, los vecinos y
los que pintaron aquellas negras pinturas.
¡Cómo lucharon las ideas de unos
y las de otros, pues uno se da cuenta en la descripción que José María Llanas
va haciendo de los obreros y de los
burgueses, a los que tanto se opusieron los de la CNT, prefiriendo la anarquía
al gobierno de dichos “burgueses”. En 1899, como escribe Llanas “el pobre odia
al rico por el mero hecho de serlo… sin tener en cuenta que a la cabeza de
estos últimos, figuran hombres que disfrutan menos de su dinero y trabajan sin
interrupción y a diario como el último de los desheredados”. Al obrero se le
enseñó a llamar burgués a todo aquel que parecía tener en la sociedad el papel
de privilegiado. A algunos les parecía que las monjas del Monasterio eran
burguesas, cuando se vieron en la necesidad, en algunas ocasiones de vender el
retablo artístico de la iglesia cisterciense. José María Llanas explica como al
obrero “se le fatiga en fábricas, cuyos ruidos y trajín enervan y arruinan su
sistema nervioso” y como “la constancia o interrupción de los jornales,
constituidos en preocupación continua, son motivo de inquietud y de
agotamiento”.
Los obreros, que viven el culto a la justicia,
el Arte o la Ciencia, pues basta fijarse en la belleza de una piedra de molino
o de un rollo, que ellos picaron,
consideran a los burgueses “como obstáculo insuperable para el
restablecimiento e imperio del ideal sobre la tierra”. Los obreros sienten
“animosidad contra todo aquel que a sus ojos se presenta como superior”,
individuo que ataca todos “los principios de igualdad y de justicia” y al que
le han enseñado a llamar “burgués”. El “burgués” no siente los ideales del
obrero, sino que los suyos son totalmente materiales. Dice Llanas : “ puesto a
la mesa y en plena digestión del primer plato, siéntese filántropo” pero el encanto y la agradable emoción,
desaparecen, cuando se sienta en la mesa y
goza de la comida y de otros
vicios que le excitan.
Esas formas de vida tan amorfas
no van luchar para conseguir “la suprema manifestación del Arte y de la
Ciencia”, en cambio la vida de las monjas cistercienses del Monasterio de Casbas, estuvieron
esperando “la luz de un nuevo día”, con el canto de los salmos, la música que
las unía con Dios y con los hombres y el trabajo constante. Ana Francisca
Abarca de Bolea fue una literata notable. El también aragonés Baltasar Gracián
testifica que en 1648 ya había escuchado “muchos y elegantes poemas”. Sin
embargo en los romances alegres “emplea el lenguaje de la Montaña, como si
hubiera nacido en ella”. Ese lenguaje
era la Fabla Aragonesa, con sus orígenes en la Montaña, en la que los
tuvo Ana Francisca. Lastanosa le regaló a Ana Francisca el “
Discreto” de Gracián, cuando recibió una colección de poemas suyos.
Una señora recordaba su estancia
en el Monasterio y admiraba con sus palabras la sala de costura, en la que
creaban prendas delicadas y bellas. Durante la visita a los distintos
departamentos del Monasterio, llegamos los visitantes al Coro conventual. Allí
rodeaban las paredes, sillas de noble madera, y con tallas representando figuras humanas y de animales, donde se sentaban las
monjas para cantar los salmos. Allí coincidí con un niño llamado Javier Domingo
Piquero y ambos de mutuo acuerdo nos sentamos en dos sillones adjuntos, donde
nos fotografió su padre. Este es descendiente de la familia Domingo de Casbas,
que administraba la Sierra de Guara, soltando en ella novillos de Navarra y de
las Cinco Villas. Allí estábamos sentados el pasado representado por mi persona
y el futuro, que se está preparando con Javier y sus estudios. El verá el
porvenir y después de la relación con el Monasterio, no olvidará los cantos de
las monjas, ni sus trabajos y tal vez se acuerde de los “suspiros de monja”,
que alguna vez, antes de marcharse las monjas, habrá probado.
El Físico actual Stephen Hawkins,
dice que en la tierra resulta difícil la vida de los hombres y que hay que
buscar otros planetas en los que vivir. Pero en 1899, José María Llanas
escribía: ”La tierra resulta ya muy pequeña;…y no hay que esperar, si no vienen
de otro planeta, que de su seno salgan los hombres devastadores llamados a
demoler un edificio de tan amplia base”. Se ha destruido la vida conventual en
el Monasterio de Casbas, acabando con su sistema de elección democrática de las
abadesas, cada cuatro años, destruyendo “la gran ley del trabajo, único sostén
y alegría de nuestra existencia”. Para Dios no hay pasado ni futuro, todo está
presente, en cambio, para nosotros en el presente hemos caído en una enorme
crisis, porque siguen existiendo los “burgueses”, pues muchos de ellos son
políticos. Al contemplar el recorrido del sol, vemos la belleza de su amanecer
y la de su puesta y parece ser, que pensando contra la Naturaleza, miramos con
más esperanza la puesta del sol que su amanecer.
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