martes, 9 de febrero de 2021

CANTE HONDO

 



El cante hondo o jondo, o música flamenca,  hace sonar la estética y los sentimientos del pueblo andaluz. Su composición se origina, de pueblos primitivos, de pueblos judíos, árabes y de los pueblos cristianos, como los gitanos, que vienen unos detrás de otros, para formar, su composición  originaria y peculiar de Andalucía. Las coplas del cante jondo, dice el gran poeta Antonio Machado,"se cantan y se sienten; nacen del corazón, no de la inteligencia, y están más hechas de gritos que de palabras.....Sólo la costumbre de cantar llorando, propia de nuestro pueblo, es capaz de encerrar tanta pena y tantos amores en los tercios de una malagueña o en el canto llano de una seguiriya ".Y en una de sus composiciones añade: "Es el sabor popular,-que encierra todo el saber;-que es saber sufrir, amar,-morirse y aborrecer."
Sobre el origen del cante hondo hay distintas versiones. Pedrell, eminente musicógrafo español opina que lo trajeron a España los gitanos, procedentes de Siria y Egipto. Y  lo recargado del adorno de esa música y la repetición insistente de la misma, los quejumbrosos giros melódicos y sus lánguidas inflexiones, acusan una relación muy próxima con el arte popular  árabe, tal como era en su periodo de decadencia, entre los siglos X y XV. Hay también quien  cree su música, enteramente autóctona de  remota influencia, andaluza, y nacida en Cádiz, o,  en Jerez, el Puerto y Sevilla. Indiscutible es que en el pasado siglo, fue depurándose y enriqueciéndose por la creación y el estilo personal de grandes artistas de raigambre hondamente popular, conocidos muchos de ellos por los apodos, que forman legión, como el Fillo, el Perote, la Andonda, Silverio Franconetti, el Chato de Jerez; y sus continuadores en la verdadera traición del cante: Juan Breva, Antonio Chacón,  a quien llamaban el "Emperaor del cante flamenco". Y se escuchó después a  don Antonio, por considerarlo como la figura señera de este arte a la  Antequerana,  la Trini, la Paloma, el Canario, el Nitri, el Pollo Santa María, Andrés el Mellizo, Tomás el Papelista, Pastora la de los Tientos, Revuelta, Manolo Torres, Fosforito, Niña de la Cabra, Ramón el de Triana, el Mochuelo, Prada, etc. En Triana, uno de los barrios de Sevilla, tuvieron  sus cátedras: los cafés del Burrero, de Silverio, de la Marina, de San Agustín, Salón Filarmónico ... ; y también Madrid y otras poblaciones tuvieron sus cafés cantantes. Después se produjo la decadencia de estos y el cante se refugió en los colmaos y en las ventas andaluzas de postín, y pasó a los escenarios, por donde sigue caminando en espectáculos llamados folklóricos, que en opinión de los entendidos, si acusan la vieja estirpe, distan mucho del verdadero cante jondo, pues más que cante es canción. Los principales cantes de sabor castizo pueden clasificarse así: cantos sin guitarra, entre los que figuran, la emocionante saeta, que pone una nota de infinita ternura y de honda emoción religiosa en la Semana Santa de Sevilla y otras poblaciones; la tonada (chica y grande), la liviana y el martinete, cantos con acompañamientos de guitarra, pero sin baile: la petenera, caña, polo, soleares, seguidillas o seguiriyas, serranas, rondeñas y javeras. Cantos llamados por alegrías, para bailar: la alegría, sevillanas, bulerías y el tango, cantos llamados de levante: tarantas, malagueñas, murcianas, cartageneras, fandango y fandanguillo. Entre los cultivadores modernos del cante jondo o de la canción andaluza deben ser citados la Niña de los Peines, José Cepero, Antonio Mairena, el Cojo de Málaga, Vallejo, los Niños de Utrera y Marchena, Angelillo, Juanito Valderrama, Manolo Caracol, etc.
En Aragón se emociona uno al escuchar el bravo sonido de la Jota, pero cuando escuchas los cantes, que son alegría viviente o lágrimas de amor, de ausencia o de muerte de algún ser querido, se te encoge el corazón y sueñas con el otro mundo.
Pero hay que acordarse del judío Anan, que en estos tiempos se ha vivido  el folklore, procedente de la tradición sefardita, que le ha proporcionado reflexiones sobre la muerte, que interpreta como una forma más cercana y más sobria a la tradición. Cuando paso por la Judería o Barrio Nuevo de Huesca, sueño con los difuntos, que ya murieron, en viejos tiempos. ¡Qué raro que el flamenco está presente en mi corazón!. Así dice una canción sefardí:”Si cantara el ladino, como quiere la comunidad,  creo que podría seguir actuando en la cocina de mi madre y todos me escucharían, sabiendo que se interesa por el idioma que hablaban los judíos españoles”. La música de la seguidiya nos remite, a través de los versos lorquianos de “la guitarra”  a ese momento importante que vivimos en el  sepelio de Murante, con su mujer y sus hijos, abrazando el féretro.
Todo es emitir intenso, el sonido de la  seguiriya, con la voz de un Paco de Lucía, que casi nos hace olvidar la guitarra, de su sonar tan tenso, porque no es sólo música la de la seguidilla, sino “llaga”.
Al escuchar el cante jondo,  nos parece escuchar su origen gitano-morisco, el arte judío y gitano, músico judío sefardí y cristiano- mozárabe.
Juan Ramón Jiménez, recubre la poesía antigua y la renueva con la actual, que le llevó a escribir :”Cuando el amor se va-parece que se inmensa. Cómo le llena el alma- a la carne de pena!. Cuando se pone el sol, lo ahondan las estrellas.

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