miércoles, 17 de febrero de 2021

Las murallas del Coso Bajo de Huesca

 


Se encuentran esas antiguas murallas, en la parte posterior de los que fueron Almacenes Escartín,  pero no se trata tan sólo de  murallas, sino que allí, saliendo de ese solar, hacia el Norte y hacia  el  Este,   se encuentra un Teatro Romano.  Están ambos, Teatro y Muralla frente a la  Plaza de Santo Domingo.  Hoy esos Almacenes, se han transformado en un Bar y en una Sala de Fiestas, actuales por sus funciones y en romanas, por su origen y por su belleza, como si el tiempo no corriera. Están ambos diciéndole  al hombre que la vida pasa, pero sigue viviendo generación tras generación y   los hombres, no han podido levantar una denominación más bella y más real, de esa carrera del tiempo, pues  la llaman   “Bendita Ruina”. Pero ha tardado mi amigo Bene Ollés, unos dos mil años en devolver a  aquellas murallas, la alegría que manifestaban los romanos, antes de que se fueran escondiendo   las mismas, con la edificación y apoyo  en ellas, de   locales, donde se vendían alpargatas, cuerdas, talleres de reparación y venta de armas, como la armería de Riba y alimentos de huerta, para que los consumieran las distintas generaciones de oscenses que por al lado de esas murallas, pasaban.
Yo mismo, gracias a la amistad con Angel  Escartín, comerciante en el edificio que se encontraba y se encuentra en el seno  de dichas murallas, me coloqué de Veterinario en aquel Comercio Agrícola –Ganadero, que había fundado  mi  amigo. Él, heredó el local de una clínica veterinaria  de su padre, Don Manuel Escartín, que durante muchos años, como un buen veterinario, arreglaba los cascos de las caballerías y operaba sus defectos, colocaba herraduras nuevas y a veces castraba algún  caballo o potro  joven.
Yo, trabajé con Angel  Escartín en aquellos Almacenes, que recordaban una feria agrícola-ganadera, porque allí entraban continuamente, agricultores y ganaderos, que venían de los pueblos, de los alrededores de Huesca e incluso montañeses y  somontaneses.   Angel Escartín era la figura que presidía aquella procesión continuada de clientes, como  participábamos, todos los oscenses, en la  veneración de las figuras de las procesiones de Semana Santa, enfrente de los almacenes. 

Durante la Semana Santa, íbamos a Santo Domingo, casi todos los habitantes de Huesca,  a besar los pies del Cristo de la Santa Cama. Cristo tenía el rostro, como transmitiendo tristeza a los que íbamos a visitarlo. Los soldados romanos custodiaban a Cristo y en los Almacenes, era Angel Escartín, el que con su sonrisa, complacía  a los compradores y con su conversación, hacía felices a los campesinos, que ahora, a mí,  al menos, me parce que ya no existen. Encima del almacén vivían sus hermanos Jesús y María Cruz, que cuando bajaban a la tienda, Jesús alegraba con sus bromas a las clientas, alegrándose él mismo  con ellas, tanto que   a mí mismo me  hacía sonreír. Hace no mucho tiempo me despedí de María Cruz,  en la Residencia de Chimillas.  Doña Anita, la esposa de Don Angel era y sigue siéndolo,  de una belleza tranquila, amable y cariñosa con todo el mundo. Todavía está gozando de muchos años de vida, que el Señor le va regalando. Con su bondad amaba a todos los que trabajábamos en los almacenes y adoraba y cuidaba a su querido esposo,  Angel Escartín.
Mi trabajo en aquellos almacenes, consistía en que los animales, propiedad de los clientes, gozaran de buena salud, con los machos, caballos y mulas, que labraban sus campos. Cuidaba también del caballo de montar,  de don Manuel, el Señor de Chimillas, al que los gitanos, cuando pasaba por el puente del Isuela, lo saludaban. También procuraba que lus vacas no sufriesen mamitis,  que estropearan el buen sabor y la sanidad de la nata, que ellas producían. Llegaron las granjas de pollos y las de producción de huevos y aquel ambiente parecía que la vida se multiplicaba y se alegraban los granjeros y los comerciantes, con el pueblo que consumía pollos y huevos. De aquella empresa tengo que recordar a muchos compañeros y compañeras, que me ayudaron a convertir en alegre mi vida. El administrador principal era don Julio Casbas y el hombre de trabajo manual más simpático y honrado Antonio, que se  crio  en el Convento de Santa Teresa y allí murió y el hoy periodista, Luis García, que en aquellos tiempos recogía mis escritos, en un trozo de saco de papel, y lo escribía  a máquina, para publicarlo en el Periódico.
 Pero yo,  no veía las murallas que protegían la parte posterior y lateral  de aquellos Almacenes, que ahora exhiben, la belleza de su antigua  arquitectura,  oculta durante muchos siglos. Sin embargo, ahora, en el mismo Coso Bajo, se lee el título del  Bar actual y antiguo Teatro Romano, que no está totalmente restaurado y por las noches, da espectáculos, que divierten a los actuales vecinos de Huesca, igual que entonces, daban en ocasiones, diversión a los entonces oscenses. Ese título es, en latín, ”Bendita Ruina” o “Ruinas benditas”,  como quien alaba  la  misión secular de alegrar a los hombres, con su trabajo , sus  juegos y los lejanos recuerdos  del pasado y con cierta tristeza, pensar que ya murieron.  Han pasado los años, para que la familia Ollés,  renovara la misión de aquel Teatro. Compró los Almacenes Escartín,  mi amigo Bene Ollés y lo restauraron su hijo Miguel,  acompañado por Esther, que es una restauradora genial. Tal vez la protegiera en sus estudios el “Genius Loci” o  espíritu del lugar  del Teatro Romano. 

 No es extraño que al “Genius Loci” o Genio del Lugar, le sucediera algún  Angel de la Guarda, porque el hombre siempre ha creído en seres inmateriales,  que los han apoyado  en sus pensamientos.  Y muy cerca del Teatro Romano, se encuentra la Iglesia de Santo Domingo, donde proliferan en la Semana Santa los Romanos,  con sus caballos, sus Pasos  Religiosos,  en que,  en alguno de ellos se alza un  Angel de la Guarda, como guardaba el Teatro Romano, el “Genius Loci”. Pero Santo Domingo es una iglesia  construida   en el Renacimiento  y hubo otra más antigua, en los confines del  Teatro Romano. En la muralla, se ven todavía los agujeros en la piedra, que apoyaron los maderos que guardaban a Santo Domingo. En una viejísima fotografía se ven soldados romanos de la Semana Santa, donde en otros tiempos estaba la iglesia de Santo Domingo,  apoyada en la Muralla  Y allí estaban tomando algún alimento,  animado por algún trago de vino, que les apoyara en su misión de solemnizar las procesiones.
Hoy, los Ollés,  han remozado el recuerdo de los viejos edificios y murallas de hace XX siglos. Al entrar por el Coso Bajo en el Bar, se adivina al fondo, el antiguo Teatro,  a su derecha se encuentra un muro romano, que formaba parte del Torreón, ya caído,  pero  del que se ve su base, con claridad, en este siglo XXI, en que aún se conserva. Era uno de los casi cien torreones, con que contaba la muralla. Hoy sólo queda uno,  frente al Convento de las Miguelas, que parece haber sido edificado por los cristianos,  ya que su sillería no es tan voluminosa como la que colocaban los romanos.
En el siglo I,  nace el Teatro Romano, que   conectaba con la muralla. Su construcción en diversos puntos de España, se extiende durante el tiempo que duró  la gran cultura romana.  Vespasiano, en el año 72 a. C., mandó construir el Coliseo más grande del Mundo, como fue el Anfiteatro de Flavio. Con ese Anfiteatro los emperadores se ganaban el aprecio de los ciudadanos, ante los espectáculos culturales y también, ¿por qué no decirlo?, de la presentación de espectáculos,  a veces morbosos y otras, sangrientos como las luchas de los gladiadores y el cruel sacrificio de los esclavos por las fieras, que se guardaban en los túneles del Anfiteatro. Los romanos cultivaban una civilización hedonista y los Coliseos o Teatros Romanos, cumplían la misión de distraer y divertir al público. El genio de Roma, pensaba de ese modo, para que el pueblo sin trabajo, mantuviera la Paz. Ahora hay que cambiar las ideas de los gobernantes para hacer feliz al pueblo, mirando  una parte del  resucitado Teatro de Huesca, pues el resto del Teatro, está escondido bajo las casas que rodean la muralla. En el Teatro creado por Ollés, se exhiben espectáculos que fomentan el amor y no el odio. Por ejemplo, en la Sala Genius, que pretende ser el Teatro, se presenta el libro: ”Amor blanco, roto”, los Boleros con humor del  Grupo Maracaibo, Fiestas del Carnaval y multitud de espectáculos de música y de humor.
En Huesca hay cientos de iglesias, ermitas, ruinas, algunas  resucitadas como Bendita Ruina, pero nadie podrá decir que ha visto la Osca romana, si no admite haber contemplado su Teatro Romano. Para contemplar aquel Teatro,  echará visiones oscuras en la muralla,  intentando contemplar una visión clara de todo el Teatro o Anfiteatro. Pero el que mira los restos enterrados, sólo logra ver   una visión oscura del Teatro o Anfiteatro, cuyos restos están enterrados en varias casas vecinas, por delante y por detrás, como en casa de Sopena, en la misma calle que sube por frente a la antigua Santa Rosa,  hasta el Bar Taurino, que se encuentra hacia arriba, con sus restos romanos debajo de su pavimento.
 Pero fueron los Ollés con Esther, los que han abierto con claridad la visión del Teatro Romano, pero  ahora,  Huesca tendrá que esperar a que se siga investigando el Anfiteatro o el Teatro total.
Pero ya tenemos un modelo de amor al pasado, para que siga influyendo en la actualidad y en el porvenir de los ciudadanos oscenses. Este modelo ha luchado y sigue haciéndolo,  para presentarnos a los oscenses, un todavía incompleto Antiteatro romano o Teatro Romano, porque el modelo de creación de Miguel Ollés y de Ester Abadía, directora de la restauración de los lienzos,  se queda parado,  en el reciente descubrimiento de parte del Teatro Romano, en fincas que lindan con los antiguos Almacenes de Angel Escartín, por ejemplo en la finca posterior de la Calle Canellas, número 5.
En la parte trasera de antiguos Almacenes de Escartín,  se da a uno cuenta de la interrupción del Teatro, en la casa del mismo Coso Alto, 79. La  muralla, que marca el fin y el principio del Teatro Romano,  tiene unos cuarenta metros de longitud.   Alcanza en algunas partes una altura de seis metros. Esa fuerte muralla, resiste la presión que  se da entre los edificios de la Calle Peligros, que también contiene restos romanos y la delantera, usada ahora, como Teatro Romano, en la que se encuentra la muralla, en la parte  posterior  del antiguo local de Escartín en el Coso Bajo.
No se encuentra la pureza absoluta de la arquitectura romana, porque hubo tiempos en que se construyó y  otros en qué  se reconstruyó la muralla por los árabes en el año de 875. En la Guerra entre los dos cristianos, dirigidos por dos Pedros, uno el aragonés Pedro IV y el otro Pedro III,  de Castilla, derribaron partes de la muralla y fue necesario reconstruir partes de la misma.  
Con este actual e improvisado Teatro Romano, se ha preocupado Miguel Ollés de la reconstrucción de ese maravilloso Anfiteatro  Romano, imitador del Coliseo Romano, pero ahora están paradas las obras físicas, aunque los cerebros de los técnico arquitectónicos, están pensando en dar soluciones a la  reconstrucción total del Teatro Romano. El cerebro de Miguel,sueña con la terminación de las obras en aquel Teatro Romano, y ha encontrado el nombre del Teatro ,llamándolo “Bendita Ruinas” o benditas ruinas, que protegidas por un “Genius”,quiere convertir aquel espacio en accesible al público, para que en Huesca hay “ un punto de encuentro para unir inquietudes y servir como soporte para cualquier iniciativa de carácter social, cultural y turístico en la ciudad de Huesca y su entorno”.
Del  Coliseo Romano, salieron los Teatros  Romanos de Caesaraugusta y de Osca, ambas ciudades importantes  en el Imperio Romano. En Huesca además de la Universidad Sertoriana, apareció el Teatro Romano. En su muralla, sobre unas enormes rocas naturales, se elevan  sillares, unos romanos y otros árabes, pero bajando por una apertura se alcanza un largo pasillo, que pude ser que acogiera  a las fieras que tal vez se exhibieran,  en diversos actos hedonistas.  Durante la Guerra civil, lo usaron los vecinos del Barrio, para refugiarse de los bombardeos, con que se atacaba a la ciudad de Huesca. Muy antiguos tienen que ser esos pasillos o enormes celdas, pues en sus techos brotan  y han brotado unas, tal vez estalagmitas, que en aquella paz de siglos posteriores al imperio romano, siguen, aunque muy lentamente  creciendo. Dicen del Coliseo Romano (80 d. C.), nombre dado  por el constructor Flavio, que para albergar los espectáculos de gladiadores,   tenía un hipogeo, que era un complejo de túneles y mazmorras. En ellas se alojaban,  por poco tiempo,  pues los esperaban la muerte, los esclavos  y animales salvajes. Allí se exhibían luchas entre gladiadores, carreras de caballos y tiro de pequeños coches y caza de animales o venatorio. En Huesca, no sé si actuaban los gladiadores, pero  había animales salvajes, que abundaban más que en Roma, y éstos eran los toros de lidia. Cerca está la Plaza de Toros, que no se usaba como tal en aquellos tiempos, pero sí que había un local,  donde se guardaban toros para el cercano, no sé si  Anfiteatro o Teatro.    Este se inauguró en el siglo primero,  al mismo tiempo que el Anfiteatro de Zaragoza o Caesar Augusta, en el que podían entrar seis mil espectadores. Fue el emperador Tiberio el que se ocupó de su construcción. Dice la Historia que ambos anfiteatros, el de Huesca y el de Zaragoza, fueron construidos simultáneamente.
Atravesando el pasillo subterráneo, o pasadizo o mazmorra primitiva, se llega a un lugar donde se encuentra una escalera metálica. El Coliseo Romano consta de cuatro pisos y el de Huesca, yo no sé  cuántos,  pero desde luego más de uno. Y de la misma forma que en Roma, empleaban ascensores,  no de los actuales, para subir y bajar de un piso a otro. Allí donde han colocado la escalera, habría algún sistema de subida y bajada.
La cabeza de Miguel Ollés , le da vueltas continuamente, sobre el trazado arquitectónico de la obra romana, pues de vez en cuando  llegan noticias nuevas sobre él. Hace no mucho tiempo se han descubierto en la Calle Canellas, nº 5,nuevas ruinas del Teatro Romano, que dan esperanzas al espacio del número 79, del Coso Bajo de Huesca, de formar con esas ruinas el auténtico Teatro Romano de Huesca.
El “Genius Loci” o Genio del Lugar, protege en ambiente de la entrada de Huesca por la carretera de Barbastro. Se encuentra primero con  el Teatro Romano, la Iglesia de Santo Domingo y la antigua del mismo santo en el Teatro Romano. En la Plaza de toros, existía en tiempos del imperio romano, un lugar donde se guardaban toros, para en alguna ocasión, luchar con ellos o en el Teatro o en los campos vecinos. 

Pero el espíritu de los oscenses ha amado siempre el Teatro y frente a Santo Domingo y debajo del nº 79, de la “Bendita Ruina”, en el siglo XVI, se fundó el “Corral de Comedias”, en el que se representaban obras hasta de Lope de Vega. Yo me acuerdo de la Posada de Laviña, en cuyo corral se representaban las comedias. En sus cuadras, con mi padre, cuando veníamos de Siétamo a Huesca, encerrábamos a la burreta torda, que teníamos desde antes de la Guerra Civil.
En el ordenador, en “Bendita Ruina” se lee: “El concepto de “Genius Loci” hace referencia al espíritu protector del lugar y es heredado de la cultura romana. Lo podemos entender como la atmósfera del lugar, las  preexistencias  ambientales y la memoria colectiva…Artistas y escritores a lo largo de la historia han encontrado inspiración en los lugares y han explicado el fenómeno, tanto en el arte como en la vida cotidiana, cuando se han referido al paisaje o a los ambientes urbanos”.
En aquellas antiguas fechas en que los romanos, enseñaban en los Teatros la cultura hedonista, buscaban  para el pueblo el placer y la ausencia de dolor y ahora Miguel Ollés, busca que el pueblo tenga “iniciativas de carácter social, cultural y turística en la ciudad de Huesca y en su entorno”.
Basta mirar a los primitivos romanos del Imperio que buscaban el hedonismo

Y los miles de soldados romanos, que han acompañado las procesiones de Semana Santa, queda claro que también ellos gustaban de echarse en aquellos días un buen almuerzo,  acompañado de un buen vino. 

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