Discurso realizado en la Parroquia de San Jose (Huesca) por su 25 Aniversario en 2007.
Los hombres siempre han estado
contemplando puertas, por las que salir de un lugar o entrar en otro. Osca, nuestra ciudad, está
relacionada con la puerta que por la Sierra de Guara o Salto de Roldán, se
abrió para que los cristianos de la Montaña entraran en la Hoya de Huesca. Osca
quiere decir puerta o apertura y de ella tomó su nombre la capital. No se
encuentra sola dicha puerta en Aragón, porque el señor Sebastián Grasa de más
de cien años de edad y muerto hace muy poco en Siétamo, me contaba que allá en Salinas de Jaca, la antigua, cuando
subían por aquellas sierras, en ellas se encontraban varias osquetas, aperturas o puertas por las que se veían
obligados a pasar. Mi sabio amigo Julio Brioso conoció una de estas osquetas.
Además todos nuestros ganaderos a sus ovejas les hacían osquetas o aperturas y
todavía se las hacen en sus orejas, para identificarlas. Huesca siempre ha
tenido en consideración las puertas, pues ahora se preocupa de abrir túneles en
el Pirineo para crear las puertas a Europa y de Europa a Aragón.
Aragón a lo largo de la Historia ha intentado abrir
puertas con esos fines, como la del Canfranc, para hacer más fáciles aquellas
difíciles puertas u osquetas por las que antes ya pasaban de España a Francia y de ésta a nuestras
tierras. Entre el pueblo sencillo y los nobles, lo han hecho a lo largo de la
Historia; han pasado y pasan por dichas difíciles puertas, pues esa Historia, nos habla de Carlomagno que cruzó los Pirineos para bajar
a Zaragoza y del caballero Roldán, que saltó con su caballo el Salto de Roldán,
es decir la osca o apertura, que se abre
encima de Huesca.
Los que vivimos en esta Huesca,
también hemos visto abrir pasos o puertas y
hemos visto como han intentado
guardarlas, como la de La Porteta, con un fin no productor de intereses,
sino de emociones y de recuerdos. Antiguamente se cerraban las puertas de la
ciudad por la noche y todos, al anochecer, tenían que regresar al interior.
Después se crearon nuevos barrios, como por ejemplo el de San José, con su
Parroquia. Dicen que se comenzó a construir hace unos veinticinco años y
entonces vimos como al hablar de puertas, se volvían a mezclar los nobles
históricos y el pueblo también noble y trabajador. Igual que Alfonso XII y su
hijo Alfonso XIII, visitaron las obras y saludaron a los obreros, entre los que
se encontraba Andrés Lobateras de Siétamo, que trabajaban para abrir la puerta
del ferrocarril de Canfranc. No
recuerdo si subieron a Canfranc, a finales
del siglo XIX o primeros años del XX, preocupados por la apertura de la
puerta, que si entonces era necesaria,
más lo es ahora, ya que hemos entrado sin puertas en el Mercado Común Europeo.
En este Barrio de San José, al
identificarse, hace ya veinticinco años, se sintió la necesidad de abrir
puertas para que el pueblo se pudiera comunicar con los demás barrios oscenses.
Esa necesidad se presenta por el Oeste, ya que el ferrocarril dificulta que se
abran y se cierren puertas para pasar al
Barrio de La Encarnación y de éste al de San José. En aquellos tiempos
en que yo iba a la Torre de Casaus, no existía el Barrio de San José ni
siquiera su Parroquia y pasaba y pasaban
los que tenían que hacerlo por cualquier sitio, pero no hemos progresado en este
tema, porque colocando redes que aislaban la vía, se cerraron todas
las puertas y como eso iba contra
la buena vecindad de uno y otro Barrio, luego abrieron puertas partiendo las redes y hoy día muchos vecinos nuestros han pasado y siguen
pasando por esa puerta falsa. Este problema por obra del tiempo se arreglará,
porque están haciendo una nueva vía que pasa cerca de la Universidad Laboral y
cuando funcione, toda la vía férrea que separa a los dos barrios, desaparecerá,
como desapareció el Muro de Berlín. Allí tienen ocasión los vecinos de San José
de lanzar las ideas que les surjan sobre como acondicionar la antigua vía, como
por ejemplo convirtiéndola en una Avenida de paseantes, como pasa por el Este,
donde el pueblo pasea por el Parque.
Por el Sur del Barrio y debajo de la Fuente
del Ibón, se encontraba el campo de fútbol, llamado Villa Isabel, porque fue
propiedad de la hace poco tiempo difunta Isabel de Cativiela, casada con el
simpático y culto señor Castelar. Allí jugaba Garcieta, del que tengo un
recuerdo simpático. Al lado del campo de fútbol se encontraba la Piscina de
Almazán. Allí jugaban los oscenses en el frontón y yo veía a mi primo Roberto
Pérez Almudévar, formar parte del equipo de Baloncesto. En sus proximidades se
encontraba y gracias a los oscenses, todavía se pueden ver el
Matadero Municipal, que ha cambiado su destino de suministrar alimentos
a la población por el de hacer exposiciones de pintura y el de dar
conferencias. Yo estuve ejerciendo mi carrera de Veterinario en el Matadero,
cuya estructura era de estilo francés, donde se exhibían esculturas de cabezas
de toros y de ganado ovino.
Y llegando al Este del Barrio, se sigue hacia
arriba por la Calle de Baltasar Gracián, acompañada por mis recuerdos y
buscando las puertas que se abren para entrar por el Parque, que vive en los dominios o más bien servicios de San
José y dejando a la derecha edificios y calles, que pertenecen a
la Parroquia de San Lorenzo.
Subiendo hacia el Norte, por la
arbolada Calle del Parque se encuentran varias
puertas del antiguo Parque Municipal, que se fundió con el Nuevo
para convertirlo en un Gran Parque y
podemos recordar los Jardines de
Lastanosa en el antiguo y la Huerta del Barón de Naya, en el nuevo. Eran
símbolos del descanso de la inteligencia y del espíritu aquellos jardines y la
huerta, era un lugar, donde los ciudadanos trabajaban para alcanzar el “pan
nuestro de cada día”
El Parque creado por don Vicente
Campo tenía una superficie doblemente pequeña de la que tiene ahora y sin
embargo todavía podía un muchacho perderse entre sus setos y las sombras de sus
copudos árboles. Efectivamente, cuando de muy niños íbamos al Colegio de los
Salesianos, “Chano Retortillo”, que llegó a ser Ministro en la Democracia, y
yo, un día me pidió que lo acompañara a través del Parque a su casa, que estaba
en la entrada de la Plaza de Navarra, desde la mía, que se encontraba en el
Coso Alto, al lado de Santa Ana. Al volver, me perdí entre los límites del
Parque y recorrí las puertas del Parque Nuevo, donde un guarda, llamado
Liborio, me arreó un varazo en mis espaldas, ya que estaba inclinado para
entrar en el interior de un arbusto, del que yo soñaba, como si fuese una
habitación de hadas o de gnomos. Había un camino por donde se pasaba a las numerosas
huertas, que por allí se cultivaban y por donde se escondían por las noches
algunas parejas de novios. Debajo de la acequia que bajaba las aguas de riego,
ahora adornada con sauces y con flores, se elevaba una pared. La principal de dichas huertas era la de Naya. El misterio del jardín de Lastanosa,
con sus estatuas, sus flores, su laberinto de setos y su canal, por el que se
deslizaban las barcas, había ya desaparecido, pero se iba a abrir la puerta
para entrar entre otras, en la Huerta de
Naya. Naya es un apellido altoaragonés, que llevaron unos somontaneses de
Labata y que alcanzaron la nobleza recibiendo en 1700 el título de Barones de
Alcalá del Obispo, pero sin embargo su nobleza venía de su noble y generoso
comportamiento con el pueblo. Antonio Naya fue el promotor del Banco de Crédito
y Fomento del Alto Aragón en 1862, con un capital de 12 millones de reales,
distribuido en 6000 acciones de las que el Barón de Naya, poseía 150. Era un hombre que quería el
progreso de su tierra, porque ¿a cuántos altoaragoneses prestaría el Banco
dinero para comprar o levantar casas o industrias?. Ahora que el Barrio de San José se encuentra lleno de
Cajas de Ahorro y de Bancos, siguen haciendo préstamos, con intereses unas
veces más caros y otras más baratos. Pero como se acabaron los Jardines de los
Lastanosa, se acabaron los dineros y la vida del Barón de Naya. Ya hemos oído
decir al pueblo que “todo tiene fin, hasta el violín”. El último Barón de Naya
ha sido Don Santos, cuya esposa era pariente de la mía y que murió con una gran dignidad,
conservando su belleza, en una
residencia de Zaragoza, hará ya unos cuarenta años. Maruja, que tenía tal
nombre, nació en casa Bercero de Callén,
también desaparecida como la de Lastanosa. Fueron el
tiempo y los hechos humanos, de los que la Historia
escasamente recuerda, realizados por
unos bandidos, como por ejemplo el Cucaracha, las causas de su ruina y
al casarse con el Barón de Naya, se oía cantar al pueblo aquella copla, que así decía: ”La hija de Bercero-la más
pequeña-se casa con don Santos- por la moneda- la moneda se acaba y el viejo
queda”.Mi suegro, que murió a los noventa y seis años, era muy callado pero
tenía una gran sensibilidad y no podía pasar sin irla a ver con cierta frecuencia a su residencia.
No sé si vivía todavía Don Santos, que creo estaría ya en el otro mundo, pero
serían sus herederos, que con gran
desprendimiento y generosidad, cedieron la famosa Huerta de Naya al
Ayuntamiento, siendo entonces su alcalde mi primo José Antonio Llanas
Almudévar, para ser convertida en el Nuevo Parque, cediéndoles a cambio la
construcción de una casa, cerca de la Parroquia de San José y rodeada por el
Norte y por el Este por la calle de Don Saturnino Baquer. En la esquina
noroeste del Parque, se construyó el Pabellón Deportivo. Recuerdo como uno de aquellos días en que se realizaban las
obras de construcción, se desplomó su techumbre, sin pasar nada a ningún
trabajador. Es que el patrono de la Parroquia, como también era un trabajador
no consintió que pasara nada a nadie.
Por el Norte del Barrio hace ya
muchos años, construyeron el edificio de la Seguridad Social, con sus oficinas
y un obrero, al que yo conocía, aunque no me acuerdo de su nombre, en las
excavaciones encontró, dentro de una vasija de barro, un número notable de
monedas, no recuerdo si romanas o árabes españolas o moras. El era un
infeliz y, naturalmente, se las
reclamaron y fueron llevadas a Madrid y no sé si le darían algún dinero como
recompensa por el hallazgo. Es que en Huesca se abren las puertas para salir y
sacar, pero no para venir a traer y a
devolver. Pero a pesar de esas circunstancias se van creando barrios, que hacen
que la ciudad de Huesca, crezca. Viniendo del Coso Alto al Barrio de San José,
se pasaba por el Arco de las Capuchinas, para ir a buscar agua a la Fuente del
Angel, que también ha desaparecido, pero la han recordado, dándole ese bello
nombre a una calle. Para la Guerra Civil, íbamos a esa fuente a buscar agua, ya
que el terreno del Barrio abundaba en ella, pues además de estar situada al
Norte la Fuente del Angel, al Sur y bajando
por la Calle de la Fuente del Ibón a la carretera de Zaragoza, cerca del
paso a nivel se podía contemplar esa Fuente. Había necesidad de agua, porque
durante la Guerra Civil, cortaron las tuberías de suministro a la ciudad. Yo,
cuando era niño y más tarde un joven estudiante, iba a la Torre de Casaus y
pasaba al principio por el Parque,
después por caminos que, entre huertas,
te llevaban a la vía del tren y después
por un campo que era de la familia Susín, estaban las paredes de la huerta de
la citada Torre. Cuando volvía lo hacía por la carretera de Zaragoza y al
llegar al paso nivel, se encontraba en un terreno más bajo, la fuente del
Ibón. Su figura me recordaba otras
fuentes antiguas, como la de Siétamo o la de Abiego y a veces me encontraba con
labradores amigos, que habían venido con sus mulas, a la fuente para
abrevarlas. No me acuerdo del nombre de un labrador recio, al que vi hace poco
tiempo y estuvimos recordando aquellos “viejos tiempos”. Me ayudó la memoria
porque al tener este recuerdo me entraron ganas de cantar en mi interior
aquella jota que dice así: “Viva Huesca que es mi pueblo- San Lorenzo mi
patrón- las mozas que van por agua- a la
Fuente del Ibón”. Fuente pétrea, con sus caños de bronce y el agua manando por
ellos y convertida en charcos por los suelos,
puedo recordarla más íntimamente con el sonido emocionante de la jota.
Cerca de la Fuente del ibón, se
hallaron restos ibéricos, como una figura humana que se puede visitar en el
Museo provincial. Ya verían aquellos antepasados nuestros, que hablaban el
vasco-ibérico, que el Barrio de San José llegaría a repoblarse y ha tardado por
las diversas invasiones y guerras que han retrasado a España.
Al lado de la vía del tren y casi
encima de la Parroquia, se encuentra una extensa y todavía no gran plaza, en la
que se asentó la Textil Bretón, obra realizada por el señor Bretón, ingeniero
no sé si de Obras Públicas, que más tarde se cerró, pero que es un ejemplo de
la inquietud de un hombre muy delgado y muy serio, por el progreso de una
ciudad. A su lado estuvo la fábrica de Luna, en la que se montaban grúas,
Carivín embotellaba el vino también cerca del viejo edificio de Textil Bretón y
ahora queda el edificio de una carpintería de dos hermanos y que está cerrada,
pero sin embargo en ella viven numerosos gatos, a los que gente sensible les
lleva comida, para que vivan felices. Como he dicho que en el Barrio de San
José hay mucha agua, ahora recuerdo que en dicha plaza hay un pozo.
Cuando recordaba la Fuente del
Ibón, se ponían en movimiento las figuras visuales y aquellas llamaban a las
auditivas. Estos recuerdos me aproximan a la Iglesia de San José, porque me
parece que a esas visiones audiovisuales se añaden otras, espirituales, que
abren puertas desde el Barrio de San José a la Eternidad Es que en dicho templo, en la presencia de
San José, santo y trabajador, recuerdas las vidas de los vecinos que murieron y
que te acompañaron por la tuya, como por ejemplo nos acompañó el vecino de este
Barrio, nuestro querido Pepe Loriente,
aparejador que trabajó desinteresadamente en la construcción de nuestra
Parroquia y ves a tu patrono San José, al que de niños cantábamos: “ Levántate
José y enciende una vela y mira quien pasa por la carretera. Los ángeles son
que van de carrera y llevan un Niño vestido de seda. ¿De quien es ese Niño?, de
María. ¿Dónde está María?, hablando con José. ¿Dónde está José?, hablando con
San Pedro. ¿Dónde está San Pedro?,
abriendo y cerrando las puertas
del cielo”.
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