lunes, 19 de abril de 2021

Daniel Calasanz cumple noventa y cuatro años.-

 



La víspera de la fiesta de la Virgen del Pilar, cumplió Daniel Calasanz noventa y cuatro años. Me cogió Roberto Pérez Almudévar en su coche y me llevó a felicitar a Daniel, a su antigua huerta en la carretera de Sabiñánigo, que regaló al Ayuntamiento para que la cultivase y explotase. A dicha huerta acude todos los días, a las siete de la mañana y allí “pica que te picarás”, se pasa la vida gozando de ella y sin cansarse, aunque ya a sus noventa y cuatro años, ha dejado de trabajar con el motocultor, porque ya es exagerado el esfuerzo que supone a tan avanzada edad, manejar tal aparato. Llegamos  a la huerta y se alegraron mis ojos, al contemplar el cercado de hierro artístico, que presidía la entrada en el jardín, porque en lugar de darme la impresión de haber llegado a una huerta, me pareció que estaba delante de un bello jardín. Antes de llegar, Roberto me hablaba de la personalidad de Daniel, porque además de decirme que iba al huerto a las siete de la mañana, me contaba que,  a veces, le asomaba el dedo gordo de su pie derecho, que con su uña había atravesado el calcetín y el material de los zapatos que llevaba. Pero a pesar de esta presencia de trabajador pobre, me contaron que daba sus dineros a la Residencia del Amparo, igual que había regalado al Ayuntamiento ese hermoso huerto-jardín. Recordamos con mi pariente Roberto Pérez Almudévar, al doctor Gorgues, que en el camino que conduce a su huerto, se pronunció por la sabiduría de Daniel Calasanz, pues explicó como lo veía seleccionar las semillas de sus verduras, para conservarlas, desarrollando sus cualidades vegetales. Pero el día once de Octubre, al llegar a la casica donde se refugia Daniel y especialmente en días como el de su cumpleaños, no parecía que fuera un día de trabajo, porque cuando llegamos estaba acompañado  por Tomás, por Mariano Escar de Cuarte, por Lorén Lahirla, famosa por su dedicación desde hace muchos años, a las fiestas de San Lorenzo y que siempre había trabajado en la Cofradía de la Virgen de Salas. Estaba también el jardinero municipal Salcedo. Después de felicitar a Daniel y de saludar a todos los ahí presentes, nos liamos a conversar sobre la vida y los “milagros “ de Daniel, que al escuchar los milagros que nosotros decíamos que había llevado a cabo, él quería cambiar de conversación, por ejemplo cuando se relataba su intervención en la conservación de la vecina ermita de Santa Lucía y en la reconstrucción de la ermita de la Virgen de Jara. Y por cierto que alguien contó que Daniel había aportado un buen regalo a la dicha Virgen, cuando le dio una finca próxima a su     ermita. El decía que después de muerto ¿para qué querría el dinero?. Ya sé que se olvidarán las gentes, pero el Señor, yo creo, que me recogerá en las alturas. En esta conversación nos encontrábamos cuando sonó el teléfono, era Jesús,  antiguo amigo de Daniel, que fue jardinero de la Huerta Municipal. No había terminado Jesús de felicitar a Daniel,  cuando entró Loren, un buen amigo mío y de Roberto, con el que trabajó en unas oficinas, que iba acompañado por su esposa, que siempre, me parece que lo acompaña. Es natural de Bentué de Rasal, donde conserva un antiguo molino. Ambos conservadores de lo antiguo, en la huerta se encontraban, para felicitarse. En un repalmado del armario de Daniel se iban depositado paquetes de magdalenas y de pastas que le iban regalando los visitantes. Jesús Gambau, hombre de carácter alegre nos acompañaba porque  a la una del mediodía tenía que llevar a Daniel a comer en la Residencia. Me recordó su estancia en la Calle de Pedro IV y yo le pregunté por su tío José, por su madre Felisa Val y por su tía Pilar, todos ellos mayores de noventa años. Jesús Gambau es un gran admirador de Calasanz y está siempre a su disposición, porque casi todos los días lo va a buscar a la huerta, para llevarlo a la Residencia del Amparo. Además, cada día le cuenta las novedades que se dan en Huesca en sus huertas, en sus ermitas y en todos los oscenses, que se van marchando poco a poco, como se fueron, además de su esposa, los hortelanos Solanes y  Lahirla.

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