Santiago Adiego se había ya hecho mayor y por consiguiente había
dejado de criar corvetas en el Castillo de San Luis, pero se había casado con
Elena Almudévar, con lo que la suerte que Dios les dió, les trajo un hermoso
niño ,al que pusieron por nombre Pablo. Era un muchacho encantador y por no
dejarlo sólo en su casa, porque ellos tenían necesidad de ir a trabajar,le
buscaron la compañía de una chica con la que se quisieron mucho, se llamaba
Marta y lo sacaba de paseo por la Ciudadela de Pamplona. Pero, siendo aún muy
pequeño iba al colegio, donde aprendía a jugar, a escribir, a cantar y a
dibujar. En cuestión de dibujos destacó desde el principio, pues cogía una
cuartilla y la llenaba rápidamente de hombres, de animales, de flores y de
habitantes de otros planetas como Marte. Después los coloreaba y se hacía
merecedor de premio. Efectivamente, pues en cierta ocasión pintó, aunque sólo
tenía tres años y medio, dos aviones volando sobre unas casas, rodeadas de árboles
y le dieron el primer premio de su clase. Después su abuelo, lo enmarcó y sus
padres lo colgaron en el dormitorio de Pablo. Pero no sólo jugaba, cantaba y
pintaba, sino que iba con sus compañeros de colegio a lugares típicos de
Navarra, visitando entre otros lugares Belascoain, donde había una casa, donde
embotellaban agua; estaba dicha casa rodeada de árboles, a los que los niños
denominaban casas, debajo de las que se ponían a trabajar, porque como me
recuerda Pablo, allí había tierra. Sus amigos más íntimos eran Luis, Pablo
Galardi y David González, con los que fuí a Belascoain y trabajaron como negros
para hacer trampas, en las que esperaban que cayeran sus enemigos, entre los
que uno muy peligroso se llamaba Ignacio. Gracias a Dios nadie cayó en la
trampa.
Pero Pablo se estaba haciendo mayor de cinco años y el Señor le dio
la suerte de tener una hermanita, a la que pondrían por nombre María y Pablo
estaba lleno de alegría, pues ya no se encuentra tan sólo en su casa
cuando sus papás están trabajando y la quiere tanto que, no sólo la acompaña
,sino que incluso la lava, y se siente feliz de ver feliz a su hermanita, le prepara pasteles, pues
coge manzanas, naranjas, fresas y danones, miga de pan y agua en un plato o en
un tazón, después de partidos y mezclados todos los componentes citados, ya
tiene preparado el pastel, que yo he probado y resulta exquisito. Si, Pablo quería para su hermanita la misma
felicidad de la que él había gozado con Marta en la Ciudadela, con Joaquina en
Siétamo, con sus conejos, con su primita Belén, tan bien acompañados por su
madre, la tía Paz; si, quería que fuese feliz como lo habían sido sus padres,
su madre en Huesca y en Siétamo y su padre, también en Huesca y en el Castillo
de San Luis con sus cornejas cascabeleras. Quería verdaderamente que su
hermanita María fuese feliz con las muñecas como él lo era ahora con su fighter.
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