La víspera de San José, a las
siete y media de la tarde, me encaminé a escuchar las Completas gregorianas,
que desde hace siglos, los carpinteros le han dedicado, para que les ayudara en
su vida de trabajo. Entonces, cuando yo era un niño, salían los sacerdotes de
la Parroquia, revertidos con una vestimenta, sobre sus hombros a modo de una
joroba, que el Papa había impuesto a los eclesiásticos de Aragón, por haber
sido fieles al Papa Benedicto XIII; se
sentaban en las sillas trabajadas artísticamente, y reunidas detrás de la reja
posterior de San Pedro, donde suena el órgano y con música gregoriana
ensalzaban al Señor. Cantaban: Deus in adjutorium meum intende, y otros
contestaban: Domine, ad adjuvandum me, festina. Con estos cantos rezaban para
que el Señor acudiese en su ayuda y que lo
hiciese rápidamente.
José Antonio Llanas, vivía en una
casa, vecina a los Clautros de San Pedro y desde niño, oyendo el canto
gregoriano, se enamoró de él y toda su
vida acudió, no sólo a las Completas, sino también a los Laudes y Vísperas. Se
sentaba con los sacerdotes que muy amables lo recibían y con ellos, cantaba. Su
hijo José Antonio, ha heredado el amor a estos cantos y viviendo en Madrid,
acude cada año a participar con el párroco y dos sacerdotes más a cantar las
Completas. Los carpinteros, ya casi todos muy ancianos acuden
y gozan con esas músicas, que conmueven los espíritus. Después, en el Claustro
románico de San Pedro, toman un trago de vino acompañado por stortas. Ellos
siguiendo el ejemplo de las oraciones, con las que piden ayuda, se dedicaban a
repartirla entre los carpinteros enfermos, lesionados y en ayudar a las viudas.
Yo acudí a ver y a escuchar a mi sobrino José Antonio cantando las Completas
y al pasar por la Plaza del antiguo
Mercado, se oyó sonar el dulce dim-dom, dim- dom de las claras campanas de la
torre de la iglesia de San Pedro. No pude menos que acordarme de aquellos
pasados tiempos en que la alegría era general, pero al escuchar aquel sonar de
las campanas, que eran capaces de hacer vibrar
el cielo del barrio, yo al menos, participé de su sonoro encanto. La
Cofradía de San José y Santa Ana, erigida canónicamente en la Iglesia
Parroquial de San Pedro el Viejo de Huesca, manda a todos sus socios el
programa de Solemnes Cultos Religiosos y este año el Reverendo Don Manuel Barrio,
se la ha mandado a trescientos veinte cofrades. Allí en la Parroquia encontré a
muchos amigos, como a don Luis Gracia Del Arco, de noventa años de edad, que
fue carpintero de la Diputación Provincial y que tiene el número dos de la
lista de los Cofrades. Al saludarlo me acordé de la mesa que me preparó hace ya
muchos años, para escribir y dibujar. Entró en la Cofradía el año de mil
novecientos cuarenta y cuatro. Me contó que cuando en sus años mozos, ingresaba
en la Cofradía, el Decano de la misma, le dijo, entregándole un madero: toma esta
madera, quítale todo la que le sobre y de lo que quede, saldrá un San José. Pero
el cofrade que me ha hecho acudir a las Completas, ha sido José Antonio Llanas, que tiene el número siete,
ingresado el año mil novecientos cincuenta, impulsado por su padre, mi primo
José Antonio Llanas Almudévar, farmacéutico, que vivía en una casa al lado de
la parroquia. La verdad es que en
aquellos claustros me sentía acompañado de todos los oscenses actuales y los
del pasado, pues en dos capiteles está
inscrito el nombre de un Almudévar, que trabajó en obras artísticas de la
iglesia y de su esposa, allí enterrados.
Yo creo que mi primo el sacerdote de San Pedro Jesús Vallés Almudévar, desde
allá arriba contemplaría satisfecho la alegría de mi sobrino José Antonio
Llanas.
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