La noche del Domingo, día 29 de
julio, ha resultado impresionante para los vecinos de Siétamo, porque les han
hecho recordar aquellas otras noches de San Fabián y San Sebastián, en que se
encendían en la Plaza Mayor y en otras calles, hogueras, a cuyo alrededor se
juntaban hombres, mujeres y niños. Los mozos saltaban por encima de la leña
ardiente, a través de las altas llamas. Cuando esas llamas, bajaban su impulso,
aumentaban las brasas, y sobre ellas
pasaban, pisándolas, jóvenes descalzos y sin quemarse. Y todos los
asistentes al homenaje a los Santos San Fabián y San Sebastián, llenos de
devoción hacia aquellos a los que pedían auxilio contra el fuego, gritaban a la
luz de la luna: ¡Viva San Fabián y San Sebastián!, prolongando su grito entusiasmado.
Eran aquellas hogueras una representación de la lucha entre el Bien y el Mal.
Los Santos Fabián y San Sebastián eran representantes del Bien y las llamas y las brasas de las hogueras, eran la armas que los
diablos empleaban para apoderarse del Poder Divino. Ganaba, después de tan dura
lucha, el Bien, porque aquellos jóvenes, se lanzaban entusiasmados a través de
las llamas y pisaban, sin quemarse, las brasas, hasta que desaparecían apagadas
en el suelo.
Pero hoy, he recibido una fuerte impresión, que ha
deshecho en mí, aquel ambiente tan activo pero pacífico y me ha llevado a que
en mis vísceras y en mi cerebro, se crease una sensación de inquietud. ¿Quien
ha producido en mí tal sensación?. Han sido “Os Diaples d’a Uerba”, diablos o
mejor dicho muchachos inocentes vestidos de diablos y creadores de fuego, del
que entienden más que los antiguos mozos devotos de San Fabián y de San Sebastián, porque en el Infierno el
fuego es eterno y no se consume. Esta asociación de ”Os Diaples”, tiene su sede en Zaragoza y va
por los pueblos con sus técnicas pirotécnicas, levantando fuego por las calles
y plazas y sonando música con dulzainas y ruidos producidos golpeando los
tan-tanes, que hacen bailar brujas, diablos y otras bestias.
El fuego lo han proclamado un símbolo en todas partes, porque
tiene un origen remoto y al mismo tiempo extraño. El color del fuego es
ordinariamente rojizo, pero los diablos le dan un extraño color plateado, que
lo hace más distribuidor de miedo, de inquietud y de nerviosismo. Hace imaginar
a la gente un mundo de Quimeras, como el fuego purificador del Purgatorio o el
fuego castigador del Infierno.
A las doce, en punto, de la noche
se apagaron las farolas que iluminaban las calles y las plazas y aquellos
fuegos que encendían los “diaples”, hacían respirar humo que ahogaba a los
hombres, a las mujeres y a los niños, el
repique de tambores creaba un ambiente ensordecedor y las olas de chispas que
caían sobre los espectadores, les hacían sufrir un gran temor de quemarse. El
arder de la pólvora y y el ruido inaguantable, disminuían escasamente, porque
por encina del Ayuntamiento brillaba la luna, que daba un poco de luz y de
esperanza al pueblo, que estaba siendo conquistado de un modo salvaje por el
Mal.
En Siétamo se representó el triunfo
de ese Mal, cuando en los dances antiguos, que se bailaban en las Fiestas y en las Ermitas, siempre había una
lucha entre el Bien el Mal. Por ejemplo
en el Dance de Sariñena, se representa la lucha entre moros y
cristianos, pero sobre todo la lucha entre el Angel y el Demonio, por medio de
expresiones artísticas propias del Teatro. El Bien está representado por San
Antolín y los representan los Angeles y el Mal por el Demonio. Al fin triunfa
el Bien y los hijos de Sariñena se
llenan de alegría, aspirando el olor de la albahaca y el sabor del melocotón
con vino.
En Cataluña son innumerables los
Bailes de los Diablos y en Aragón se venera a San Miguel, que dirige a los
ángeles del Bien contra los demonios del Mal, gobernados por Lucifer. En Aragón y Cataluña
en el año 1150, en el banquete que se celebró para la boda del Conde de
Barcelona, Ramón Berenguer IV con la hija de Ramiro el Monje, Rey de Aragón, a
saber Doña Petronila, se representó una batalla entre el Bien y el Mal. Los
buenos estaban dirigidos por el Arcángel San Miguel y los malos por Lucifer. Allí
se veían luchar los ángeles contra los demonios. En el Carnaval aparecen las
peleas entre el Bien y el Mal y en unos lugares parecen gobernar los demonios y
en otros los ángeles. Pero en Siétamo fue el triunfo del Mal el que ganó la
batalla, donde más bien no hubo tal pelea, porque no apareció ningún Angel,
para defender el Bien. Era muy abundante el número de diaples, desde uno de sus
jefes, de una altura enorme, que debía ser, sin duda “El Gran Cabrón”. Otro de
sus jefes, montaba un carro del que tiraban diablillos y vomitaba fuego por sus
fauces y los demás recogían llamas que repartían por el centro de la Plaza, en
tanto otros se las pasaban por sus rostros al espantado pueblo. Danzaban y saltaban por una cuerda ardiente, que
batían dos de sus malditos compañeros y ”lauburus
pintados en el suelo con petróleo, desaparecían por obra del fuego, del suelo maldecido de la
Plaza. Ya, al final se colocaron todos los
diaples, alrededor del “Gran
Cabrón”, formando como un altar sagrado del Mal, que ardió terriblemente, creando el miedo y el terror entre las
personas mayores y los niños. Cuando se acabó la representación del Mal, se
encendieron las luces y la gente respiró con placer, como si le hubiesen devuelto la paz, que
produce el Bien.
¿Quisieron los artistas que
crearon esta obra teatral hacer ver al pueblo que el Mal, no lo hacían sólo los
demonios, sino que ahora, han surgido unos nuevos personajes diabólicos, que en
lugar de vestirse con vestidos antiguos
y exhibiendo unos cuernos amenazadores, van vestidos de burócratas y de
políticos?. En aquellos viejos tiempos
estas luchas entre el Bien y el Mal, servían de crítica en muchas ocasiones a
los gobernantes políticos de muchos Ayuntamientos y ahora, en pleno siglo XXI,
¿no será esta representación de un triunfo del Mal, sin oposición de los
Angeles del Bien, una “Crítica” de la pérdida por el Bien, del bienestar y del
progreso social, que iba adquiriendo esta sociedad?. Porque, acompañada de
juramentos, la gente lanza su maldición contra la ruina que nos ha
invadido, en tanto
esos diabólicos políticos adoraban y siguen adorando el dinero, que han
hecho desaparecer para que los hijos del
pueblo, puedan comer.
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