miércoles, 1 de agosto de 2012

El bien y el mal, los ángeles y los diablos


La noche del Domingo, día 29 de julio, ha resultado impresionante para los vecinos de Siétamo, porque les han hecho recordar aquellas otras noches de San Fabián y San Sebastián, en que se encendían en la Plaza Mayor y en otras calles, hogueras, a cuyo alrededor se juntaban hombres, mujeres y niños. Los mozos saltaban por encima de la leña ardiente, a través de las altas llamas. Cuando esas llamas, bajaban su impulso, aumentaban las brasas, y sobre ellas  pasaban, pisándolas, jóvenes descalzos y sin quemarse. Y todos los asistentes al homenaje a los Santos San Fabián y San Sebastián, llenos de devoción hacia aquellos a los que pedían auxilio contra el fuego, gritaban a la luz de la luna: ¡Viva San Fabián y San Sebastián!, prolongando su grito entusiasmado. Eran aquellas hogueras una representación de la lucha entre el Bien y el Mal. Los Santos Fabián y San Sebastián eran representantes del Bien y las llamas y  las  brasas de las hogueras, eran la armas que los diablos empleaban para apoderarse del Poder Divino. Ganaba, después de tan dura lucha, el Bien, porque aquellos jóvenes, se lanzaban entusiasmados a través de las llamas y pisaban, sin quemarse, las brasas, hasta que desaparecían apagadas en el suelo.

Pero  hoy, he recibido una fuerte impresión, que ha deshecho en mí, aquel ambiente tan activo pero pacífico y me ha llevado a que en mis vísceras y en mi cerebro, se crease una sensación de inquietud. ¿Quien ha producido en mí tal sensación?. Han sido “Os Diaples d’a Uerba”, diablos o mejor dicho muchachos inocentes vestidos de diablos y creadores de fuego, del que entienden más que los antiguos mozos devotos de San Fabián  y de San Sebastián, porque en el Infierno el fuego es eterno y no se consume. Esta asociación  de   ”Os Diaples”, tiene su sede en Zaragoza y va por los pueblos con sus técnicas pirotécnicas, levantando fuego por las calles y plazas y sonando música con dulzainas y ruidos producidos golpeando los tan-tanes, que hacen bailar brujas, diablos y otras bestias.

El fuego lo  han  proclamado un símbolo en todas partes, porque tiene un origen remoto y al mismo tiempo extraño. El color del fuego es ordinariamente rojizo, pero los diablos le dan un extraño color plateado, que lo hace más distribuidor de miedo, de inquietud y de nerviosismo. Hace imaginar a la gente un mundo de Quimeras, como el fuego purificador del Purgatorio o el fuego castigador del Infierno.

A las doce, en punto, de la noche se apagaron las farolas que iluminaban las calles y las plazas y aquellos fuegos que encendían los “diaples”, hacían respirar humo que ahogaba a los hombres, a las mujeres y a los niños,  el repique de tambores creaba un ambiente ensordecedor y las olas de chispas que caían sobre los espectadores, les hacían sufrir un gran temor de quemarse. El arder de la pólvora y y el ruido inaguantable, disminuían escasamente, porque por encina del Ayuntamiento brillaba la luna, que daba un poco de luz y de esperanza al pueblo, que estaba siendo conquistado de un modo salvaje por el Mal.

En Siétamo se representó el triunfo de ese Mal, cuando en los dances antiguos, que se bailaban en las  Fiestas y en las Ermitas, siempre había una lucha entre el Bien  el Mal. Por ejemplo en el Dance de  Sariñena,  se representa la lucha entre moros y cristianos, pero sobre todo la lucha entre el Angel y el Demonio, por medio de expresiones artísticas propias del Teatro. El Bien está representado por San Antolín y los representan los Angeles y el Mal por el Demonio. Al fin triunfa el Bien y los hijos de Sariñena  se llenan de alegría, aspirando el olor de la albahaca y el sabor del melocotón con vino.

En Cataluña son innumerables los Bailes de los Diablos y en Aragón se venera a San Miguel, que dirige a los ángeles del Bien contra los demonios del Mal,  gobernados por Lucifer. En Aragón y Cataluña en el año 1150, en el banquete que se celebró para la boda del Conde de Barcelona, Ramón Berenguer IV con la hija de Ramiro el Monje, Rey de Aragón, a saber Doña Petronila, se representó una batalla entre el Bien y el Mal. Los buenos estaban dirigidos por el Arcángel San Miguel y los malos por Lucifer. Allí se veían luchar los ángeles contra los demonios. En el Carnaval aparecen las peleas entre el Bien y el Mal y en unos lugares parecen gobernar los demonios y en otros los ángeles. Pero en Siétamo fue el triunfo del Mal el que ganó la batalla, donde más bien no hubo tal pelea, porque no apareció ningún Angel, para defender el Bien. Era muy abundante el número de diaples, desde uno de sus jefes, de una altura enorme, que debía ser, sin duda “El Gran Cabrón”. Otro de sus jefes, montaba un carro del que tiraban diablillos y vomitaba fuego por sus fauces y los demás recogían llamas que repartían por el centro de la Plaza, en tanto otros se las pasaban por sus rostros al espantado pueblo. Danzaban  y saltaban por una cuerda ardiente, que batían dos de sus malditos compañeros y  ”lauburus pintados en el suelo con petróleo, desaparecían por  obra del fuego, del suelo maldecido de la Plaza. Ya, al final se colocaron todos los  diaples,  alrededor del “Gran Cabrón”, formando como un altar sagrado del Mal, que ardió terriblemente,  creando el miedo y el terror entre las personas mayores y los niños. Cuando se acabó la representación del Mal, se encendieron las luces y la gente respiró con placer,  como si le hubiesen devuelto la paz, que produce el Bien.

¿Quisieron los artistas que crearon esta obra teatral hacer ver al pueblo que el Mal, no lo hacían sólo los demonios, sino que ahora, han surgido unos nuevos personajes diabólicos, que en lugar de vestirse con vestidos antiguos  y exhibiendo unos cuernos amenazadores, van vestidos de burócratas y de políticos?.  En aquellos viejos tiempos estas luchas entre el Bien y el Mal, servían de crítica en muchas ocasiones a los gobernantes políticos de muchos Ayuntamientos y ahora, en pleno siglo XXI, ¿no será esta representación de un triunfo del Mal, sin oposición de los Angeles del Bien, una “Crítica” de la pérdida por el Bien, del bienestar y del progreso social, que iba adquiriendo esta sociedad?. Porque, acompañada de juramentos, la gente lanza su maldición contra la ruina que nos ha invadido,  en  tanto  esos diabólicos políticos adoraban y siguen adorando el dinero, que han hecho desaparecer para que  los hijos del pueblo, puedan comer.

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