lunes, 27 de agosto de 2012

El ballet de los caballos



Ay, cuanto de dolor- está presente- al infante valiente,-a hombres y caballos-juntamente.      

En las Fiestas de San Lorenzo,  en la ciudad de Huesca, se han convertido en clásicas las carreras hípicas. Para mí,  éste es el mejor de los espectáculos deportivos, que tenemos la oportunidad de ver. Sí, y por muchas razones. No hay caballero sin caballo, pues apenas se apea el jinete o es descabalgado por el noble bruto, se torna de jinete en peatón. ¡Qué simbiosis hacen el caballero y el caballo!. Incluso la Mitología la ha consagrado, creando la figura del centauro. Los aztecas mejicanos creían que los jinetes españoles tenían una única personalidad con el caballo. La compenetración entre dos seres vivos distintos,  a saber caballo y caballero, para mí constituye una amistad muchas veces superior a la que existe entre dos personas. ¡Cómo se unen los dos para tratar de defenderse de los  embites o embates córneos del toro bravo de astas afiladas. Estamos contemplando una posible tragedia; de todas formas, tragedia real porque es necesario que de su lucha muera uno .Pero,  en tanto se produce o no, estamos ante el espectáculo de un ballet de una elegancia difícilmente superable. Hasta el caballo muestra  una presunción, con la que parece mostrar esa elegancia  y coquetería difícilmente superable. Muestra su elegancia arqueando su cuello y su cola y su coquetería, mostrando sus crines trenzadas. Jamás una máquina podrá superar a un caballo Sería bonito que la gente poseyera caballos, pero si no por los clubs hípicos, sería algo imposible en este mundo moderno. En los edificios habitables por el hombre, no se hacen cuadras con sus pesebres, sino garajes. A los caballos es preciso  darles de comer todos los días, con piensos que son un problema  y que además son caros. Pero esto no supone el triunfo final de los automóviles, porque aunque se construyen garajes, no se levantan los necesarios, pues los automóviles ocupan todos los puestos libres de la calle y a veces tienen graves problemas para aparcar. No se construyen los garajes necesarios, pues ocupan todos los lugares libres. Así como los caballos beben agua, los coches beben gasolina, bebida cara por ser cada día más escasa y según dicen, se encarecerá más y se acabará. El estiércol o fiemo de los coches, les sale por el tubo de escape, en forma de óxido de carbono, etc. Y contamina la atmósfera de las ciudades, donde llegará el día en que no pueda vivirse en ellas. De todas formas la batalla la han ganado las máquinas, que han hecho casi imposible la convivencia de los hombres con los animales. Porque, tristemente en esta guerra estamos perdiendo los hombres, que nos estamos masificando y estamos gobernados por reflejos, ante las mismas situaciones, que van, poco a poco, convirtiéndonos en maquinas-robots. Si desaparecen nuestros compañeros cósmicos, los caballos, ya podemos poner nuestras barbas a remojar.

Por eso, yo estimulo a los jóvenes que vayan a contemplar ese espectáculo, que representa una vuelta al pasado, en que todavía era posible la convivencia, sí, de ¡hombres y caballos juntamente!.

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