viernes, 24 de agosto de 2012

La culebra y los gorriones.-(1965)




Se leen en los libros cosas que parecen mentira, pero que no lo son. Muchas veces pasamos por la vida sin observar hechos reales y si nos fijáramos más en ellos tomaríamos ejemplo para actuar en nuestro medio ambiente con más sofisticación.

Circulaba en moto por la carretera de Almudévar y observé que en los cables del telégrafo, una multitud de gorriones, que en ellos estaban posados, armaban una gran algarabía al mismo tiempo que agitaban las alas y miraban hacia abajo. Paré, quedé inmóvil y dirigí la vista hacia el mismo lugar al que miraban los pájaros y contemplé lo que tantas veces me habían contado y había leído: una culebra alzando la cabeza y el cuello sobre el resto de su largo cuerpo enroscado, formando una base circular, estaba hipnotizando a un gorrión; éste se mantenía  a escasa altura sobre la serpiente, agitaba sus alas sin desplazarse ,haciendo lo que no había visto hacer mas que a las aves de rapiña, cuando se van a lanzar sobre su presa. En este caso esa inmovilidad en el espacio no era para cazar, sino para ser cazado. Los pájaros que posaban sobre los cables, trataban por medio de sus cantos desesperados de sacar a su compañero de la hipnosis a que lo tenía sometido la culebra.  No lo lograban porque el pajarico  cada vez,   poco a poco, se encontraba más cerca de las fauces del reptil. Parecían desesperados, al ver que su solidaridad no iba  a servir para nada. Era la misma angustia  del que ve como van a chocar dos trenes, que se da cuenta de que van a morir otras personas y se encuentra impotente  para evitarlo.

Yo pude evitar que se consumara la tragedia  pajaril, lanzando una piedra cerca de la serpiente que huyó a esconderse liberando al gorrión de su mirada penetrante, que pudo ir a reunirse con sus congéneres.

Esta situación me recuerda la de los espectadores de una corrida de toros, que gritan alborotados, para avisar al peón despistado de que le va a acometer el toro por la espalda. Otra muestra de solidaridad es la de aquel que en la carretera, te lanza una ráfaga de luz, para avisarte, por ejemplo en casos de niebla, de que la llevas apagada.

Más mérito tienen aquellos donantes de sangre que siempre están dispuestos a salvar la vida de otros hombres.

Pero toda la sociedad debería volcar su solidaridad para salvar a la juventud, cuyos miembros  como inocentes pájaros son hipnotizados por la serpiente de múltiples cabezas, que trata de inocularles la drogadicción en sus diversas variedades.

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